Cada tanto aparece un gesto que parece simple, pero encierra una revolución silenciosa. Un par de championes usados, lavados con cuidado y envueltos como un regalo, puede que no cambie el mundo. Pero puede cambiar el día -o incluso el rumbo- de un niño.
Eso lo sabe bien Luis “Bicho” Silveira, exjugador profesional de básquetbol, campeón en cinco oportunidades del Torneo Federal y dos veces de la Liga Uruguaya, que hoy dedica su tiempo y energía a un proyecto tan modesto como transformador: el Banco de Championes.
Inspirado por su propia historia y por las realidades que ha conocido en las escuelitas barriales de básquet que dirige en zonas de contexto crítico, creó una red solidaria que recolecta, clasifica y entrega calzado deportivo a niños y niñas que lo necesitan. No como una donación cualquiera, sino como un gesto hecho con respeto, cuidado y sentido. “Que no sea una sobra -dice-, sino un regalo”.
Ya hizo las primeras entregas y tiene más de 200 pares listos para seguir repartiendo. Su deseo es que la iniciativa crezca, se vuelva nacional, sume voluntarios y logre sostenerse en el tiempo.
Una idea simple.
La idea empezó a tomar forma en la Escuelita de la Vía, en Pueblo Ferrocarril, todavía en tiempos de pandemia. Los vecinos habían recuperado una cancha abandonada -arreglaron tableros, pintaron líneas, consiguieron aros- y le pusieron su nombre al espacio. Agradecido, el exbasquetbolista les propuso algo a cambio: dar clases gratuitas para los niños y niñas del barrio. Así nacieron las primeras prácticas.
Con el tiempo, se multiplicaron los grupos, los barrios -hoy da clases en el Parque Idea Vilariño, Plaza Transatlántico, Cedel Casavalle y Espacio Modelo, en alianza con la Secretaría de Educación Física, Deporte y Recreación de la Intendencia de Montevideo- y también las historias de transformación: niñas que hoy están en procesos de selección de formativas, varones que juegan en juveniles de Sayago y Peñarol, alumnos tan pequeños que todavía usan pañales, y muchos otros que simplemente se enamoraron del básquet. “Di más de 400 clases entre el año pasado y este”, apunta en diálogo con Domingo.
En ese recorrido notó una carencia concreta y reiterada: la falta de calzado adecuado. Algunos niños llegaban en crocs con medias; otros, con championes tan deteriorados que casi sentían el piso bajo la planta del pie. Para ellos pensó una solución.
“De hecho, yo recibía championes cuando era adolescente, incluso durante mi etapa como jugador. Si estaba corto de calzado y algún extranjero se iba, me dejaba los suyos nuevos o casi nuevos, y yo, loco de la vida”, cuenta sobre su experiencia e inspiración.
Uno de los primeros en recibir un par del “banco” fue un niño de Casavalle que no se atrevía a jugar. “Le daba vergüenza e incluso se enojaba desde el borde de la cancha -recuerda-, porque su calzado era un agujero solo”.
También recibieron championes los niños de CIPPUS del Cardal -una asociación que trabaja por la erradicación progresiva del trabajo infantil-, que tienen entre 6 y 15 años y asisten los lunes a clases en el Parque Idea Vilariño. “Los recibieron con tanto cariño que hasta me invitaron a almorzar con ellos”, cuenta Silveira.
El proceso es muy simple: si alguien tiene un par de championes para donar, solo debe contactarse con Silveira a través de sus redes sociales (@bichosilveira). Se aceptan todos los talles y tipos de championes, siempre que estén en buen estado. “La idea es que se le pueda dar un uso real. Si están en condiciones para que los usemos nosotros o nuestros hijos, entonces están en condiciones para donar. No se trata de dar una sobra, sino algo hecho con amor”, explica.
