Con los ojos de Clara la loca

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CARLOS TAPIA

Mercedes Vigil duda. "No sé, son 12 o 13, por ahí". Pero ni una cosa, ni la otra; son 15 los libros que lleva editados. Ella dice que no los cuenta porque no le gusta mirar "ni para atrás ni para el costado, siempre para adelante". Solo posa sus ojos en el pasado para investigar la vida de quienes lo transitaron. En este caso fijó su vista en Clara García de Zúñiga, y la hizo protagonista de su recién nacida novela Clara la loca (Planeta).

-Tomás Eloy Martínez decía que la "la realidad no era una, sino muchas, y que la verdad cambiaba de mirada a mirada y de lector a lector". En tanto, en un pasaje de Clara la loca la protagonista señala que la realidad tiene diferentes colores. ¿Esta es una premisa fundamental para la novela histórica?

-Es la base. Hace tres años me invitaron al Congreso de la Lengua en Cartagena de Indias, y me hospedé en el mismo hotel que Eloy Martínez. Él ya estaba enfermo, recién lo habían operado de cáncer. No me conocía, claro que yo sí a él, siempre me gustó mucho como escribía. Me presenté y tuvimos una larga charla sobre el género. Cuando uno se encuentra con gente tan sabia trata de darle a conocer sus opiniones para absorber conocimientos. Coincidimos en que, la diferencia entre los escritores de historia a rajatabla y los que deciden novelarla, es que para nosotros la historia es lo que nos pasa.

-El texto muestra una visión de Juan Manuel Rosas y Justo José de Urquiza diferente a la que se suele ver en los libros de historia. Incluso la opinión de Clara sobre estos personajes evoluciona a lo largo de la obra. ¿Cómo fue el camino para llegar a descifrar las distintas visiones de la protagonista?

-Siempre trabajo con mucha bibliografía y realizo numerosas entrevistas para hacerme una idea del pensamiento del personaje. Creo que esto es esencial en la novela histórica. Gustave Flaubert decía que el autor debe luchar para hacerle creer a la posteridad que nunca existió. Es cierto, en cada libro intento encontrar la alteridad; en este caso busqué que la realidad sea la que ven los ojos de Clarita y no los de Mercedes Vigil. Es por eso que las opiniones sobre diferentes personas o temáticas cambian según el libro mío que se lea.

-¿Cómo fue el proceso de preparación de Clara la loca?

-Muy largo, casi dos años. Para empezar la historia de Clara García de Zúñiga iba a ser parte de mi anterior libro Hijas de la providencia, donde cuento 18 historias protagonizadas por mujeres. Pero luego me di cuenta que merecía más espacio, por eso le dediqué una novela solo a ella. Por otro lado, mi interés en el personaje se despertó tras leer El bastardo, de Carlos María Domínguez, donde se cuenta la vida de uno de los hijos de Clarita, el escritor Roberto de las Carreras.

Loca. De hecho la literatura de De las Carreras fue la responsable de que la historia de su madre no se olvide. También ayudó a la trascendencia de Clara que su padre, Mateo García de Zúñiga, se codeara con las principales personalidades políticas del siglo XIX, tanto de Buenos Aires como de Montevideo; que su gruesa fortuna terminara en manos de su ex marido, José María Zuviría; que decidiera divorciarse en una época donde esta valiente decisión significaba un sinfín de críticas por varios frentes; que la Justicia la declarara loca y le quitara la patria potestad de sus hijos con Zuviría; y que tuviera tres hijos luego de la separación. Estos mismos argumentos fueron los que sirvieron a su yerno, Luis Mungrell, para encerrarla en un mirador, construido especialmente para la ocasión, en la quinta de Paso de las Duranas que ella misma adquirió en 1872.

Vigil eligió el mismo lugar donde Clarita vivió su peor suplicio y el final de su vida para presentar el próximo martes su libro. De todos modos ya hace varios años que la vieja quinta de los García Zúñiga no existe más, se convirtió en el Museo Blanes. Algunos aseguran que aún tras sus paredes se esconde el fantasma de Clara que sigue llorando antiguas penas. Sin embargo la autora decidió no detenerse demasiado en esta leyenda, salvo en el epílogo, donde se relata un encuentro del propio Julio Herrera y Obes con el espectro.

