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Del Calafate a los últimos rincones de Chile

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VIAJES

Un viaje hacia el “fin del mundo” que incluye una travesía por los glaciares más importantes de la región y la visita a distintas ciudades chilenas que completan el continente americano.

El viaje hacia el Calafate nos muestra la soledad total de esta región de Argentina, en la provincia de Santa Cruz. El viento rompe con el silencio. El nombre de la ciudad hace referencia a un pequeño arbusto, el Calafate, típico del sur de la Patagonia. Es una especie de baya muy común y típica en la elaboración de los dulces de la región. La tradición señala que quien lo come alguna vez regresará por más. El aire, cuando se llega al Calafate, es especial: es un aire que viene del hielo.

El Calafate es uno de los destinos que siempre aparecen en todas las listas de recomendados de Argentina. La ciudad gira en torno a una avenida repleta de locales comerciales pensados para los turistas. Hay agencias de viajes, bares, restaurantes o locales de artesanías y recuerdos. La ciudad está quieta e inmóvil hasta las cinco de la tarde, cuando los visitantes regresan de las excursiones. Hay, además, diversos bares y propuestas que van de precios accesibles a otros que tienen precios altísimos. Yo me doy el gusto de comer el plato obligado cuando se visita la Patagonia: el cordero patagónico.

La principal actividad de este lugar es, por supuesto, la visita al Parque Nacional Los Glaciares, en particular el paseo que aborda al Perito Moreno, uno de los glaciares que integra el parque. Estos conforman el llamado Hielo Continental Patagónico, que tiene una extensión aproximada de 17.000 kilómetros, y es una de los más grandes almacenamientos de agua potable en el planeta.

El Perito Moreno tiene una longitud aproximada de 30 kilómetros, un ancho de unos 45 y alcanza casi 70 metros en la parte más alta del frente. Es mundialmente conocido debido a que es un glaciar que no retrocede, sino que avanza y se encuentra en perfecto equilibrio. Cuando lo visito, me dicen una imagen sobre él que me fascina: que es un glaciar vivo, que nace y se desarrolla y, finalmente, sus hielos caen y mueren de una forma natural. Pero la vida sigue y el glaciar sigue naciendo, una y otra vez.

La majestuosidad de esta obra monumental de la naturaleza me deja sin aliento. El frío es enorme al igual que la sorpresa y fascinación. El día está feo pero no le quita ni un milímetro de belleza al paisaje.

Llegamos al glaciar y lo recorremos de frente. Usamos sus pasarelas y tratamos de abordarlo todo y verlo desde todos sus ángulos. Mientras hacemos esto, podemos ver sus desprendimientos y su ruido explosivo. Primero se escucha y luego se ve. Impacta y da un poco de miedo saber que en breve estaremos allí, sobre él. Finalmente vamos en un barco para comenzar a hacer la caminata por su cima. Nos acercamos al glaciar por la izquierda, desde el barco, y su belleza y monumentalidad crece más. La navegación es breve y se obtiene una linda perspectiva desde el agua. Tras la charla explicativa, nos ponemos los crampones y abordamos el Perito Moreno. Hay que seguir siempre con atención las recomendaciones de los guías, ya que la capa de hielo puede ser muy delgada en algunas partes. Quedamos fascinados cuando vemos en el glaciar pequeñas lagunas transparentes y vemos un fondo muy profundo. Nos detenemos a cada rato para sacar fotos ante este espectáculo imponente. Nos deja sin aliento y pasamos unos largos minutos observando todo, quedamos hipnotizados mirando la belleza del lugar. El clima mejora y el cielo se comienza a pintar de un celeste claro. Caminamos por él una hora y media. Atravesamos pequeñas montañas de hielo, subimos y bajamos por escuetas escalinatas, vemos gigantescos agujeros y hasta observamos lagunas que se desarrollan arriba del glaciar. Es todo un universo en sí mismo. Por si fuera poco, visitamos el glaciar desde abajo en una caverna que se generó con el paso del tiempo y con la fuerza del agua. Nos vamos y le agradecemos al lugar por tanta belleza.

Nos deslizamos por el sur del continente. Cruzamos de El Calafate a Puerto Natales para acercarnos a las Torres del Paine, en Chile.

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El Calafate invita a hacer un turismo diferente.

Puerto Natales

Es una ciudad muy joven. Fue fundada en 1911 y es uno de esos rincones, al sur de nuestro continente, con gran encanto. Es una ciudad de muchos matices. Nos gustan sus coloridas casas de madera y sus murales donde rescatan el pasado de los pueblos originarios (haciendo referencias a los pueblos aonikenk o más conocidos como tehuelches o patagones). El viento es un común denominador en nuestro paso por la ciudad. Estamos en los primeros días de octubre y el frío domina el escenario. Nos dicen que los veranos igualmente son frescos, aunque hay días en donde las temperaturas pueden alcanzar los 30°. Se siente bien abrigarse, salir a caminar por su costanera y ver los restos del antiguo muelle de la ciudad. Puerto Natales se encuentra en las orillas del Canal Señoret. Descubrimos que el muelle tiene nombre: Braun y Blanchard. Es el muelle que le pertenecía a una empresa ganadera con el mismo nombre y fue incendiado en los años 20, en una revuelta de sus trabajadores. Hoy es un ícono de la ciudad. Puerto Natales es considerada la puerta de entrada al magnífico parque nacional Torres del Paine.

En esta parte del mapa se hace evidente que toda agua está conectada, y sentimos que estamos tocando el agua antártica. El parque es gigante y se puede disfrutar durante muchos días. Cuenta con una gran e impecable infraestructura. Estamos llegando al final del viaje y decidimos hacer la caminata por el día. Sabemos que el Paine cuenta con hermosos e increíbles circuitos, conocidos como “O” y “W”. Ambos son para hacer en varios días. Caminamos hasta que llegamos a la postal icónica: las Torres. De allí seguimos caminando. El camino es hermoso y vale cada paso.

Volvemos a Puerto Natales y ya ponemos los ojos en nuestro próximo destino: Punta Arenas, la última ciudad chilena en el continente. Llegamos al fin del Chile continental y nos detiene el famoso Estrecho de Magallanes. Emociona estar en este lugar por donde el navegante Hernando de Magallanes en al año 1520 pasó buscando el estrecho, el camino por donde llegar al Océano Pacífico.

La austral y colorida Punta Arenas se encuentra 3.090 kilómetros al sur de Santiago de Chile. Es el centro urbano más importante de la región Magallánica. Está ubicada a 260 kilómetros de Puerto Natales y a 620 kilómetros de Ushuaia, sobre las costas del estrecho de Magallanes que conecta los océanos Pacífico y Atlántico y separa al continente de la Tierra del Fuego. Punta Arenas, más que el cierre o el fin de un continente, es la puerta de entrada a la Región Austral, o más conocida como también como fin del mundo.

Fue fundada en 1848 y representó todo un acto de soberanía de Chile en el territorio patagón. El clima de la región es muy duro durante la temporada invernal, llegando a temperaturas que apenas superan los 0º C y nevadas regulares. Cuando llega la primavera y el verano, Punta Arenas se convierte en una ciudad mucho más cálida y agradable. Los días soleados son los más esperados por todos. El fin del mundo tiene una belleza que es difícil de explicar. Es una fría naturaleza que golpea duro.

Estamos llegando al final del viaje por América Latina. Y también al fin de nuestro continente. Nuestra América termina en forma de embudo y nos deja sin poder ir a otro lado. Eso nos gusta: la sensación de haberlo recorrido todo. 

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