Andrea Ghidone: "Haber sido vedette fue una etapa necesaria"

Andrea Ghidone

EL PERSONAJE

La bailarina y actriz regresa a Montevideo con su espectáculo Madame Tango. Luego de más de una década en Buenos Aires, hoy es una empresaria rioplatense.

Venía en un camino ascendente, que la reafirmaba no solo como figura en el escenario sino también como productora de sus propias puestas en escena. La llegada del covid-19 le cortó todo y Ghidone se encontró con toda una producción que no podía presentar, ni de este ni del otro lado del río. Fueron días complicados y de incertidumbre. El panorama no era el más auspicioso, y Andrea Ghidone se tuvo que bancar la falta de trabajo y el hecho de no saber cuándo podría volver a reencontrarse con una audiencia.

Tuvo que cortar una racha que había arrancado en 2017 con Madame Tango —un show musical y de danza en el que se cuenta la historia de una mujer que elige al tango antes que a un hombre como el principal amor, con guión de la propia Ghidone— en la famosa calle Corrientes. Dicen que las grandes cosas tienen pequeños comienzos, y en el caso de Ghidone lo primero habían sido ocho funciones contratadas para uno de los tantos teatros que engalanan esa avenida. Pero esos ocho primeros shows fueron dando pie para nuevas contrataciones y aquello que había comenzado con unas pocas funciones, como para tantear el mercado, se extendió a un año y medio, sin parar. Era casi para tirar manteca al techo. Pero, como ya se sabe: #pandemia.

Madame Tango no es la única producción de Ghidone. Si uno repasa su web oficial puede apreciar que ya tiene varias propuestas producidas, todas en torno al género musical más importante del Río de la Plata: Tango secreto, Dos orillas, Raíz y tango...

¿Siempre fuiste una apasionada del tango?

—Desde chiquita, es algo que siempre cuento y que está en uno de mis monólogos: era el único momento en que veía a mis papás abrazados. También estaban mis vecinos en Paso Molino, los Daria. Los domingos a las nueve de la mañana eran un clásico, porque sonaban sus discos de pasta. Los Daria eran una familia numerosa, y se unían en torno al tango. Mi papá también tuvo que ver con mi pasión por esa música, porque años después me presentó gente del tango en Uruguay, como Nelson Pino.

La carrera de Ghidone arrancó entre lo que hoy se denomina fitness y actuaciones en teatro. Cuando dejó la infancia atrás, estudiaba Ciencias Económicas y trabajaba en un gimnasio.

Andrea Ghidone
Andrea Ghidone

Su madre tuvo bastante que ver con la actividad física, porque había emprendido en ese rubro. “Era profesora de Educación Física, y empezó con un gimnasio en casa. El living era donde daba clases, y donde había sido mi cuarto puso la ‘sala de aparatos’. Yo me fui a dormir al cuarto de mi hermana. Así estuvimos un par de años, hasta que pudo abrir su propio local. Ahora hay tres gimnasios por barrio, pero hace 50 años no era algo común. Para mí, mi mamá fue una audaz, y encontró la manera de trabajar en su casa y atendernos a nosotras”.

Los primeros pasos de Ghidone ante un público fueron en obras de teatro, una época que ella define como “amateur”, pero en un momento sintió el llamado de pasar a un próximo nivel.

“En Uruguay no vivía de la danza o la actuación, sino que estudiaba para economista y trabajaba en un gimnasio. Ahí estuve como seis años. Ya tenía ese histrionismo cuando daba clases, además juntaba gente, seleccionaba personal... Todo eso contribuyó a formarme para luego ser productora, sin duda. Y aunque no terminé la carrera de Economía, aprendí las nociones de administración de empresa”.

En 2008, cuenta, empezó a viajar y al año siguiente le surgió una posibilidad de trabajar en Buenos Aires. Estaba en camino para poder vivir de bailar y actuar. “Fue una felicidad inexplicable. Aunque me fui a vivir lejos de mi familia, sabía que tenía el apoyo de ellos”.

Sin prisa ni pausa, Ghidone empezó a hacerse notar. Un día estaba en un espectáculo como una más del cuerpo de baile. Un poco más adelante, primera bailarina. Aún más adelante, media vedette. Y finalmente, vedette.

—¿Cómo fue haber sido vedette?

—Fue una etapa necesaria. Demasiada exposición, ¿no? Haber sido vedette me dio mucho laboralmente. Tengo muy lindos recuerdos de, por ejemplo, trabajar con Los Nocheros una temporada entera. Gente reconocida a nivel popular, conocerlos, ver cómo ellos tratan esta profesión, aprender de ellos, y de muchos más.

