CATERINA NOTARGIOVANNI
Muchos vivimos clamando por la inmortalidad y no sabemos qué hacer en un día de lluvia". La frase, de autor desconocido, remite inmediatamente a la dificultad humana de administrar el tiempo sin morirse de aburrimiento. Muchos dirán que no hay nada más placentero que sentarse a leer, dormir una siesta o a ver una película escuchando la lluvia caer. Pero también estarán de acuerdo en que si la situación se mantiene durante varios días no hay libro, película o siesta que apague el incendio interior que provoca el aburrimiento. Es que, como sostiene el doctor en filosofía noruego Lars Svendsen, "gran parte del tedio tiene su origen en la repetición".
Curiosamente, y en términos históricos, ese estado de ánimo tan extendido en la actualidad no tiene más de 300 años, momento en que el ser humano comenzó a percibirse a sí mismo como ser individual cuyo deber vital es alcanzar la realización. Es más, el vocablo inglés Boredom (aburrimiento en español) aparece recién en el año 1760, explica Svendsen en el libro Filosofía del tedio (Ensayo Tusquest Editores).
Pero, ¿por qué nos aburrimos? ¿Acaso no existe, como nunca, una vasta oferta de entretenimiento? ¿Cuáles son las personalidades más proclives a caer en el tedio? ¿Existen grados de aburrimiento? ¿Es intrínsecamente nocivo o puede tener sus aristas positivas? ¿Por qué los niños y jóvenes de hoy se aburren más rápido?
Svendsen y otros especialistas uruguayos ensayan las respuestas. Ojalá que llegado a este punto el lector no haya esbozado un bostezo. En ese caso el artículo habrá sucumbido antes de nacer, porque en lo que hay acuerdo es que el umbral de tolerancia al aburrimiento está lejos de ser elevado.
Hacer con sentido. Es fácil pensar que basta con tener algo que hacer para no sentir aburrimiento, pero lo cierto es que no es tan sencillo. ¿Quién no se ha aburrido en el trabajo al menos una vez? Tampoco es una cuestión de tener tiempo libre, sabido es que el tedio también puede llegar de visita durante las vacaciones. La clave para no aburrirse no es, por tanto, estar en actividad o libre de ella, sino otorgarle a cada acto un sentido, un significado. "Para algunos es necesario llenar la vida de actividades como forma de evitar los tiempos desocupados, y la confrontación con una insoportable sensación de vacío. Para otros, en cambio, el aburrimiento ocurre al afrontar una vida llena de ocupaciones sucesivas sin disfrute", señala la psicóloga social Verónica Massonnier.
Similar es el razonamiento de la doctora Silvia Peláez, directora de la ONG Último Recurso, dedicada a la prevención del suicidio. "A veces se tienen muchas cosas para hacer pero el tedio de vivir no permite que las personas disfruten. Hay que tener un por qué y un para qué vivir". Según su experiencia, el aburrimiento "es una palabra simple que muchas veces encubre un sentimiento de vacío que puede estar detrás del comportamiento suicida". Es entonces que el tedio se confunde con la depresión y una de sus consecuencias: la apatía.
Svendsen distingue entre dos tipos de tedio: el situacional, originado en determinadas circunstancias (como el que deben haber sentido los espectadores del partido de Paraguay vs. Japón en el Mundial de Sudáfrica, por ejemplo); y el existencial, más profundo y difícil de identificar porque alude a la existencia misma. Lo común a ambos es una profunda insatisfacción, dice el noruego. De ahí que este sentimiento esté asociado, dice el filósofo, "con el consumo de narcóticos, alcohol, tabaco, desarreglos de la alimentación, con la promiscuidad, el vandalismo... las conductas agresivas, el odio, la violencia, el suicidio, los comportamientos de riesgo, etc".
Para este autor, el tedio afecta más a hombre que a mujeres y remite con la edad. Para Massonnier, a aquellos que durante toda su vida estructuraron su tiempo en función de los demás y sus necesidades, ya sea el jefe, esposo/a, los hijos, la vida social. "No importa si las actividades fueron elegidas o no, placenteras o no, lo que importa es que el tiempo se estructuró `desde afuera`. Y en el momento en que ese fluir de actividades se interrumpe, la persona no está habituada a enfrentar su espacio mental y físico en ausencia de estímulos", afirma.
