EL MERCURIO | FRANCISCO ARAVENA
Fue como la separación de una pareja civilizada. Duró lo que tenía que durar. Y ahora que todo terminó, oficialmente, sin vuelta atrás, una de las partes se queda dándole vueltas.
La relación de Los Soprano con su público fue así, como una relación amorosa, absorbente, fanática, enfermiza tal vez; pero una relación en la que no se pone el ciento por ciento -al menos un rato-, no vale la pena. En el momento de la despedida, es hora del balance de lo que significó, causó y reflejó esta serie a la que le sobran laureles tan superlativos como el trabajo más grandioso en la cultura popular de Estados Unidos en los últimos 25 años o, como dijo Norman Mailer, lo más cercano a la Gran Novela Americana en nuestros días.
Motivados por el último capítulo de la historia, emitido el 10 de junio en Estados Unidos, las apreciaciones se han dejado caer como un chapuzón. The New Yorker le dedicó su portada del 4 de junio, con una ilustración en la que Tony Soprano está dejando la oficina de su psicoterapeuta, la doctora Melfi. Otra revista, Vanity Fair, utilizó una de sus clásicas portadas extensibles para el elenco protagónico. Los críticos y los columnistas prácticamente hicieron fila para rendir tributo a Los Soprano y a su creador, David Chase, que a sus 61 años se encuentra en el mejor punto de su carrera.
Todos hablan de Los Soprano. Todos recuerdan a Tony, ese jefe mafioso que se presentó al público pidiendo ayuda en la consulta de una psicoterapeuta. Y hay un par de cosas en la que todos están de acuerdo. Por ejemplo, en que Los Soprano simboliza una época, un tiempo en que los gangsters ya no son lo que solían ser. Tony no es el impune dueño de un imperio que se mueve como patrón de fundo por la gran metrópolis, sino un jefe que vive en Nueva Jersey -en el lado equivocado del río Hudson-, y cuyo eufemismo para llamar su negocio es manejo de desechos. El mundo "gansteril" de Los Soprano es muy distinto de sus obvios inspiradores: la saga de El Padrino, de Coppola y Buenos muchachos, de Scorsese.
Chase eligió retratar los días de decadencia del crimen organizado, centrándose en la generación perdida de los mafiosos que cedieron territorio e influencia a nuevos grupos criminales, escribió hace poco Alessandra Stanley, comentarista del New York Times. La decadencia de los mafiosos es tal que el jefe va a una psiquiatra.
MAFIOSOS DE HOY. Por supuesto, el tema de la mafia es otro símbolo. Los conflictos de Tony, que lo llevan a sentarse frente a la doctora Melfi en el primer episodio de la primera temporada (el 10 de enero de 1999), representan también la atribulada existencia del hombre en la sociedad actual. Es un género masculino en conflicto, enfrentado a la tensión entre su identidad en el trabajo y su rol en la casa. Es la incapacidad de cumplir con ser hombre en una sociedad más compleja, donde la afirmación de autoridad -que solía ser sinónimo de masculinidad- ya no se reduce a gritos o a balazos.
Es lo que supieron ver los ejecutivos de HBO. "Me dije: este show es sobre un tipo que está cumpliendo 40 años", recordó Chris Albrecht, presidente de programación original del canal, en Vanity Fair. "Heredó el negocio de su padre. Está tratando de adaptarlo a los tiempos modernos. Tiene una madre omnipresente de la que todavía se está tratando de liberar. Aunque ama a su esposa, ha tenido una aventura. Tiene dos hijos adolescentes, y está lidiando con lo que eso significa. Está ansioso; está deprimido; empieza a ver a una terapeuta porque está buscándole un sentido a su vida. Pensé: la única diferencia entre él y cualquier persona es que él es el `don` de Nueva Jersey", agregó Albrecht. "Para mí, la parte de la mafia era el impulso por el que la veías. La razón por la que te quedabas era por la realidad de todo lo demás".
Los Soprano, escribió David Remnick en The New Yorker, es sobre la crueldad de miserables criminales mentirosos, pero los asesinatos, estrangulamientos y tiroteos son la menor parte de su violencia.
Chase es inclemente con su exposición de las desilusiones y tragedias ordinarias. Nos ha tenido inmersos por años en un examen de la adicción, programas de rehabilitación, depresión adolescente, farmacología moderna, suicidios, indulgencia sexual, traiciones familiares, manipulación financiera, accidentes, ataques cardíacos, derrames cerebrales, muertos y agonizantes. Y siempre, a continuación, la inhabilidad de llegar a una palabra que nos permita igualar la emoción. Whaddya gonna do? (deformación ítaloamericana para la expresión en inglés `qué se le va a hacer`) es la resignada respuesta.
