"El peronismo no existe"

Martín Caparrós es escritor y periodista. Militó en la Juventud Peronista desde los 12 años. Fue montonero pero luego se alejó por no estar de acuerdo con la lucha armada. Debió exiliarse en Europa, donde comenzó a escribir crónicas de viajes, las que son hoy su especialidad. Critica a la prensa de su país -Argentina-, a los medios y a los "apocalípticos" del cambio climático.

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Define a los Kirchner como "supuestamente progresistas". Su primer crónica de viajes la escribió para El País de España. Allí presentará en 20 días su nuevo libro.

CARLOS TAPIA

Martín Caparrós es alto, pero no tanto como aparenta. Quizá la ropa siempre negra, o su voz grave, o ese bigote de villano de película medieval lo hagan parecer más inmenso. Pero sentado y con los codos apoyados sobre la mesa, cuando sus hombros caen hacia delante, uno se da cuenta de que no es tan grande. Viene de someterse a una producción fotográfica en las calles de la Ciudad Vieja. El frío de agosto lo lleva a frotarse las manos y servirse un café. Antes de tomar la jarra invita e insiste. Algunas gotas se derraman sobre su pocillo. Sin perder por un instante la elegancia, su lengua recorre el borde de la pequeña taza dejándola limpia otra vez. Lo hace con tal naturalidad que el acto parece educadamente correcto.

Fue montonero y antimontonero, peronista y antiperonista. Trabajó en varios medios. Comenzó en policiales del diario Noticias, bajo las órdenes del desaparecido Rodolfo Walsh. En Francia, en pleno exilio, se licenció en Historia. Publicó la primera crónica de un viaje en España. "Fue en el 85. Quería ir a Egipto y no tenía plata. En ese entonces todavía vivía en Madrid y le ofrecí el artículo a El País. Durante algunos años escribí para poder viajar, ahora viajo para poder escribir". Esta se volvió su especialidad, aunque también es autor de varios textos de revisionismo histórico.

Hay una pregunta que Caparrós hace siempre a sus entrevistados: "¿Para qué sirve equis cosa? Es algo que generalmente desconcierta. Uno hace cantidad de actividades sin saber muy bien el por qué. Forman parte de tus automatismos". Su visita a Uruguay sirvió, además de para participar en el Festival Eñe América, organizado por el Centro Cultural España, para constatar el paso de los años.

"Algunos lugares tienen ese efecto detestable de dejarme cada vez más claro cómo pasa el tiempo. Yo venía mucho a Montevideo cuando era chico, ahí hice una especie de pequeño canuto de recuerdos montevideanos. Ahora, cada vez que vengo, comparo y es terrible, porque pasaron cuarenta años. Venir me sirve para eso: para flagelarme comprobando el paso del tiempo". Cuando habla no mira a los ojos. Posa la vista en la nada, como buscando en el pasado, y con las pausas necesarias para elegir bien las palabras.

-¿Qué cambió? ¿Caparrós o Montevideo?

-Todos cambiamos, pero los lugares hacia otra cosa y uno hacia ninguna. Es injusto.

Exilio y peronismo. Primero quiso sacar fotografías. Tenía 16 años y se acercó al edificio del diario Noticias. "Entré como cadete y me dijeron que a los dos meses me iban a empezar a formar como fotógrafo". Esto nunca pasó. Al poco tiempo comenzó a escribir en la sección policial, bajo las órdenes de Walsh. "Aprendí mucho de él leyéndolo, pero no en la redacción. No fue uno de esos jefes que te forman". Cuando en el 75 cerró Noticias, Caparrós pasó a trabajar en la revista Goles. "Siempre me daban a cubrir partidos como Chacarita - Banfield", recuerda. Y poco después, con apenas 18 años, debió exiliarse.

"Yo militaba de chiquito, desde los 12 o 13 años, y a fines del 75 me separé de los montoneros porque no estaba de acuerdo con lo que estaban haciendo. En esos días un compañero, que igual que yo había dejado la militancia, me dijo que me perdiera durante un tiempo; como firmaba mis notas, era demasiado fácil agarrarme". Partió hacia París, pensaba quedarse sólo cuatro meses, pero en medio de su estadía, el 24 de marzo de 1976, la Junta Militar tomó el poder.

"Tampoco me molestó quedarme -reconoce entre risas-. Tenía 18 años y estaba viviendo solo en Francia. Siempre les agradezco a los militares argentinos que me hayan permitido completar mi educación en muy buenas universidades. En lo personal fue muy atractivo. Después venía el bajón, cuando llegaban las noticias de lo que les pasaba a mis amigos. Y la culpa, y la tristeza".

-¿Qué cambió desde la época en que usted pertenecía a la Juventud Peronista?

-Lo que es sobre todo distinto es el contexto. En los 60 y 70 si vos querías, si vos entendías que el mundo era injusto y lo querías cambiar, estaban claros todos los pasos que tenías que dar. Debías militar en algún grupo y hacer un proceso que estaba más o menos codificado. En cambio ahora, el pibe que piensa que el mundo es injusto no tiene muy claro por dónde agarrar. Había un modelo de transformación que se fue al carajo. Y está bien, porque es la condición para que aparezcan mecanismos nuevos, ya que los de la revolución leninista resultaron espantosos.

-¿Y en el peronismo? ¿Qué es lo que hizo que usted ya no lo considere una opción?

-Yo milité en la JP pero nunca conseguí creerme que era peronista. Lo intenté, pero no me salía. Y ahora sería muy antiperonista, si no fuera porque creo que el peronismo no existe, dado que una definición que no define no es nada. Uno dice peronista y no sabe si está hablando de un partido neoliberal aliado a Estados Unidos, de uno conservador popular, o de uno supuestamente progresista pero metido en grandes negocios, como es el caso de los Kirchner. Si uno dijera mosca, y esta pudiera ser un insecto, una comida, un estado de ánimo de los ornitorrincos y un color que aparece en las auroras, en algún momento dejarías de nombrar la palabra, porque no se sabría de qué se está hablando. Lo mismo pasa con el peronismo.