El proyecto cuenta con el apoyo de instituciones como la Escuela Wara, el Club Atlético Stockolmo, el Club Malvín, el Club Tabaré y el equipo de básquet femenino Pioneras. Reimpulsoorganizó una campaña para que los participantes de la pasada Half Maratón de Montevideo pudieran acercar sus donaciones. Además, ya se concretó una alianza con el Correo Uruguayo para centralizar los envíos desde y hacia el interior. Desde clubes de Lavalleja, Colonia y Maldonado también le han manifestado interés en colaborar. “Eso nos va a dar el alcance que queremos; queremos llegar a todo el país”, asegura el creador del Banco de Championes.
“Hay un volumen grande que se ha acumulado en los últimos días y que todavía no me llegó. Los guardo en mi apartamento, y creo que hay unos 200 pares. Y esto va a crecer mucho más”, agrega. Por eso, un paso inminente es encontrar otro lugar de acopio, donde se puedan clasificar y desde donde se coordine la distribución.
Lo que se viene.
Aunque hasta ahora el proyecto se enfocó en niños y niñas que practican básquetbol, Silveira quiere ampliarlo a otros deportes, y también comenzar a recibir calzado específico u otros implementos deportivos que puedan ser útiles para las escuelitas gratuitas y cooperativas de todo el país.
“Hay un montón de cosas que, como digo, preferí tirarme al agua y nadar perrito. Después aprenderemos a nadar crawl, espalda y todo lo demás. Cuando empecé a jugar en Stockolmo tuve la fortuna de que me becaran en el club, de que siempre hubiera alguien que me ayudara con un par de championes. Y, bueno, eso sucede por la solidaridad de la gente. Si no fuera por eso, hoy no existiría Bicho Silveira”, dice.
Y sigue: “Entonces, de alguna forma, lo que pretendo trasladar es esto. Es mi motivo de vida. Es el sentido que encontré después de haber jugado al básquetbol. Hoy lo que me mueve es esto. Y tengo la oportunidad de hacerlo. Aprovecharla. Siempre digo: que cada uno, en su metro cuadrado, pueda aportar algo. Y si alguien tiene un poco más de influencia, que lo haga, como lo estoy haciendo yo. Ojalá se sumen más personas para hacer estas cosas -y muchas más- que son posibles”.
Se queda en silencio un momento, y luego concluye: “El otro día hablaba con un amigo veterano que también va a colaborar. Decíamos: ya estamos pasando la mitad de la vida, entrando en el último tercio. Y mirás para atrás, mirás a las nuevas generaciones, y te preguntás: ¿qué mundo de mierda les estamos dejando a los gurises que vienen? Por lo menos démosles algunas herramientas para que ellos puedan hacer las cosas mejor que nosotros. Por ahí voy. Y por ahí vamos”.
Para Bicho Silveira, el básquetbol es mucho más que un deporte: es una herramienta para democratizar oportunidades, sobre todo entre niños y niñas de contextos críticos. A diferencia del fútbol, el acceso al básquet suele estar condicionado por cuotas y clubes, lo que excluye a muchos. Por eso, decidió enseñarlo de forma gratuita, convencido de que el deporte puede transformar vidas. En sus clases, los niños y adolescentes no solo aprenden a driblar o lanzar, sino a tolerar la frustración, a trabajar en equipo y a convivir. “Cuando perdés la pelota, tenés que bajar a defender. No hay tiempo para lamentarse”, dice.
Las clases son mixtas, sin límite de edad y abiertas incluso para niños con TEA. Para él, enseñar básquet es también enseñar herramientas para la vida: perseverancia, empatía, confianza. Su proyecto ya lleva más de 400 clases en barrios como Casavalle, Malvín Norte y Puntas de Manga. En esas sesiones semanales no solo se juega: se construyen vínculos, se gana seguridad y se ofrece un espacio de pertenencia. “No es para sacar profesionales, sino para formar personas y darles un lugar que sea de ellos”, dice Silveira, que sigue soñando con llevar el básquet a cada rincón del país donde haya un niño con ganas de jugar.