"Entendí que la presencia o no del fantasma de Clara era una subjetivación demasiado personal, como para que yo intente hacerla rodar en el colectivo. De todas maneras tuve que hacer mención a un hecho, del cual escuché durante la investigación infinidad de historias; pero me interesaba más contar su vida", relata.

-A través de la protagonista, y de la relación que ella mantiene con su madre, su esposo y su yerno, la novela cuenta cuál era la posición de la mujer en el siglo XIX...

-Esa es la esencia de la novela. No es sólo la historia de Clara, sino de lo que era el universo femenino de la época. En la presentación del libro va a estar el doctor Andrés Flores Colombino, con quien pensamos exponer el tema. Vamos a hablar de algo que me sorprendió mucho, que es la concepción demoníaca que había de la locura y de las enfermedades psiquiátricas femeninas. Todavía en la década de 1880 se dan dictámenes judiciales que expresan la concepción demoníaca que el Santo Oficio tenía de las alteraciones del carácter. A Clara la declaran loca por su vestimenta y por pintar una pared de amarillo.

-También se presenta la idea de que las mujeres tenían el destino escrito; de hecho a Clara la obligan a casarse a los 13 años...

-No había horizonte. En la novela me detengo en la preadolescencia y en la espera de la pubertad, que es donde está el desarrollo físico. La madurez corporal y emocional de las jóvenes estaba ligada de manera indisoluble al inicio de la etapa reproductora. Las mujeres éramos solo conservadoras de la especie. Entonces se nos educaba solo con este fin. Este es un concepto fuerte, que parece muy alejado en el tiempo, pero en la historia de la humanidad fue ayer.

-¿Por eso hay una referencia continua del contexto, en lo que tiene que ver con el mundo político, solo reservado a los hombres?

-Absolutamente, pues es imprescindible para lograr la alteridad. Es imposible ver tras los ojos del personaje desde la ausencia total de la contextualización. Todo cambia según las circunstancias políticas y geográficas en las que se desarrolle el suceso. Esto es algo que se da siempre, incluso cuando se ve una relación hombre-mujer ahora en el siglo XXI. No es lo mismo que ellos estén en Kurdistán, Minnesota, Madrid o Bella Unión.

-Su primera novela salió a la venta en 2000, Clara la loca es la número 15 y prepara dos más. ¿Cómo se organiza para hacer su trabajo tan productivo?

-Parece mentira, pero no sigo cronogramas. Tengo días en que no escribo y otros en los que estoy 14 horas sentada frente a la computadora. Lo que sí, en la mesa de luz, siempre tengo muchos libros referentes al tema de mi próximo trabajo y me suelo dormir pensando en los personajes; es por eso que a veces sueño cosas que terminan en las páginas de mis novelas.

"Busqué que la realidad sea lo que ven los ojos de Clarita y no los de Mercedes".

Dos libros en plena producción

Serán seis amigas. Una rica, otra pobre. Una monja, otra atea. Una beneficiada por los militares en la última dictadura militar, otra tupamara, que estuvo presa 10 años y después decidió exiliarse. Luego de varios años vuelven a verse las caras, tras el fallecimiento de otra amiga. Este es el argumento de "Locas de atar", la nueva novela que prepara Mercedes Vigil. "Voy por los primeros cinco capítulos; estoy en el período de leer todo y hacer entrevistas a quien se pueda".

Pero no es el único proyecto de la escritora. Pocos días después de entregar el texto de Clara la loca a la editorial Planeta, Vigil viajó hacia Portugal y España para recabar material que la ayude a llevar adelante otro emprendimiento. "Me traje muchos textos para un libro que preparo sobre la primera familia de gitanos que llegó a establecerse en el Río de la Plata en la época de la Cisplatina", señala la autora. Y agrega: "Creo que esto de escribir varias novelas a la vez le hace muy bien a mi literatura, nunca me aburro".

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