IGNACIO ÁLVAREZ
Acallándose los ecos del sepelio de Mario Benedetti, es imposible no reconocer que se fue uno de los grandes hombres de la Patria. Así se sea de izquierda como él, de centro o de derecha, necio es quien niegue que ese escritor dejó una huella que caló hondo en los uruguayos.
"Benedetti marcó una etapa muy importante en la literatura en su dimensión popular, al mostrar en ella al hombre común, el de la clase media, el oficinista, de todos aquellos que no eran objeto del protagonismo literario", dijo Julio María Sanguinetti el día después de la muerte del escritor. Para el ex presidente, "Benedetti abrió la poesía a un gran público, especialmente a una juventud que de ninguna otra forma se hubiera acercado a la literatura". Y concluyó que Uruguay perdió "su escritor más importante" y alguien "muy identificado con la vida de los sentimientos".
Coincido con Sanguinetti, aunque no creo que él coincida conmigo si digo que Benedetti es a la literatura lo que Mujica es a la política. ¿Herejía? ¿Qué puede explicar el fenómeno del Pepe, que arrasa en la interna de su partido y es hoy por lejos el candidato que más adhesiones recibe? ¿Alguien puede dudar de que Mujica es el político que mejor está sabiendo conectar con la gente, empatizar con la masa, acercar a la política a los descreídos, y sobretodo, hacer jugar los sentimientos? Guste o no guste, con su lenguaje llano, malhablado a veces y profundo otras, Mujica es percibido por la mayoría como alguien que habla desde el corazón. El Pepe es auténtico; en el acierto o en el error. Como Mario, que -siguiendo con Sanguinetti- "mantuvo en algunos momentos una posición radical, en otras menos, (pero) que siempre sintió como un compromiso".
Es cierto que Mujica es el de "como te digo una cosa te digo la otra" (¿y acaso no era una contradicción que Benedetti comprometiera su vida con la causa de los derechos humanos, mientras apoyaba dictaduras como la cubana?). Pero tan o más importante que el "como te digo una cosa…" es "CÓMO te digo una cosa". Y en la forma de comunicar, el Pepe y Mario son excepcionales.
Mujica rompe con las distancias que la clase política tradicional marcó con respecto a nosotros, los ciudadanos de a pie. Aunque está claro que masividad no es garantía de calidad. El propio Benedetti declaró hace un año que "soy un escritor leído, con una literatura difundida, pero nada más" (ni nada menos, Mario; que la excelencia artística puede ser constante u ocasional, pero de poco sirve si la gente no la valora o no la entiende). Y ni qué hablar en política, donde la historia y el presente están plagados de casos de líderes que cautivaron a las masas, para conducirlas luego al barranco como el flautista de Hamelin. He ahí el riesgo que conlleva a veces votar con el corazón y sin la razón. Pero "el corazón tiene razones que la razón no comprende". Y antes de desechar esta columna por emplear una frase tan cursi (casi tanto como la de "si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo"), le recuerdo que la misma corresponde a uno de los físicos y matemáticos más eminentes del siglo XVII. Fue el francés Blaise Pascal quien después de descubrir el teorema del hexágono y el cálculo de la presión atmosférica, concluyó que si bien la ciencia aporta resultados aproximados sobre la realidad, es la intuición la que puede alcanzar la esencia última de las cosas.
Pascal fue el fundador del cálculo de probabilidades, y también ellas apuntan a Mujica como el más probable candidato de la izquierda. Le lleva 25 puntos a Astori cuando falta un mes para las elecciones, pero el Contador no termina de entender a Pascal ni a Benedetti. Si cuando le pidieron una reflexión por la muerte del poeta, prefirió destacar que supo ser funcionario del Ministerio de Economía en la Contaduría General de la Nación (!), mientras Mujica reflexionó en voz baja que "es una antología, el poeta que pintó nuestra decadencia, nuestro modo de ser, hasta con un poco de sol. Creo que paradojalmente es el más nuestro y también el más universal". Y remató diciendo que Benedetti "tuvo la gran virtud de poder decir en cuatro frases, cosas que para otros es imposible transmitir" (cualquier similitud con este análisis político es una mera coincidencia).
Yo no dudo que Astori estaba profundamente emocionado por la muerte de quien fuera uno de los fundadores del Frente Amplio, pero no se trata sólo de serlo sino también de parecerlo. Fue Raúl Sendic el que el año pasado dijo que el Frente ganaba las elecciones hasta con una heladera. Pero además del error de cálculo, no reparó en que las heladeras nunca son buenos candidatos: porque son frías y no tienen cintura. Y sabido es que a Astori le falta cancha y le sobra soberbia para llegarle a la gente. ¡Si hasta él mismo dice por estos días en un spot televisivo que "Todos los candidatos del Frente Amplio son excelentes compañeros y seguramente más simpáticos que yo"!
¿Será que incide tanto el carisma? ¿Lo que desnivela es la emoción? Cómo sino puede explicarse que en tan solo diez años, la sociedad uruguaya haya saltado de una opción absolutamente liberal como la del colorado Jorge Batlle, a la izquierda moderada de Tabaré Vázquez, y quizás ahora a la izquierda profunda del tupamaro Mujica? Sus ideas son muy distintas, pero sus estilos coinciden en algo: Batlle cantaba la justa, Tabaré ilusionaba a las masas postergadas, y el Pepe es tal cual es.
De todas formas, es imposible analizar la incidencia del perfil de los candidatos, sin considerar el perfil de la sociedad que irá a las urnas. Y seguramente allí también radique la explicación de por qué hoy Mujica tiene altas chances de ser elegido Presidente: la sociedad uruguaya de hoy es muy distinta a la sociedad de hace unos años. Y Mujica también.
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