"Mamá, me aburrí". Los nativos digitales conforman una generación que se aburre rápidamente. ¿La explicación? "Son más ansiosos e impacientes", señala Massonnier. "Tiene que ver con muchas cosas, con el momento socio-cultural, que es de mucha vorágine, donde uno pasa de una cosa a la otra sin que haya un momento de pausa o síntesis", arguye la psicóloga Fabiana Fraschini, de amplia experiencia en la educación. Para ella, el exceso de estímulos puede ser una de las causas. "El bombardeo permanente de sonidos, imágenes, movimiento hace que nos acostumbremos y que, cuando se nos los quita, lo extrañemos", agrega. Parecido es el aporte de la psicóloga social Verónica Massonnier: "los niños aprenden desde pequeños a mirar tevé mientras hacen los deberes, a chatear frente a la pantalla mientras escuchan música o miran televisión: un uso intenso y múltiple de los minutos. Y si se detiene esa cadena, sobreviene el aburrimiento". En opinión de Walter Zunino, docente de matemáticas de la ciudad de Fray Bentos con 30 años de experiencia estima que el desinterés, que se traduce luego en aburrimiento, afecta al 50% del alumnado.
"El tedio está en las aulas y creo que es uno de los más grandes desafíos de la docencia hoy en día", opina Fraschini.
Tal es la rapidez con la que aparece el aburrimiento que es difícil concebir un cumpleaños infantil sin animadores armados hasta los dientes de juegos de todo tipo. Tal vez eso también explique que la recreación y el tiempo libre sea una tecnicatura en Uruguay y licenciaturas y doctorados en otros países. Otra vez, ni el tiempo ocioso se salva del tedio.
¿Y ahora qué? "El ocio no es, por sí mismo, más portador de sentido existencial que el trabajo, y la cuestión es más bien "cómo" se vive ese ocio", afirma el filósofo noruego. Del "cómo" se ocupan personas como Luis Machado, coordinador de la Tecnicatura en Recreación y Tiempo Libre (Ucudal) y del área de animación del Colegio Juan Zorrilla de San Martín. "El menú de ofertas para el tiempo libre es inagotable, el tema es que muchas veces la gente no las conoce", explica Machado; quien distingue entre tres tipos de ocio: el positivo (aquel que ayuda a crecer o que está al servicio de la comunidad), el negativo (el que atenta contra la sociedad y el ser humano) y el neutro (que no es ni una cosa ni la otra, "es el tiempo que se va"). En este contexto, la recreación es una de las formas positivas de utilizar el tiempo libre, dice Machado. Sus años de trabajo en el rubro le indican que a mayor nivel socioeconómico de los niños, más probabilidades de sufrir aburrimiento. "Nos cuesta sorprenderlos, están como expectantes de ver con qué cosa nueva les vas a venir. Los otros, con menos cosas, se aburren menos", expresa.
Aunque no lo dice así, Lars Svendsen confiesa en la introducción que su libro fue hijo del aburrimiento. El noruego había decidido suspender sus tareas para tomarse un tiempo para relajarse. Pero no pudo, tenía que hacer algo. "Y ese algo dio como fruto el presente ensayo", dice. Evidentemente, no pudo lidiar con esa ausencia de sentido. Si así sufre un filósofo, ¿qué quedará para el resto de los mortales?
