Cuando la Era del Hielo rugía en San Ramón: el cráneo que revela secretos de un felino legendario

Un cráneo fósil único amplía el mapa conocido del mítico tigre dientes de sable en el continente y desafía las ideas tradicionales sobre su distribución y evolución.

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Los tigres actuales ya imponen respeto: los más grandes alcanzan los 300 kilos y hasta el pequeño tigre de Sumatra puede pesar 140. Pero el legendario tigre dientes de sable jugaba en otra liga. Con unos 400 kilos de pura potencia, patas traseras cortas y cola reducida, no perseguía a sus presas como un tigre moderno, sino que las cazaba al acecho. Sus caninos de 17 centímetros, junto con sus garras afiladas y poderosas patas delanteras, eran armas letales diseñadas para apuñalar, desgarrar y cortar. Imagínese ser uno de los primeros pobladores de estas tierras y descubrir, en la penumbra, a un Smilodon fatalis acechando, con esos colmillos listos para clavarse en la carne. Su carne.

El tigre dientes de sable -aunque técnicamente no era un tigre, sino un felino- no solo despierta fascinación por su tamaño y fuerza, sino también por su presencia en tierras sudamericanas, donde sus restos son extremadamente escasos. Ahora, un hallazgo en la pequeña ciudad de San Ramón, en el sur de Uruguay, marca un hito importante: un cráneo fósil perteneciente a esta icónica especie que presenta características intermedias entre Smilodon fatalis y su pariente Smilodon populator. Este descubrimiento no solo amplía el registro geográfico conocido -siendo el más austral hasta la fecha para la especie-, sino que también aporta nuevas claves para entender la diversidad y evolución de los grandes felinos de la Era del Hielo en América. ¿Podría tratarse de una nueva especie?

Un hallazgo casual.

El cráneo que hoy reescribe la historia del Smilodon fatalis en América del Sur apareció casi por casualidad. Fue descubierto en 2020 por el policía Joaquín Sosa mientras pescaba en un afluente del río Santa Lucía, cerca de San Ramón. Lo que al principio creyó que era el cráneo de un jabalí o “algún bicho raro” terminó siendo un hallazgo excepcional. El paleontólogo Aldo Manzuetti, investigador de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, recuerda cómo llegó la noticia: “Me mostraron una foto y vi que era un material que estaba tremendo”.

Esta pieza, muy bien conservada, no solo representa el registro más austral de Smilodon fatalis hallado hasta ahora en el continente, sino también el segundo registro extraandino: el primero se encontró en Artigas en 2018 y extendió su distribución unos 5.000 kilómetros hacia el sureste de Sudamérica. Este nuevo hallazgo confirma la presencia de estos félidos en nuestro territorio y al este de la cordillera de los Andes, e implica una nueva expansión de su paleodistribución, en este caso de unos 400 kilómetros más.

“Para esa época, hace unos 10.000 años, se pensaba que en el continente había dos especies bien separadas: Smilodon fatalis en Norteamérica y en un rincón de Perú y Ecuador, y Smilodon populator en el resto de Sudamérica”, explica Manzuetti en diálogo con Domingo.

Pero las cosas no eran tan simples. El cráneo de San Ramón, visto de costado, presenta características propias de un Smilodon fatalis -nasales bien redondeados y laterales rectos, lo que denota que podía llevar la cabeza erguida-, pero visto desde arriba se parece más a populator.

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Cráneo encontrado en San Ramón
Aldo Manzuetti

Esta particularidad no es un caso aislado. En la década de 1990, paleontólogos habían reportado en Perú dos cráneos con el mismo patrón: rasgos mixtos de ambas especies. En aquel entonces se pensó que era una simple variación individual. Sin embargo, con el cráneo de Artigas y este nuevo hallazgo en San Ramón, las coincidencias empiezan a pesar.

“Ya no se puede sostener la idea de que a un lado de la cordillera estaban todos los fatalis y al otro todos los populator”, dice Manzuetti. “La cordillera de los Andes no era una barrera absoluta. Estas especies venían del norte y podían distribuirse de un lado o del otro. Por eso creemos que muchos materiales de Argentina o Brasil que fueron asignados a populator probablemente, en realidad, sean fatalis”, agrega.

¿Podría tratarse de una nueva especie? Manzuetti es cauto: “No podemos confirmarlo. Es posible que sea una subespecie de Smilodon fatalis, que no llegó a diferenciarse del todo porque se extinguió. Otra hipótesis es que el cráneo de San Ramón represente un caso de hibridación entre fatalis y populator”, dice. Aunque antes se creía que el cruzamiento entre especies carnívoras era raro, hoy se sabe que ocurre con más frecuencia de lo que se pensaba, incluso en félidos modernos. El problema es que esta posibilidad solo podría confirmarse mediante análisis genéticos, algo complejo en fósiles hallados en ambientes abiertos y templados como los uruguayos, donde la conservación del ADN es poco probable.

Aun así, la evidencia disponible indica que este Smilodon fatalis/populator estaba bien establecido en Sudamérica hacia fines de la Era del Hielo. De hecho, como señala Manzuetti, los yacimientos locales son más antiguos que Talara, en Perú, lo que abre la puerta a otra hipótesis: que esta variante, desconectada de la población original norteamericana, comenzara a diferenciarse en el este de los Andes y luego se dispersara hacia el oeste, donde coexistió con las variantes más típicas de Norteamérica.

Para los primeros pobladores que llegaron al actual territorio uruguayo hace unos 10.000 años, convivir con animales como el tigre dientes de sable debía ser aterrador. “No hay tantos registros de interacción directa entre humanos y esta megafauna, pero sabemos que coexistieron”, señala el paleontólogo. Y sí, ¿quién iba a querer estar cerca de los felinos más temidos de la Era del Hielo?

DIFERENCIAS ENTRE LINDOS GATITOS

Dentro de los felinos existen tres grandes grupos. Los panterinos, grandes gatos que rugen como el tigre, el león o el jaguar; los felinos propiamente dichos, que maúllan, como el gato doméstico, el puma o el guepardo; y los macairodontinos, hoy extintos y conocidos como tigres dientes de sable. Aunque el nombre persiste, no eran tigres, sino un linaje aparte de félidos con caninos extremadamente largos y adaptaciones únicas para la caza.

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