-¿Cómo ve a la Argentina de cara a las elecciones de 2011?

-No tengo ni idea lo que pueda llegar a pasar. Lo que me consuela es que, en general, en las elecciones argentinas, en casi todas desde el 83, el que después ganó no era un candidato probable. He dicho más de una vez que apoyo a Pino Solanas, pero tal como están las cosas no creo que tenga muchas chances.

Cronista y viajero. Caparrós vio el Aconcagua, el pico más alto de América, cuando aún era un escolar. Fue en un paseo estudiantil. Lo descubrió tras el vidrio de la bañadera que, rememora, tenía una pequeña rajadura. "Es el primer viaje que recuerdo". Con los años, esa actividad se convirtió en una parte importante de su vida.

Aunque mientras residió en Europa hizo algunas crónicas de viajes, se especializó en el tema a inicios de la década del 90, en Página 12, que en ese entonces dirigía el periodista Jorge Lanata. "Me propuso que escribiera para una revista que sacaba el diario, se llamaba Territorios. La idea era hacer un viaje por mes. El primer destino fue Tucumán. Los pasajes se conseguían por canje y, como yo era el que tenía que hablar con la agencia, para el segundo trabajo les pedí si me podía ir a Moscú. Me dijeron que sí, que no había problemas".

Desde ese entonces las crónicas de Caparrós se volvieron más extensas, tanto así que ya no entraban en páginas de diarios. Por eso pasaron a ser libros enteros. "Cuando uno tiene que contar una historia en veinte líneas, evidentemente no lo va a poder hacer como debiera", señala.

-¿Cómo ve el periodismo que se hace hoy en Argentina?

-Me parece denodadamente malo. Malo con muchas ganas y entusiasmo. Los editores inventaron un concepto que es el de "lector que no lee". Entonces, como trabajan para ese lector, le tienen miedo a la palabra escrita, y achican cada vez más los artículos, tanto en diarios como en revistas. Los rodean de dibujos, infografías, fotos y todo tipo de biruleros que no ataquen la supuesta agrafía de los lectores. Creen que los medios escritos tienen que competir con los electrónicos con las mismas armas. Cuando en realidad deberían pelear con sus propias armas: el análisis, el relato, la ambientación.

-Y con respecto a los programas de archivo, ¿qué le molesta de ellos?

-Si alguien se tomara el trabajo de comparar me parece que serían casi pedagógicos, porque demostrarían que con el mismo material se pueden narrar historias diferentes, y eso debería servir para que el público desconfiara de lo que le cuentan, en la medida que con las mismas imágenes, con la misma supuesta realidad, se pueden construir discursos muy distintos. Lo que pasa es que no creo que nadie se tome ese trabajo, entonces lo que queda, a mí por lo menos, es la irritación de ver cuánto los medios creen que no hay nada más allá de ellos; en vez de salir a buscar lo que van a contar en el mundo, lo buscan en sí mismos.

leer y escribir. De la situación actual del diario Crítica -que permanece cerrado desde abril, luego que los trabajadores realizaran una huelga por atrasos en el pago de sueldos-, Caparrós prefiere que no se publique su opinión sobre el tema. Él fue uno de los fundadores del medio en marzo de 2008, y dejó su cargo como subdirector apenas un mes después. "No estaba de acuerdo con el formato que adoptó el diario", explica. Sí se desempeñó como columnista, tarea que ejerció hasta el final y por la cual, sostiene, todavía le deben plata.

Pero más que los diarios, los que están siempre presentes en la vida de Caparrós son los libros. "Ayer terminé Blanco nocturno, la novela de (Ricardo) Piglia que está por salir. Es excelente. Y hoy reenganché An Ice-Cream War, de William Boyd. La empecé a leer en África; hace menos de un mes estuve allí".

-¿Cuál será su próximo destino?

-En 20 días voy para España porque sale un libro mío sobre el cambio climático (ver aparte). Allí mezclo la historia de un viaje, con fragmentos ensayísticos y críticas a ecologistas.

La temática del nuevo texto promete reafirmar su fama de rebelde. "Es algo que me gané a muy bajo precio -reconoce-. Había tantas reglas estúpidas después de la dictadura, que transgredir era como sacarle un juguete a un niño".

"Queda bien ser ecologista"

"La ecología es una de las grandes instancias de la corrección política contemporánea; es decir, queda bien ser ecologista. Es como la forma más cool del conservadurismo actual. Esto lo digo en el sentido estricto: la ecología es una ideología que postula que `cambiar es arruinar`. La base es: `el cambio jode`. Por eso mi nuevo libro se llama Contra el cambio", explica Martín Caparrós.

El escritor y periodista argentino se presta a viajar en los próximos días a España para presentar este texto, que le da la espalda a organizaciones internacionales y gobiernos que plantean, entre otras cosas, los riesgos del calentamiento global. El libro combina un viaje, con ensayos sobre el tema del cambio climático y la ecología.

"En los años sesenta había una amenaza terrible -adelanta Caparrós sobre lo que plantea en el texto de más de 300 páginas-, el mundo estaba a punto de irse al carajo porque se iba a congelar, cuarenta años después te dicen que se va a hervir. En los setenta y tantos era la población, había tanta que iba a estallar. Hay como periódicos apocalipsis que nunca se confirman pero que siguen captando el interés general, distrayendo a la gente de problemas más urgentes. Hay mil millones de personas que pasan hambre en el mundo hoy, no en sesenta años si sube la marea".

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