No solo aprendió viendo a otros. Tuvo que resolver cuestiones prácticas para las que tuvo que aprender a coser, a peinarse y maquillarse, a diseñarse el vestuario, a improvisar y resolver. “Una escuela. Y no me salteé ningún escalón, los hice todos”.

Eso contribuyó a sentar los fundamentos para lo que vendría después, cuando tomó las riendas de sus anhelos. Antes tuvo que poner el cuerpo, literalmente. Pero eso, cuenta ahora, le dio un plus que se tradujo en mayor seguridad y confianza. Y, según dice, no es solo mostrar el cuerpo. “Mucha gente piensa que es solo ponerse en bolas. Pero hay que salir al escenario y bailar. Hoy gracias a Dios eso pasó a un segundo plano, y vemos todo el tiempo en redes sociales a gente que muestra el cuerpo y hace cualquiera y no pasa nada. En ese momento había que ser valiente y demostrar que no solo tenías el cuerpo para continuar, sino que había que tener cabeza y ser profesional, porque sino capaz que podés hacerlo un año, o dos. Pero no más”. Y ella fue vedette durante cinco años consecutivos.

Con ese plus, y con lo que había aprendido, empezó a producir sus propios espectáculos. Como ya se mencionó, venía pisteando como una campeona. Pero la pandemia la agarró en Uruguay, de visita. Tenía la ropa que había empacado para una estadía corta y poco más. Sin poder volver a Buenos Aires, y sin saber cuándo podría volver a tener un espectáculo vendiendo entradas, se puso a reconstruir como pudo su faceta profesional en su país, y aunque reconoce que no conocía mucho de la escena tanguera local, se propuso descubrirla y conocerla. En total, se quedó dos años en Montevideo, y se mudó a El Prado. Hoy está de nuevo trabajando, principalmente en Buenos Aires, pero también acá. “Estoy yendo y viniendo, aunque vivimos mayoritariamente en Buenos Aires porque mi hija estudia acá”.

—¿Qué es lo mejor de vivir en Buenos Aires?

—(Piensa). No es que sienta que es mi lugar en el mundo, pero profesionalmente tiene un componente expansivo, que te da muchas posibilidades. Y mi trabajo me completa, por eso disfruto tanto de estar acá. Es una ciudad verdaderamente cosmopolita, tengo amigas de muchos países y hay una diferencia cultural, en eso de sentir que es una ciudad que nunca para. Acá se ven cosas que allá por ahí no se ven. En Uruguay no es que seamos más cerrados, sino tal vez más tradicionales. Lo mejor de vivir acá es mi trabajo y los amigos que he hecho.

Ahora que tiene que atender temas como presupuestos, logística y otros menesteres de la producción, también tiene metas. Dice ser consciente de que no tiene una gran trayectoria como guionista o directora, y que contrata a referentes en esas áreas desde la humildad. Pero tiene claro a lo que apunta. “Tengo una visión de qué es lo que quiero que la gente reciba en el momento en el que está viendo el espectáculo: que se conmueva, que disfrute, que esos tangos le recuerden a momentos especiales de sus vidas. Cuando termina el show y salgo a saludar, si percibo que eso ocurrió, siento que logré mi meta. Y la felicidad es plena”.

Sus cosas

Un texto de tango
Discépolo
Enrique Discépolo

“¿Saben por qué el tango se baila en dirección contraria a las agujas del reloj? Para que el tiempo se detenga y la vida se inmortalice en ese abrazo conmovedor que une por tres minutos a dos almas sensibles, que se consuelan mutuamente de los males que la agobian. Para esos dos que se abrazan, el tango es un salvavidas”

Un lugar en buenos aires
El café Tortoni es un clásico bonaerense y desde donde Dolina hizo su programa durante años.
Café Tortoni

El clásico Café Tortoni es muy querido por Andrea Ghidone. “Tengo una amiga, Yamila, con quien nos vemos ahí habitualmente, como un ritual”, cuenta y agrega que le fascina la atmósfera y la historia del lugar, además de aquellos habitués que se convirtieron, con el paso de los años, en personajes.

Una enemiga
Amalia Granata. Foto: La Nación / GDA.
Amalia Granata

“Despiadada. Sin alma. No le importa nada”, dice de la actual diputada argentina. “Cuando estás en esto y hay riñas, es algo entre dos. Yo me la banco. Pero si lo que decís afecta a otros, ahí no hay perdón. Se retiró del espectáculo y se metió en política. Qué casualidad, ¿no?”

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