Esos veranos perfectos

| Un lugar, una compañía, una etapa de la vida. La temporada inolvidable tiene mil caras.

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LEONEL GARCÍA

A un día de verano compararte?/ Más hermosura y suavidad posees." En uno de sus poemas más famosos, William Shakespeare relacionaba así lo bello y lo recordable al estío. "Pero eterno será el verano tuyo/ No perderás la gracia ni la muerte/ se jactará de ensombrecer tus pasos". La primavera, musa de mil poetas, ¿habrá merecido palabras así?

Puede ser por un lugar, una época, el entorno o una compañía. Podrá ser una infancia añorada desde la perspectiva adulta, el recuerdo de un amor -fugaz o duradero- nacido en días largos y noches cortas, o el disfrute de recrear con los propios hijos el primer choque con las olas. Podría ser por la semilla de una nueva etapa, o por la cosecha de una vida bien vivida. La familia, la independencia, la costa, la ciudad, el relax absoluto, el no quedarse quieto, ¿cuál sería el verano ideal? ¿Existe?

A varias personalidades de distintos mundos se les pidió recordar una temporada estival que estimen como la mejor de sus vidas. Algunos optaron -prácticamente lo autoimpusieron- por permitirse elegir más de una. Todo vale: hay mil maneras de pasar un verano y otras mil de recordarlo.

LAS TRES MUJERES DE GARDEL. Verano del 42 es una película estadounidense que habla del pasaje a la edad adulta en tiempos bélicos. Siete décadas atrás, en el verano de 1942, en Paysandú y con 18 años, el joven Gastón Boero seguía con interés los esfuerzos aliados en la Segunda Guerra Mundial, tanto como había sufrido la caída republicana en la Guerra Civil Española. También estaba ante una encrucijada vital: o salvaba todos los exámenes de Preparatorio para poder ir a estudiar a Montevideo, o su madre lo mandaba a un campo a trabajar. Y aprobó todo, pese a estar muy lejos de hacer una vida monacal. Eran días de la Playa Calleja -hoy Balneario Municipal-, caña, tangos de D`Arienzo y salsa de los Lecouna Cuban Boys. "Ese verano me recibí de bachiller, muy importante para la época, y lo pasé muy bien. Río Uruguay todos los días, disfrutando la playa, la pesca, los amigos, las muchachas, los amores. En esa época había que tener las tres mujeres de Gardel: la santa noviecita del liceo, inmaculada; la vieja; un monumento; y la tercera era la `milonguera de melena recortada`, como cantaba Carlitos en su mejor tango (Milonguera)". Para quien no entienda, recuerda el prestigioso cirujano, ginecólogo y sexólogo, él aclara que estas últimas eran "las mujeres de los quilombos".

EL TEMPLO FAMILIAR. De 1942 a 2013. Las vacaciones de la atleta Deborah Rodríguez, no ocurren en esta época sino cuando termina su temporada de competencias. Pero 2012 fue un año especial para ella en lo profesional y lo personal: excelente actuación en los Juegos Olímpicos de Londres, oro en el sudamericano Sub 23 de San Pablo, el nacimiento de una sobrina, el debut en Primera División de su hermano jugador de Defensor, la posibilidad de conocer Mónaco por puro placer, y -gran novedad respecto a años anteriores- unos días a pura familia en la Colonia de Vacaciones de Funcionarios Portuarios de Parque del Plata. "Tengo 20 años y hace seis vivo sola (en el Campus de Maldonado), así que poder pasar las Fiestas y unos días más con ellos fue espectacular". Habla, cuenta y se emociona. "La mía es una familia hermosísima, de esas bien locas. Éramos como diez, riéndonos y contándonos siempre las mismas anécdotas... Para mí fue super especial porque soy super sencilla... disfruto mucho de estar con ellos, siempre digo que son un templo... mi templo".

EN LA 7 AÚN LO ESPERAN. Trabajo, diversión y amor. Cóctel ideal para el humorista Maxi de la Cruz en el que "debió ser" -no está seguro- el verano 2006. Fue en Punta del Este, haciendo temporada de teatro con Carlos Perciavalle. Hoy cree que eso fue una suerte de trampolín para que luego pudiera seguir desarrollando su carrera en Argentina. Entre caipirinhas, música de Sublime, Titas y Marisa Montes, también hubo amor. "Iba a la parada 7 de la Mansa, donde quedé con una gente, y me cruzo con un amigo. `Vení, vamos a la 10 que conocí a unas chicas`. Me fui con él y ahí, en la playa, me encontré por primera vez con mi actual mujer, Bárbara... ¡en la 7 aún me están esperando!". La primera cita fue en Moby Dick, donde jugaba de local: siempre subía a tocar la guitarra; ¿su especialidad? Ruta 66.