La claridad de gente como Albrecht abrió las puertas de HBO a Los Soprano y, de paso, cambió la manera en que se haría ficción televisiva en el futuro. Para cuando el último capítulo se iba a emitir, tras seis temporadas y 86 episodios, las especulaciones sobre el final abundaban. ¿Sería el fin para Tony Soprano? ¿Habría castigo final en la historia más moralmente ambigua mostrada por televisión?
En lo que no parece haber discusión es que la serie se terminó antes de que fuera tarde. Como en la televisión, en el mundo de Los Soprano la decadencia es mucho peor que la muerte. Y así termina, en forma abierta. La escena final muestra a Tony en una cena familiar donde por las miradas y efectos, crece la tensión, algo está por pasar, pero no pasa, al menos mientras la cámara estuvo encendida.
La serie caló hondo porque simboliza gran parte de la idiosincracia estadounidense.
Final abrió gran debate
La popular serie Los Soprano, que desde 1999 ha ganado 18 premios Emmy, tocó fin en Estados Unidos.
Pero el último capítulo de las aventuras del mafioso Tony Soprano no satisfizo a todos. Su final abrupto y abierto dejó a muchos fans desmayados, pensando incluso que habían perdido la conexión por cable.
Y es que el destino del protagonista de la serie dejó confundidos a varios, y la polémica quedó servida.
"No había un buen final posible, así que Los Soprano terminó sin final. El último y abrupto capítulo era una travesura. Los espectadores agonizaban ante el cierre de una de las series más adictivas de los últimos tiempos. El suspenso creado por la última escena era casi cruel", escribió Alessandra Stanley en The New York Times.
Daily Variety, por su parte, denominó el capítulo "El final sin finalidad". "Habría que demandar a la serie" dijo el crítico Matt Roush. El del Washington Post, en cambio, cree que el cierre está a la altura de la trama. "Los Soprano es un clásico ahora y lo seguirá siendo muchos años", escribió.
La familia mafiosa que se metió en la política
El éxito de Los Sopranos trepó rápidamente al uso político en un Estados Unidos que ingresa en campaña electoral.
Uno de los principales interesados en ver el último capítulo de la serie fue Al Gore. Llamó a Brad Grey, el productor de la serie, para pedirle que le enviara el dvd con el capítulo, ya que la noche de su emisión estaría volando hacia Estambul. Grey se negó, como se había negado a todos los que habían pedido acceso al santo grial del momento. Pero luego se compadeció y le envió una copia, encerrada en un maletín de acero que debía abrir con una clave que sólo le sería revelada por teléfono, cuando Gore estuviera en el aire. Dicen que cuando se enteró de esto, Rudolph Giuliani, el precandidato republicano que es amigo de Grey, se quejó de no haber logrado el privilegio.
Hillary Clinton fue más lejos. Entusiasmada con la idea de capitalizar la conversación del país y la simpatía hacia Los Soprano para su campaña -e indiferente a la lectura que podría tener el que ella y su marido asociaran su imagen a una familia de mafiosos-, recreó junto a Bill Clinton la escena final de la serie para un clip.
Más allá de las anécdotas, no es de extrañar que los políticos y los interesados en leer significaciones políticas en una serie alabada como la concreción del espíritu de su época, estuvieran entre los 11,9 millones de espectadores que siguieron el episodio final.
Aunque debutaron antes de la presidencia de George W. Bush y de la guerra contra el terrorismo, Los Soprano han sido de todas maneras depositarios de los temas del país. Son un símbolo de nuestras patologías nacionales, escribió David R. Simon, un académico de la Universidad de California en Berkeley, en su libro Tony Soprano`s America.
Gary Kamiya, de la revista Salon.com, comparó la serie con el estado anímico en el Estados Unidos de Bush. "Como Tony Soprano al inicio de la serie, Estados Unidos está un tanto estresado y ansioso. En la superficie, todo está bien. Bajo nuestro líder, un devoto cristiano, somos muy morales. Tenemos la verdad y Dios de nuestro lado y peleamos contra los malos. Pero nos hemos estado sintiendo raros. Y, para ser francos, tenemos algunos cadáveres en el ropero", escribió en su publicación.