El arte Iturria en los genes

| Ignacio y "Nacho" Iturria, padre e hijo, pintor y músico, hablan sobre sus planes a futuro inmediato en sus respectivas áreas del arte, sin dejar de lado su presente.

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El País

Adela Dubra

Recién estuve con Iturria el pintor, q está engripado hace algunos dias ya! Lo mejor sería la semana q viene, tipo martes o miercoles...no se si tu preferís en la mañana o en la tarde, avisame asi nos vamos aproximando con algun horario! beso, nacho". Así, vía mail, Iturria hijo, el músico, se ocupa de coordinar la entrevista conjunta con su padre Ignacio, el pintor de 60 años, con una exitosa carrera en el exterior. Nacho, de 28 años, está a punto de sacar su primer disco. Tienen bastante en común, desde ser hinchas rabiosos de Nacional hasta haber elegido el camino del arte.

"Mi tema con Nacho siempre es ver si está contento y entusiasmado. El entusiasmo es un gran aliado para desarrollar las cosas. Tomó un camino que es difícil porque es profundo. Veo esta imagen: yo me metí en este bosque y miro para atrás y veo que Nacho se metió. `Mirá`, digo, `se metió`. Es bravo, porque vas solo, no hay seguridad, no hay senderos, pero hay una convicción de que se puede llegar. A veces estoy en mi estudio de noche y lo veo pasar con la guitarra colgada en la espalda, lo miro y me hace acordar a un cuadro de Van Gogh donde él se va a pintar con el caballete colgado en la espalda. Me chifla, yo lo saludo con la mano desde adentro y lo veo seguir pensando en sus cosas", confiesa el padre.

El músico. "Mi vieja nos llevaba a mi hermana y a mí a clases de guitarra de chiquitos. A mí me encantaba y tenía facilidad… me acuerdo cuando empecé a sacar los primeros acordes. Después seguí formándome, tuve un profesor muy importante que fue Eduardo Mauris. Con la banda empezamos hace unos diez años; uno de los primeros toques fue en la fiesta de 15 de mi hermana más chica, nosotros tendríamos 17. Por esa época hacíamos covers, después anduvimos por el reggae medio trucho típico de los 18 años y seguimos", recuerda Ignacio Iturria hijo.

Hoy es primera guitarra y voz de Placenta, banda integrada por Hugo Montaner (guitarra y coros), Patty Gómez (bajo) y Diego Cabano (batería) que está a punto de editar su primer disco.

- ¿Qué música se escuchaba en tu casa?

-El gusto musical lo fui buscando. Cuando descubrí Radiohead dije: "Así me gustaría sonar". Pero es graciosa la anécdota: un primo mío me jodía porque mi viejo escuchaba Julio Iglesias y yo tenía 7 u 8 años y me sabía todas las canciones y mi primo me mostraba Guns`n Roses y yo que sólo sabía las de Julio, porque vivíamos en España en aquella época. Después en casa se escuchaba Rod Stewart y esos veteranos de guerra…

-¿Tenés claro en qué momento decidiste que ibas a ser músico?

-Hice la carrera de Comunicación, pero hace seis años que estoy dedicado a esto. Me di cuenta que me gusta dar clases de guitarra, formar talleres y además ese trabajo me permite seguir con la banda. No sé si puedo ponerme la chapa de músico. Estoy todo el día dedicado a eso: a dar clases, componer, ensayar. Pero sí, me acuerdo de una charla que tuve con mi viejo: yo estaba por entrar a la universidad "de algo" y él me preguntó porqué no me metía a estudiar música. Me aconsejó que me metiera de lleno. Igual estoy contento de haber hecho Comunicación.

-Tienen prontas las diez canciones del disco. ¿Qué falta y para cuándo esperan que salga?

-Está pronto. Solo nos falta ver cómo lo vamos a distribuir. Antes de fin de año va a estar. Este disco tiene dos años de historia. En determinado momento nos encerramos durante un año ensayando y tocando para buscar algo que nos conformara. Yo en ese momento también tocaba en Malacate, así que fue un año intenso. Fuimos puliendo un sonido y dijimos: "Es el momento de grabar". Estamos viendo si largarlo de forma independiente o con un sello. No me gusta nada, pero soy también un poco el manager, así que en esa estamos.

-En sus toques usan proyecciones basadas en obras del pintor Iturria. Eso habla de que no tenés rollo con la figura de tu padre…

-Pero ¿qué rollo puedo llegar a tener con mi viejo si oficia un poco de maestro? Por más que él sea pintor y yo esté en la música, es él quien me transmite la tranquilidad para seguir haciendo cosas.

El pintor. Hace cuatro o cinco años, quizá más -nadie, ni siquiera él sabe exactamente cuánto- Ignacio Iturria se fue de viaje. Y no volvió. Lo invitaron a participar de una bienal en El Salvador, le gustó, se alquiló una casa en el medio de la selva y entre volcanes y lagos se quedó 8 o 9 meses. En esa casa se empezaron a juntar -como sucede en cada lugar en el que recala- pintores locales. Después estuvo en Cuba, Miami y Guatemala. El siguiente paraje fue París y el último fue Cadaqués, un viejo amor, un lugar donde había vivido mucho antes, cuando pintaba mares azules. Volvió a Uruguay en esta última Navidad. La familia está reunida nuevamente; su señora Claudia Piñón y sus hijos no tienen que viajar tanto.