HOUSE EN ARTIGAS. ¿Punta?, ¿el Polonio?, ¿Atlántida? Nada de eso. La DJ Paola Dalto tiene grabados los veranos del `92 y `93 en la ciudad de Artigas, a pesar de los 40 grados asesinos sin costa. "Soy de Bella Unión. Los del Norte tenemos un training particular para el calor". En esos años Paola pasaba música en Aquarius FM y en los bailes del excine Aida. What is love, de Haddaway, o It`s my life, de Dr. Alban, eran lo top, los albores del house, "lo que acá se llamó, y mal, marcha". ¿Playa? "Piscina en la casa de alguien, o salir a buscar un arroyito en algún cerro, de tardecita, ¡no quedaba otra!". Luego supo disfrutar esta época en José Ignacio o Punta del Diablo. "Pero lo que hace a un verano es la gente que te rodea, no tanto el lugar. Y en aquellos años generé vínculos que hoy son hermanos que me dio la vida".

RECUERDOS DE LA OMA. La modelo y conductora de -¡justamente!- Verano Perfecto Patricia Wolf, cuyas actividades limitan hoy su veraneo a los fines de semana, añora temporadas como la de 1989, esas que "duraban tres meses", como las vacaciones escolares y liceales. Sus padres tenían casa en la Parada 34 y medio de la Mansa, Punta del Este. "Mi abuela vivía, estaba toda, toda la familia junta, realmente pasábamos muy divertido". Era época de Technotronic, de jeans tajeados, de trajes de baño más cavados y vinchas tipo bandana. La Oma (abuelita en alemán) está muy presente en sus recuerdos y en interminables partidos de rummy. "Ella era alemana judía e iba a un club con sus amigas a jugar a las cartas, jugaba muy bien". Siendo quinceañera, quien hoy es una de las mujeres más hermosas del país pasaba más tiempo barajando y repartiendo que yendo a bailar, cada tanto, a la discoteca Swan. "No salía mucho; me dejaban solo cuando iba con mi hermana mayor". Su primer novio, del liceo, también solía aparecerse por Punta. "Era amigo de la familia, compañero de clase de mi hermana, ¡entonces sí quedaba aceptado!", ríe.

ROCHA POR SIEMPRE. "Qué hace a un verano perfecto...", se pregunta la senadora Mónica Xavier, presidenta del Frente Amplio, y se responde: "Haber encontrado mi lugar en el mundo y tener la felicidad de llevar ahí a mi hijo". En dos veranos, con once años de diferencia, halló la respuesta en Arachania. "La playa es espectacular, el océano es impresionante, y en aquel entonces era muy agreste, ahora hay... `bastantito`". En 1992 se enamoró de ese lugar y en 2003, con su niño aún bebé en brazos, recorrió todas las playas de la zona: La Pedrera, Costa Azul, Antoniópolis, La Aguada, La Paloma. Arachania fue su amor de adulta, pero la atracción por Rocha comenzó de adolescente. Eso fue en los años `70 y en el Cabo Polonio, con sus amaneceres, las guitarreadas y el ya mítico "pan de la Chela", en épocas en que ir hacia el balneario más inaccesible de la costa atlántica era realmente turismo aventura.

VERANO DEL ¿72? A diferencia de su maldito Invierno del 92, Roberto Musso, cantante del Cuarteto de Nos, no recuerda algún verano en particular, sino todos aquellos en Piriápolis, allá por la década de 1970. O al menos no lo inmortalizó en una canción. "Cuando tenía ocho o nueve años (1971 o 1972) mis padres compraron una casa en el San Antonio, con terrible vista a la ladera del cerro y un jardín enorme". Desde entonces se sucedieron bicicleteadas "siempre a la hora de la siesta" con su hermano menor Riki (exCuarteto), "playas, asados, fútbol, flippers... y un parque de juegos en calle Sanabria, con una rueda gigante que de gigante tenía poco. Para nosotros era la gloria, ¡en Montevideo vivíamos en el Centro!". La banda de sonido de sus veranos incluía tanto la infame marchita militar de la Dinarp, en plena dictadura, como la música disco, de la que huían. "Preferíamos a Led Zeppelin, Pink Floyd, ¡nada para bailar! Queen era lo más popular que escuchábamos, sobre todo con el disco que tenía Bohemian Rhapsody", lo que lo ubica en 1975. Asegura que por esos años se había puesto de moda ponerse Coca Cola para broncearse; "Mi madre y sus amigas la usaban", cuenta. Un buen verano para él incluye un libro, costumbre que ya tenía entonces, cuando se zambullía en la ciencia ficción (Bradbury, Lovecraft, Asimov) y no soñaba con ganar dos Grammy Latino.

NEGOCIOS CON DI BARI. También al diputado nacionalista Luis Lacalle Pou le cuesta elegir un solo verano, por eso elige esos que vivió entre mediados de los `70 y principios del `80, "en una Barra de Maldonado muy distinta a la actual: dos almacenes, una panadería, un restaurante y un tipo que alquilaba dos burros". Con tan poca competencia comercial, con sus hermanos improvisó un negocio de collares artesanales con caracoles que juntaba de la playa y un cajoncito como mostrador. "Un día aparece una multitud, y el tipo que venía en el medio sacó como diez billetes de diez pesos, aquellos naranjas, ¡una fortuna! Queríamos entregarle el kiosquito, el cajón, todo. Al otro día, ese tipo estaba en la contratapa del diario: Nicola di Bari, el cantante italiano. Y mi padre, con el producido de esa espectacular venta, nos dejó comprar un pancho, una coca y un alfajor a cada uno, y el resto nos lo hizo donar a la Iglesia".

