¿Puede pertenecer la imagen que conocemos de Bruno Mauricio de Zabala a uno de los tres mosqueteros? La respuesta es sí, pues por más que nos hayamos acostumbrado a ver su rostro hasta el cansancio en los caramelos masticables más famosos del Uruguay, no se conoce a ciencia cierta cómo lucía el fundador de Montevideo.
En 1883, el gobierno uruguayo, haciendo suya la propuesta de la sociedad de inmigrantes vascos Laurak Bat, aprobó levantar una estatua en homenaje al fundador de la capital del país. Hasta entonces, el único retrato “oficial” de Zabala era el que el diplomático uruguayo Andrés Lamas había adquirido a un ropavejero bonaerense en 1874. “Una severa investigación determinó que se trataba de una falsificación del pintor italiano Antonio Contucci, quien a falta de un modelo de Bruno Mauricio, echó mano de una lámina del libro Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas. Al fin y al cabo, los tres mosqueteros también eran gascones”, cometa a Domingo el escritor e investigador vasco Alberto Irigoyen.
La figura se ha reproducido hasta la saciedad en actos, libros, revistas, anuncios e incluso en sellos y billetes de curso legal en Uruguay.
En 1910, preocupado por la fidelidad histórica de la imagen de Zabala, el historiador Orestes Araujo realizó una profusa investigación sobre la iconografía del fundador. Contactó con José María Ampuero y Jáuregui, descendiente directo del mariscal. Y le sorprendió recibir a vuelta de correo, con su correspondiente certificación notarial, ni más ni menos que una copia del cuadro de Antonio Contucci que al parecer a su regreso a Europa, el mismo pintor había decidido venderle a la familia. “El resultado de todo ello es que varias generaciones de uruguayos veneran a su fundador sin saber si la imagen que se ha reproducido en libros, billetes y estatuas pertenece a Athos, Portos, Aramis o D’Artagnan”, dice Irigoyen.
Y agrega en tono de broma: “Pero da igual, porque, sea quien sea el de la efigie, desde 1924 el afamado caramelo Zabala de dulce de leche, que antaño era distribuido en sus característicos carros tirados por ponis y que está considerado el mejor de América, sigue endulzando los paladares de todos los uruguayos con la imagen de uno de los mosqueteros de Gascuña, la antigua Vasconia continental”.

Un manco que hizo historia
Bruno Mauricio de Zabala (1682-1736) fue un militar y administrador colonial nacido en Durango, en el País Vasco, España. Ingresó en el ejército a temprana edad y en 1717 fue enviado al virreinato del Río de la Plata con la misión de frenar el avance portugués en la región y contener el contrabando que se desarrollaba en las costas del sur del continente. Pronto se convirtió en gobernador interino de Buenos Aires y comandante general del Río de la Plata.
Su mayor legado fue la fundación de Montevideo. Consciente de la importancia estratégica de la bahía natural -hasta entonces utilizada como puerto clandestino por traficantes y los portugueses-, Zabala organizó una expedición desde Buenos Aires con soldados y familias para levantar una plaza militar. El 24 de diciembre de 1726 se firmó el acta fundacional de la ciudad y en 1728 se formalizó la entrega de tierras a los primeros colonos. Así nacía Montevideo, en medio de la nada, como bastión defensivo del dominio español frente a las ambiciones lusitanas.
Durante su gobierno también impulsó el desarrollo urbano, la fortificación del puerto y el ordenamiento administrativo del nuevo enclave. Fue uno de los promotores de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, que monopolizó el comercio entre España y América del Sur, y contribuyó a fortalecer los vínculos económicos entre el imperio y sus colonias.
Como dato curioso, Zabala era manco. Le faltaba la mano derecha, que perdió durante una acción militar, probablemente en sus campañas previas a su llegada al Río de la Plata. Falleció en Buenos Aires en 1736, pero su figura permanece indisolublemente ligada a Montevideo.