Mientras él hace esos viajes donde se instala generalmente en un estudio de grandes dimensiones, bien ubicado y donde arma una cierta comunidad, su obra tiene vida propia: estos días está expuesta en Shangai, pero también se lo ve en la galería Praxis de Nueva York o en la Patrice Trigano de París.

-¿Qué implicó volver aquí?

-Es volver a la base. Y pienso: "No tendría que haberme ido". Este soy yo, estas son mis condicionantes, esta sobriedad. Acá a uno se le van impregnando cosas. La luz que pega en Uruguay no es la misma que pega en El Salvador. Para mí -y esto no tiene nada que ver con la ciencia, es algo que siento- el sol pega como rasante en Uruguay. Nos da un sol pero medio como: "bueno, a ustedes también les voy a dar sol". Hay soles en otros lados que hacen que los colores lleguen a la plenitud. Nuestro mar, amarronado, también influye. Es incómodo de soportar el agua marrón. Es una sensación. Ver el mar del Mediterráneo transparente es más optimista. Y le empezás a sumar cosas, porque pareciera que quien se baña en aquella agua es más feliz, y quienes se bañan en el agua marrón son más infelices. Y no lo son, pero a la vista, que es con lo que yo trabajo, puede dar cierto pesimismo. Y sin embargo, el Montevideo que yo quiero ver, yendo de Carrasco al Centro, es de las cosas más elegantes que he visto. Incluso en la gente que anda por la Rambla, no solo discreta, sino flaca y sobria, y la rambla con sus curvas, los de repentes, las subidas y bajadas. No produce ganas de bailar ni de cantar, sino de ir por ahí con discreción. Encima te ayuda un poquito ese viento que siempre jode.

-Ha ganado premios internacionales y sus obras se exhiben en Nueva York, París y ahora en Shangai, ¿Porqué no hay una gran exposición suya en Uruguay?

-No sé. Algún día la gente verá mis cuadros…

-Pero, si lo convocaran de un museo como el de Artes Visuales…

-Me provocaría nervios, pero si tiene interés para alguien… El problema es que el arte en Uruguay está mal explicado. Se hacen libros donde el autor le pone fotos más grandes al amigo y al que no lo es, no lo ponen. Hay una situación donde está todo mal. Uruguay genera artistas formidables, pero no es un tema de caritas.

-Tiene en mente hacer en Uruguay una colonia de artistas inspirada en las que funcionan en otros países. ¿En qué está?

-He estado en alguna de esas colonias en Estados Unidos y es un buen modelo inspirador. Durante 45 días conviven en un lugar alejado artistas de distintas disciplinas que se concentran allí para trabajar. A cada uno le dan un estudio, donde uno toca el piano, otro escribe, con toda la estructura. Si querés, una vez a la semana invitás a tu taller y mostrás lo tuyo. El desayuno y la cena son un punto de encuentro brutal porque son gente de distintas edades, con distintas experiencias, pero todos dedicados al arte. Son horas de hablar y sale mucha cosa rica. Tengo el lugar, es en Rosario (Colonia). Mi idea es hacerlo muy relacionado con el interior para potenciar la cantidad de artistas que hay. Porque los que son artistas en muchas localidades del interior es porque no tienen más remedio que serlo, no andan en busca del éxito. Hay un grupo de gente que la sensibilidad les ronda y les puede jugar en contra si no la desarrollan. Sólo el arte los salva.

-¿Porqué se fue a París?

-Querían que hiciera una exposición en el Instituto Cervantes así que me consiguieron un estudio en Malakoff, un suburbio parisino. La muestra fue en una sala de espejos y el curador decidió dejarlos, lo que resultó bastante impresionante.

-Mucho se habló del cambio de paleta cuando vino de Cadaqués, en los `80, a Montevideo. ¿Qué ocurrió?

-Lo que me pasa aparece en mi pintura. En París vivía en el estudio que era de José María Sicilia, un pintor abstracto de un gran refinamiento. Él había sacado sus cosas pero quedaron vestigios por todos lados. El curador, José Jiménez, me dijo "tendrías que hacer algo nuevo" y yo, no sé por qué, me lo tomé para el lado de no ser Iturria. Empecé a coquetear con cambiar mi forma de trabajar. Pinté la Torre Eiffel pero la uní a la idea de los insectos. Hice enormes arañas de alambre, moscas, un gran San Antonio. La Torre se me fue convirtiendo en una telaraña y en un elemento elástico que se tradujo en unos cuadros bien grandes.

-¿Qué encontró fuera ?

-En Cadaqués es el humor de la gente, que es del Mediterráneo, el de quien está al lado del mar. La gente no se anda quejando. Cada uno está contento con lo que hace. Es lindo estar rodeado de gente convencida de sí misma y ser yo el único que no está convencido, y no al revés. No pasa nada con que yo sea el inseguro. No se te pega ninguna angustia.

i En myspace.com/placentaspace se escuchan temas de la banda Placenta.

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