THE NEW YORK TIMES I BENEDICT CAREY
Cada examen con mala calificación, cada fecha de entrega perdida y cada proyecto trunco da la oportunidad de intentar nuevas excusas. Fue por una pelea en casa, por el gato enfermo, por una emergencia en el trabajo; todo tan repetido que la mayoría de la gente lo rechaza rápidamente, incluso cuando sale de sus propios labios.
Los genuinos artesanos de la excusa no esperan hasta ahogarse para practicar su habilidad. Sus argumentos vienen con anterioridad: "nunca asistí a clase", "estaba con resaca en la entrevista", "no tenía ni idea de los requisitos para ser aceptado en la universidad".
"Es un verdadero autosabotaje, como beber mucho antes de una prueba o saltearse las prácticas -afirmó el doctor Edward R. Hirt, psicólogo de la Universidad de Indiana-. Algunas personas lo hacen seguido y a menudo no queda claro si son completamente conscientes de esto o del precio que pagan por ello".
NO ESPEREN MUCHO DE MÍ. Los psicólogos han estudiado este tipo de conducta desde por lo menos 1978, cuando Steven Berglas y Edward E. Jones utilizaron la frase "autoperjuicio" para describir a los estudiantes de una investigación que eligieron tomar una droga que les dijeron iba a inhibir su rendimiento en un examen (la droga en realidad era neutra).
El impulso va mucho más allá de producir una mera baja de expectativas y tiene más que ver con proteger la propia imagen. Investigaciones recientes han ayudado a clarificar no sólo quién tiene esa inclinación sino también a conocer sus consecuencias, y sus posibles beneficios.
Los doctores Berglas y Jones identificaron ese comportamiento de autoperjuicio en estudiantes a los que se les dijo que habían pasado un test hecho con preguntas imposibles de contestar. Ellos habían tenido éxito sin saber cómo ni por qué. "Esta es la gente a la que se le dice que es brillante, sin saber cómo se llegó a esa conclusión", asegura Berglas.
El impulso de atacarse uno mismo parece ser más fuerte en los hombres que en las mujeres. En estudios, el doctor Hirt y otros pidieron a voluntarios que evaluaran hasta qué punto una serie de afirmaciones describían su propia conducta, como por ejemplo: "Trato de no involucrarme en actividades competitivas para no salir demasiado herido si pierdo o si obtengo un resultado pobre". Los hombres tienden a tener un puntaje más alto en estas mediciones.
Autoengaño. Como estrategia a corto plazo, el ponerse en desventaja uno mismo es a menudo sólo un ejercicio de autoengaño. Estudios en alumnos universitarios encontraron que los que lo hacen habitualmente, que faltan a las clases, que no cumplen con los plazos de entrega, que no compran los libros de texto, tienden a considerarse dentro del 10% mejor de la clase, a pesar de que sus calificaciones son bajas. Los que tuvieron éxito a pesar de su coqueteo con el desorden, habitualmente se hacen cada vez más afectos a esta conducta.
Pero la táctica no engaña a muchos. En un estudio reciente, Jamos C. McElroy, de la Universidad Iowa, y Michael Crant, del instituto Notre Dame, hicieron que 246 adultos evaluaran la conducta de personajes de varias anécdotas. La impresión de los participantes comenzó a empeorar luego de la segunda vez que el personaje recurría a citar desventajas.
"Si uno lo hace a menudo, los observadores comienzan a verlo como parte de su propia disposición, lo ven como un quejoso", escribió el doctor McElroy. "Pero se puede evitar que esto suceda si otro habla de las desventajas por uno, y sorprendentemente, aunque ellos también lo hagan con frecuencia". Es sabido entre los mejores inventores de excusas: para mejores resultados hay que reclutar a algún defensor.
Lo importante, sin importar el método, es evitar considerar una explicación alternativa.
Se buscan desventajas
Si se les da la oportunidad y una buena razón, la mayoría de las personas declara una cierta tendencia a buscar las desventajas. En un estudio recientemente publicado, Sean McCrea, psicólogo de la Universidad de Konstanz, Alemania, describió experimentos con participantes en tests de inteligencia. En algunos, los sujetos podían elegir prepararse antes de dar el examen o podían unirse al grupo "sin práctica previa". El analista encontró que los que sacaron malas calificaciones lo atribuyeron a la falta de práctica, si era el caso, y que alegar eso amortiguaba el golpe a la confianza en sí mismos.
Pero la desventaja tuvo otro efecto. Los participantes con una buena excusa para sus bajas calificaciones estaban menos motivados a prepararse para otro examen que los que no tenían excusas. "La desventaja les permitía decir `considerando esto, lo hice bastante bien`. Y no hay forma de mejorar", dice McCrea. El malestar del bochorno es, de alguna manera, lo que dispara la motivación.