EL MERCURIO
Harta tela se ha cortado desde que en un verano de 1946 el bikini irrumpió con atrevimiento en una piscina de París. Presentándolo como "el más minúsculo traje de baño del mundo", el 5 de julio de 1946 el ingeniero francés Louis Réard tuvo la ocurrencia de diseñar un pequeño bañador conformado por cuatro triángulos que provocativamente dejaban el ombligo al descubierto. La idea representó un sacrilegio en todo el sentido de la palabra; una osadía que fue condenada por la sociedad y la Iglesia. No podía ser de otro modo. En esa época las señoritas llevaban un pudoroso traje de baño de una pieza dentro del agua y no se mostraban en público sin una primorosa bata, a la que llamaban "salida de baño".
Arriesgado y vanguardista, Louis Réard estaba seguro de que el nuevo modelito sería un éxito y no dudó en vender su taller de automóviles para lanzarlo con bombos y platillos en la piscina Militor de la capital francesa. Al ingeniero, hijo de la dueña de un taller de lencería, la idea se le ocurrió luego de ver cómo algunas mujeres en la playa de Saint-Tropez enrollaban discretamente sus trajes de baño para conseguir un mejor bronceado.
Como ninguna de las modelos profesionales que trabajaban en los atelliers de los diseñadores de la época se atrevió a lucir el dos piezas, el testarudo Réard recurrió a Micheline Bernardini, una bailarina de casino, para que lo desfilara oficialmente. "Todo el mundo se quedó sin respiración. Fue tan inesperado como si hubiésemos sido llevados a otro planeta", escribió uno de los periodistas que pudo contemplar la presentación.
Curiosamente fue un comentario de la misma bailarina el que terminó dándole su particular nombre. Por esos días, Estados Unidos realizaba ensayos nucleares en el Atolón de Bikini, una de las islas del archipiélago Marshall en el Pacífico. "Señor Réard, su bañador va a ser más exclusivo que la bomba bikini", exclamó ella y la ocurrencia terminó oficializándose en el mundo fashion. Dos semanas después del éxito publicitario, el ingeniero mecánico registró la marca y la patente para la prenda que en principio logró más adversarios que ganancias.
PELEA. Al igual que la minifalda, la paternidad del bikini es disputada por dos autores. Aunque fue Louis Réard quien la patentó y exhibió ante la prensa, otro costurero galo llamado Jacques Heim asegura que presentó su versión del traje de baño dos piezas bajo el nombre de átomo. Seis décadas después de la inocente pero entonces pecaminosa ocurrencia que se disputan Réard y Heim, el bikini es el diseño playero más popular y sigue tan lozano como el día que nació.
Como ninguna otra prenda femenina, ha sabido adecuarse tanto a los cambios sociales como a los vaivenes de la moda. Durante sus sesenta años no ha parado de reinventarse en todas las formas y materiales; desde el recatado y almidonado modelito original hasta las diferentes versiones que pudieron crearse gracias a la ultraestirada lycra.
Sin contar las variaciones como la creada en 1964 por el excéntrico diseñador norteamericano Rudi Gern-reich que se atrevió con el monokini -que precedió al boom del topless- y todo el destape que suscitó en 1974 el nacimiento de su hermana, la tanga, en Brasil.
LITERATURA & CINE. Para Kelly Killoren Bensimon, una ex modelo norteamericana que este año lanzó El libro del bikini, el minúsculo traje de baño es una prenda adorada y castigada por las mujeres. Mientras algunas la adoran por haber ayudado a la emancipación femenina, otras la castigan por resaltarlas como un objeto de deseo.
La autora asegura que durante los primeros años de su aparición, el bikini solo fue sinónimo de polémica y hasta de prohibiciones legales. Pero eso mismo, no hizo más que aumentar su poder de seducción y sensualidad. En Hollywood, la prenda estaba prohibida y actrices como la nadadora Esther Williams se lanzaron en picada porque les parecía inmoral, y en Brasil sus adversarios se agruparon en una asociación antibikini.
Lo mismo sucedió en las playas de Italia, Portugal y España. Más ideologizada, Rusia lo consideró como un "ejemplo del capitalismo decadente". Inclusive la liberal Francia estuvo complicada, cuando en 1948 el alcalde de Biarritz prohibió el dos piezas en las playas de la ciudad.
BOOM BARDOT. El debate sobre si llevar bikini significaba estar desnuda o vestida encendió los ánimos por mucho tiempo, hasta que Brigitte Bardot salió en defensa pública de la prenda. En 1953 apareció una de las primeras sesiones fotográficas en las que el bikini era el protagonista. Luego vino su película, Y Dios creó a la mujer, dirigida por su marido Roger Vadim, en la que la estrella francesa apareció en pantalla grande con la polémica prenda de baño y, desde Cannes a Saint-Tropez, el bikini pudo consagrar su dominio.
Lo mismo pasó en España, donde Benidorm, Marbella y Santander fueron los primeros balnearios que en plena época franquista permitieron lucir el dos piezas.
De ahí en más, el minúsculo bañador fue tan resistido como admirado durante las décadas.