Hugo Burel nació en marzo de 1951 y, a lo largo de más de cuatro décadas de carrera literaria, ha construido una de las trayectorias más sólidas y versátiles de la narrativa uruguaya contemporánea. Publicista, periodista, dibujante, ensayista y, sobre todo, narrador, es autor de más de 30 libros que van desde la ficción hasta la investigación histórica. Su última novela, La calle del sacrificio, dedicada a las últimas horas de Baltasar Brum en el golpe de Estado de 1933, agotó la primera edición en apenas un mes y medio, confirmando su vigencia como escritor capaz de dialogar con el pasado y el presente.
Muchos lo ubican como narrador desde principios de los años 80, a la salida de la dictadura, pero Burel recuerda que sus primeros pasos en la literatura los dio antes, en un contexto social y cultural complejo. “Empiezo a hacer los pininos a fines de los 70, con un cuento. Luego tuve la suerte de publicar en un concurso que organizó El País y, más tarde, gané un segundo premio en otro concurso de Radio Carve”, relata el autor a Domingo.
A partir de esas instancias entró en contacto con figuras clave de la cultura uruguaya, como Guillermo González (luego editor de Brecha y librero de “Papacito”), e integró la antología Los más jóvenes cuentan (Arca, 1976), que lo ubicó dentro de una generación de narradores emergentes junto a Tomás de Mattos, Mario Delgado Aparaín y Milton Fornaro.
En 1983 publicó su primer libro individual, Esperando a la pianista y otros cuentos, bajo el sello Libros del Astillero, también de la editorial Arca.
“Desde ahí no he parado de escribir y publicar lo que he podido terminar”, resume. Con los años, Burel acumuló una obra que supera las tres decenas de títulos, entre los que destacan Matías no baja (1986), Tampoco la pena dura (1989), El elogio de la nieve (1995), El desfile salvaje (2007) y El caso Bonapelch (2014).
Humor, prensa y publicidad
Paralelamente a la literatura, desarrolló una carrera como publicista y periodista gráfico. Licenciado en Letras por el Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras -antecedente directo de la Universidad Católica del Uruguay-, fue además uno de los fundadores de las recordadas revistas humorísticas El Dedo y Guambia, creadas por Antonio Dabezies, a quien recuerda como “un tipo muy generoso” y vanguardista en el mundo del humor gráfico.
“La actividad principal era escribir, que compartía con mi profesión de publicista, de diseñador. De la literatura no se vive, y tuve que ejercer otras cosas para tener ingresos”, recuerda.
Al ser consultado sobre la influencia de la publicidad en su narrativa, es categórico: “La publicidad es una cosa y la literatura es otra. Nunca se cruzaron ni coincidieron. Pensar en un eslogan es una cosa y escribir un párrafo es otra. Son códigos y necesidades diferentes, nunca me confundí con eso ni me perturbó. La publicidad no marcó para nada mi forma de escribir. Hay muchos colegas que están o estuvieron de los dos lados del mostrador: Claudio Invernizzi, Milton Fornaro, Juan Carlos Mondragón y otros”.
Hitos en su carrera
Su obra fue distinguida dentro y fuera del país. En 1995 obtuvo el premio Juan Rulfo en Francia con El elogio de la nieve; en 2001 ganó el prestigioso premio Lengua de Trapo en Madrid con El guerrero del crepúsculo; fue finalista del Rómulo Gallegos y del premio Clarín-Aguilar; y en varias oportunidades recibió el Premio Nacional de Literatura del MEC. También fue reconocido con un Morosoli de Plata, dos Bartolomé Hidalgo (por Los inmortales en 2004 y otro a la trayectoria en 2018) y con el Libro de Oro de la Cámara del Libro.
En 2008, fue distinguido con el Premio Florencio a la mejor obra de autor nacional por La memoria de Borges. “No puedo quejarme, honestamente. Me ha ido muy bien”, admite. Otro de los hitos de su carrera fue llegar a la pantalla con El corredor nocturno (2005), una novela que se desarrolla en Montevideo y fue adaptada al cine en 2009 bajo la dirección del español Gerardo Herrero, y protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Miguel Ángel Solá. “Fue una producción española-argentina de altísimo nivel. Estuve allí durante la producción y el rodaje. Fue una muy buena experiencia, la disfruté y me dio a conocer en otros países”, recuerda. La película, filmada en Buenos Aires, acercó su obra a lectores de Argentina y España. “La esposa de Herrero, Mariela Besuievsky, es una gran productora, que ha ganado el Oscar con El secreto de sus ojos”, anota.
Aquel vínculo con Herrero se mantuvo con el tiempo: “Seguimos siendo amigos, hemos tenido proyectos juntos y cada vez que viajo a Madrid o él viene a Punta del Este nos vemos”.
En la piel de Baltasar Brum
En La calle del sacrificio, Burel vuelve sobre un episodio decisivo en la historia uruguaya: el suicidio de Baltasar Brum, presidente a los 35 años y figura clave en la resistencia al golpe de Estado de Gabriel Terra.
El libro respeta los hechos históricos, pero se permite un abordaje narrativo. “Es él quien lo cuenta, desde su perspectiva, en sus últimas horas. Intenté darle un giro y hablar también de lo que pasó después. En la novela, Brum cree que su gesto fracasó, porque la dictadura duró más de lo que él esperaba. Pero, como dijo Julio María Sanguinetti en la presentación del libro, su suicidio liquidó la carrera política de Terra. Nunca pudo recuperarse de eso”, señala Burel.
El autor insiste en la responsabilidad de la ficción al trabajar con hechos del pasado: “La parte histórica, lo que está documentado, lo respeto a rajatabla. Pero la imaginación me permite darle voz al personaje. Eso sí: siempre con coherencia. Mi Brum no puede oponerse a Terra y luego aceptar el golpe de Baldomir. Eso sería traicionar al personaje”.
El presente y lo que viene
Lejos de conformarse con lo hecho, Burel sigue escribiendo. “Sostengo que escritor no es el que escribe un libro, sino el que no puede vivir sin escribir”, afirma. Tiene listas varias novelas, entre ellas la cuarta entrega de la saga policial protagonizada por el detective Gabriel Keller, iniciada con Montevideo Noir y continuada en Sorocabana Blues y Noches de bonanza. “Al principio me negaba a continuar con el personaje, pero muchos lectores me lo pidieron. Habrá una nueva novela de Keller el año que viene”, adelanta.
Burel combina así dos vertientes que conviven en su obra: la exploración de la identidad urbana y existencial de Montevideo, y la relectura de figuras y episodios históricos que siguen interpelando a la sociedad. A sus 74 años, mantiene la disciplina de levantarse temprano y escribir todos los días. “Siempre lo hago. No me gusta hablar de trayectoria, porque eso no significa nada. He acumulado libros, sí, pero lo importante es que no puedo vivir sin escribir”, asegura.
En ese impulso vital, entre la ficción y la memoria, se sostiene la obra de este escritor: una literatura que refleja la cotidianeidad y que, al mismo tiempo, rescata las voces de quienes jalonaron la historia del país.