TIRATE QUE HAY ARENA. Un coche Hillman del 68 llevó a Sebastián Abreu, a su tío Gustavo (solo cuatro años mayor) y a sus padres, a las que el futbolista recuerda como "las primeras vacaciones en la playa de su vida" en Piriápolis. El "Loco" las sitúa en 1984. "Yo tendría siete u ocho años". Aún así, las fotos en su propia página web (loco13abreu.com) muestran a un niño bastante más chico. De todas formas, ese verano inolvidable fue para él a pura playa y fútbol. "¡Era soñado tirarse de un lado a otro en la arena y no lastimarse! Luego, dentro de lo que podía el bolsillo de los viejos, juego de fichitas y el `correspondiente` helado. Y luego dormir para repetir todo al otro día". Ya adulto, tiene otro concepto de las vacaciones perfectas, pero siempre por estas playas. "El verano inolvidable es aquel por el cual mis cuatro hijos, cuando vivíamos en el extranjero, me pedían volver constantemente a Uruguay".

VIVIR Y APRENDER. A Roberto Canessa, cardiólogo infantil y sobreviviente de Los Andes, un verano que lo marcó -obviamente- fue el de 1973, el inmediato al infierno vivido. Pasó unos días acampando en la Laguna Garzón, buscando paz, y en Punta del Este, buscando ruido. "Fue una mezcla de muchas sensaciones, la tristeza de los amigos que ya no estaban, el readaptarte a la vida y ver que el físico no te respondía, la popularidad que era un fenómeno muy extraño... por suerte en febrero, reenganché Facultad de Medicina y me di cuenta que no era ningún superhombre: si no estudiaba marchaba como todos". Pero el médico elige otro estío inolvidable: éste. "Yo creo que el mejor verano de mi vida es éste porque... ¡no sé que otra cosa voy a hacer! Está bárbaro, me cuesta quedarme quieto. Estoy a orillas del arroyo Maldonado, amaneceres y atardeceres espectaculares... y salgo a hacer kayak, windsurf, y estoy viejo, y le doy igual. Me reencuentro con amigos de San Carlos, con quienes jugaba al voleibol a los 15; puro `ven`, `tú`, `dile`, `trae`. Ahora llega mi hijo mayor, con mi primer nieto, Benicio, que nació el año pasado; un personaje, una bendición, ya lo estamos disfrutando". Con 60 años recién cumplidos, todavía se puede seguir aprendiendo cosas nuevas, como ser abuelo.

LA RUTINA SE DEJA DE LADO

Lo importante para disfrutar las vacaciones es salir de la rutina, subraya el psicólogo Álvaro Alcuri. "Y es importante saber que lo que descansa a unos no sirve para otros. Hay gente para la que lo ideal es no hacer nada, y para otros escalar una montaña es relajante". En una sociedad que privilegia el trabajo, señala, lo que más cuesta es "parar la máquina y descansar la cabeza". Por eso, muchas veces la época de la niñez ("sobre todo desde la perspectiva adulta, con todas sus responsabilidades") o la adolescencia ("una oportunidad para empezar a trasgredir las normas del mundo adulto") suelen ser evocados como los mejores veranos. Aún así, para los adultos esta época tiene sus buenas ventajas. "No hay mejor afrodisíaco que el descanso. Y las olas y el viento tienen un efecto terapéutico en las parejas". Lo dice él, especializado en terapia de pareja y familia.

LA PLAYA COMO TRABAJO

No todo el mundo tiene esa visión idealizada del verano. Ruben Rada, todo un nombre de la música uruguaya, es uno de los que van contra la corriente. "El verano que más recuerdo... yo tendría diez años y fui a un campamento de la escuela, diez días, donde la mayor felicidad era comer. Había un hambre bárbara... Lo recuerdo porque íbamos a la playa todos los días y me divertía mucho. Era acá, en la Playa Buceo, arriba estaba la escuela marítima. Y de grande, a la playa iba a ganarme la vida, con muchas insolaciones, vendiendo bebidas, aritos, salidas de baño. No me gusta la playa: primero, el color ya lo tengo, y segundo, para mí siempre fue trabajo".

TRES RECUERDOS BIEN DIFERENTES

La ex playa Calleja sobre el río Uruguay (izq.), ahí y en el Queguay disfrutó de joven Gastón Boero en los `30 y `40. La senadora Mónica Xavier se enamoró de Rocha en el Polonio, allá por los años `70 (cen.). Artigas en los `90 (der.) le trae recuerdos muy queridos a la DJ Paola Dalto.

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