El tedio en la literatura y la filosofía
"Los dioses se aburrían, de modo que crearon a los hombres". (Søren Kierkegaard, Dinamarca. 1813-1855)."Por lo general, la vida humana oscila de un lado a otro entre el dolor y el tedio". (Arthur Schopenhauer. Alemania. 1788-1860) "Nada resulta tan insoportable al hombre como hallarse en un estado de reposo absoluto, sin pasiones, sin tareas, sin diversiones, sin actividad. Entonces, siente su nada, su desidia, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío. Y, del fondo de su alma, surgirá imparable el tedio, la negrura, la melancolía, la tristeza, el dolor, la decepción, la desesperación" (Pascal. Francia. 1623-1662)
"Nos convertimos en grandes consumidores de nuevos objetos y nuevas personas, con la pretensión de quebrantar la monotonía de lo idéntico (...) La búsqueda incansable de diversión indica, ni más ni menos, nuestro temor al vacío circundante". (Lars Svendsen, Noruega.1970) "No es el tedio la enfermedad mortal del aburrimiento de no tener nada que hacer, sino la enfermedad más grave de sentir que no vale la pena hacer nada. Y, siendo eso así, cuanto más tengamos que hacer, más tedio sentiremos". (Fernando Pessoa. Portugal. 1888-1935)
"...El hastío lo mata todo, hasta el valor de matarse". (Stendhal. Francia.1783-1842)
"De modo que me dije que las personas estaban siendo devoradas por el tedio. Ciertamente, hay que reflexionar un poco para verlo con claridad, pues no es algo que se detecte de inmediato. Es como una especie de polvo. Uno va y viene sin apercibirse de él. Lo respiramos, lo comemos, lo bebemos, pero es tan fino y leve que ni siquiera cruje entre los dientes. Sin embargo, tan pronto como nos detenemos un segundo, se posa sobre nosotros cubriéndonos el rostro, las manos. Para sacudirnos semejante lluvia de cenizas, debemos estar en constante agitación. De ahí que el mundo entero esté tan agitado". (George Bernanos. París. 1888-1948)
(Fuente: Filosofía del tedio (Ensayo Tusquets), de Lars Svendsen. Doctor en filosofía noruego.
¿Es en sí mismo malo aburrirse?
"El aburrimiento podría llegar a ser el comienzo de una instancia muy creativa", señala la psicóloga Fabiana Fraschini. Para ello se debe poder hurgar en el adentro, buscando las propias motivaciones, pero con la colaboración del afuera. Por ejemplo, si un padre lleva a su hijo a una reunión de trabajo sin un objeto con el que pueda entretenerse, entonces el entorno favorecerá el tedio, explica la experta. "No me asusta que un niño esté aburrido. Ahora, si está sistemáticamente aburrido y no puede salir, ahí hay un signo, que en sí mismo no quiere decir nada, pero que hay que observar", agrega.
Luis Machado, coordinador de la Tecnicatura de Tiempo Libre y Recreación de la Ucudal, duda mucho antes de responder: "De entrada te diría que me parece embromado aburrirse, pero también creo que puede ser hasta sano. El poder asumirlo como un momento, como un estado de ánimo y tomarlo como un aprendizaje de vida. Si no estamos siempre en la cresta de la ola vertiginosa pensando que no vale aburrirse. No, aburrirse vale y vale también poder admitirlo".
La novedad es el antídoto moderno
Dado que el tedio tiene su origen en la repetición, todo lo que sea nuevo se presenta como un perfecto calmante. Lástima que sus efectos duran poco. "Cuando nos lanzamos a lo nuevo, lo hacemos siempre con la esperanza de que esta novedad comporte una función individualizadora y otorgue a nuestra vida un sentido personal; sin embargo, lo nuevo no tarda en resultar viejo, y la promesa del sentido personal se ve incumplida o, como mucho, satisfecha tan sólo de forma transitoria", explica el doctor en filosofía Lars Svendsen en el libro Filosofía del tedio.
Será por eso que el ser humano vive corriendo detrás del último modelo de celular, auto, televisor, minicompenente, modelo de zapatos, vestimenta y hasta de jabón en polvo.
La canción Ya no sé qué hacer conmigo, del Cuarteto de Nos, ilustra bien esa búsqueda vana: Ya tuve que ir obligado a misa, ya toqué en el piano "Para Elisa"/ ya aprendí a falsear mi sonrisa, ya caminé por la cornisa/ ya cambié de lugar mi cama, ya hice comedia, ya hice drama [...] ya me cambié el pelo de color, ya estuve en contra y estuve a favor/lo que me daba placer ahora me da dolor, ya estuve al otro lado del mostrador/y oigo una voz que dice sin razón, vos siempre cambiando ya no cambias más/y yo estoy cada vez más igual// ya no sé que hacer conmigo.