¿Convicción o conveniencia?

IGNACIO ÁLVAREZ

En esta campaña, Mujica no sólo tendrá que ingeniárselas para compatibilizar sus ideas con las de Astori, sino también para ser coherente consigo mismo.

El 25 de junio dijo a "Búsqueda" que no iba "a andar jodiendo" con el pasado de Lacalle. Pero siete días después atacó directamente a la corrupción del gobierno blanco y recordó las "coimas" del caso Banco de Seguros. Sin embargo, dos días más tarde dijo que él no había hablado del pasado, y se ofendió cuando los periodistas le marcaron su contradicción: "Yo no tengo nada que reprocharle del punto de vista moral al doctor Lacalle. Nada", sentenció. Pero el miércoles volvió a cargar sobre la corrupción y el amiguismo de los gobiernos blancos y colorados. Cuestionó el nombramiento del procesado ex presidente del BSE, Julio Grenno, argumentó que "es cínico pedirle a una sociedad que disimule saber lo que sabe", y hasta citó la reciente entrevista que le hice a Lacalle sobre el caso BPA, en Radio Sarandí.

Ya he dicho que me parece necesario que se conozca el prontuario de todos los candidatos. Rechazo los pactos en los que en nombre de "la alta política" o el deseo de "mirar para adelante" se busca esconder los puntos débiles de uno y otro. Pero también me preocupan las contradicciones, la inconsistencia y la falta de respeto a la gente. La imprevisibilidad, el no saber qué creer, y eventualmente el sentir que nos tratan de idiotas.

No es la primera vez que Mujica hace este tipo de cosas. En agosto del 2007, el entonces Ministro de Ganadería sorprendió a propios y ajenos cuando propuso ponerle impuestos a las exportaciones de carne. ¡Detracciones! La misma idea que en la campaña de 2004 había tildado de "choricez típica de economistas", cuando su compañero Carlos Viera la había insinuado. Pero el Pepe se las ingenió para dar vuelta la tortilla. Días después dijo que en realidad él "siempre" fue "contrario" a las detracciones, pero que "tenía que negociar con gente muy dura" (los frigoríficos), y "le quería tomar el aceite", explicó.

Lo que Mujica parece no entender, es que con sus aparentes vivezas puede estar cavándose la fosa. Desde ese día los frigoríficos saben que no pueden confiar en él. Que si un día dice una cosa, quizás no sea porque lo vaya a hacer sino porque quiere asustarlos y ver cómo reaccionan. Y esa inseguridad es la que, entre otras cosas, espanta a los inversores, como lo alertaba Lacalle la semana pasada.

Luis Eduardo González dice que el "como te digo una cosa, te digo la otra" puede servir para un "francotirador filosófico", pero de un Presidente la gente espera que sea "el tipo que tiene que decidir: la roca". Y el Pepe es tal cual es.

Otro ejemplo es su cambio de postura sobre la anulación de la Ley de Caducidad (aunque en este giro lo acompañan Tabaré Vázquez y Danilo Astori): "Voy a acompañar a la gente, y aunque había prometido en la campaña electoral que no iba a tocar ese asunto, considero que el país va a entrar en otra etapa y sigue, sigue el tema", declaró en agosto. Y explicó que su cambio obedeció a que estaba "podrido" de pasar por los juzgados.

Hablando de aquellos años, nadie puede pensar que Mujica vaya a empuñar las armas para imponer un régimen socialista, como quiso hacer en los ´60. Pero sí muchos temen que, fiel a los mismos principios de otrora, cambie las bombas por una reforma constitucional que amenace las actuales reglas de juego. El asegura que "no sería conveniente" hacerlo en un eventual gobierno suyo, pero está en el programa del Frente y a su vez dice que "si el partido lo quiere meter, es distinto". Hoy afirma que no piensa impulsar "ningún cambio" al derecho de propiedad, pero al mismo tiempo declara que "para meternos en una Asamblea Constituyente en un país capitalista tenemos que discutir la propiedad, sino estamos discutiendo bobadas". Entonces, ¿a qué Mujica le creemos? ¿Al que nos dice una cosa o al que nos dice la otra?

Y para incrementar el nerviosismo de muchos, dejó en claro que si hay discrepancias "se llama al Congreso, se discute y se decide". Un Congreso del Frente Amplio donde los sectores radicales están sobre-representados debido a su peculiar sistema de elección, y el Partido Comunista tiene una tercera parte de los votantes, cuando en las últimas elecciones internas recibió menos del 5% de los votos frenteamplistas.

El miércoles, Mujica volvió a proclamar su cambio, y se arrepintió públicamente de las "inercias ideológicas que nos vienen de los años setenta (...) el amor incondicional a todo lo estatal, el desprecio por los empresarios o la maldad intrínseca de los Estados Unidos". Pero en el párrafo siguiente exigió tener en cuenta lo hecho en el pasado, porque "en el futuro todos somos la Madre Teresa".

Es que Mujica muchas veces no actúa por convicción sino por conveniencia; porque no tiene más remedio que "respetar las reglas del mercado". Y no lo digo yo: "No me voy a disfrazar de capitalista" -confiesa con honestidad brutal-. "Pero vivo en un país capitalista y el capitalismo es el motor que mueve la economía". Se preocupa por "no asustar a los burgueses" y habla de iniciar su gobierno con "maniobras lo más a la derecha que se pueda" para no "desestabilizar todo de entrada". Pero no oculta que cada vez está "más cerca de Marx y más lejos de Lenin", y que su objetivo es el socialismo, sistema para el que hoy los uruguayos no estamos preparados. Porque a su juicio la nuestra es una sociedad "inmadura", de "masas frívolas, idiotizadas, consustanciadas con Tinelli. ¿Qué vas a construir socialismo con eso?", se queja.

Y dicen que cada pueblo tiene a los gobernantes que se merecen. igalvar71@hotmail.com

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