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Aldo Alfaro: "La perfección es la clave para lograr el éxito"

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ESTEFANIA_LEAL

EL PERSONAJE

Durante ocho años fue distinguido como mejor planificador de medios del Uruguay. Sus tres pasiones son la publicidad, viajar y la música electrónica.

En la agencia Media Office, que ocupa una planta de la Ciudad Vieja contigua a la Junta Departamental y con vista al puerto, se respira una atmósfera diferente. No bien ingresa un visitante, se topa con una parada de ómnibus montada como sala de espera en un séptimo piso. Cada rincón de esta agencia de planificación de medios, la única 100% uruguaya, fue pensado con esmero. Sobre todo el espacio de esparcimiento para sus 10 empleados, donde hay una mesa de pool, otra de ping pong, una ruleta de paño completa, rockola y hasta un viejo flipper. Todo está a tono con la decoración del lugar, en la que destacan un puff con forma de cubo Rubik y la esquina de un tablero de ajedrez con piezas gigantes que penden desde el techo. Toda la agencia se abastece con energía solar, recicla el agua de los aires acondicionados para regar las plantas y tiene sensores en las canillas que evitan desperdiciar el vital elemento.

La mente detrás de este emprendimiento publicitario es la de Aldo Alfaro (48), presidente de la Cámara Uruguaya de Agencias de Medios (CUAM), quien durante ocho años ha sido distinguido como mejor planificador del Uruguay, incluso compitiendo contra más de 10 agencias internacionales que operan en el mercado. Pero, además, Alfaro es una rara avis en una sociedad gris. Amante de la música electrónica (de la cual fue también productor), ha dedicado su vida a viajar y a otras grandes y pequeñas pasiones, como la de trasformar su cuerpo con tatuajes o coleccionar juegos de Lego.

“Me vinculo a la publicidad a los 18 años de forma fortuita. Yo era periodista deportivo, ya desde los 14 o 15 años, y hacía estadísticas en radios y en alguna revista que había en aquella época. Un día, en el Gallito Luis sale un aviso en el que pedían un cadete para una agencia. Me presenté y al dueño le servía que yo supiera dónde se encontraban los medios. En aquel momento no existía Internet y los cadetes teníamos que llevar los avisos a todos lados. Así arranqué en una agencia de tres personas que estaba en la Ciudad Vieja y se llamaba Comark”, recuerda al ser entrevistado por Revista Domingo.

“Siendo cadete en una empresa tan chica, terminás haciendo de todo. Cuando iba a los medios, me quedaba hablando con los jefes de avisos, lo mismo cuando iba a ver a un cliente. Y cuando empezás a entender, entrás a opinar”, señala.

Después de dos años de trabajo como cadete, empezó a buscar empleo en otras agencias, pero enfocado en los departamentos de medios. “Ahí me llaman de Grupo Tres, ya para trabajar como auxiliar de planificación. Era una agencia más importante, con 20 o 30 personas y con mucha actividad. Tenía tres dueños, que después se separaron. Y uno de ellos, Pablo Álvarez, formó Compás. Me fui con él y aprendí muchísimo, ya como director del Departamento de Medios”, recuerda.

Primera agencia uruguaya de planificación de medios

Con su espíritu siempre inquieto, decide emprender su propio rumbo y generar la primera empresa uruguaya de planificación de medios.

“En el mundo, los departamentos de medios empiezan a salir de las agencias de publicidad a fines de la década de 1980. Y en Sudamérica el fenómeno llega a partir del año 2000. Le planteé la idea a Pablo Álvarez y le llevé un plan de negocios, pero a él no le interesó, porque defendía el formato de la agencia de publicidad integral, full service. De esta forma, en 2006 armé Media Office, que era la primera agencia uruguaya de planificación de medios. Hoy somos 13 o 14 empresas en el mercado, pero las demás son todas internacionales”, explica.

Ocho veces fue elegido como mejor planificador de medios del país, de acuerdo a una encuesta que hacía Equipos Consultores entre los 100 principales anunciantes: “Mi teoría es que me eligieron durante tantos años porque soy el más conocido entre los planificadores de medios. No tengo ninguna prueba para decir que soy el mejor, pero dentro de la publicidad estoy muy activo y metido en una cantidad de áreas. Los creativos como el flaco (Claudio) Invernizzi, Pipe Stein, Álvaro Moré, Marito Tagliorettitienen mucho más glamour que los planificadores. Es posible que el único que los anunciantes conozcan sea yo (se ríe)”.

“Por otra parte, hay una forma en la que a mí me gusta trabajar: soy recontra súper meticuloso y riguroso con los datos. Y a los anunciantes les ha ido bien conmigo, lo cual me ha ayudado”, agrega. 

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Durante ocho años ha sido distinguido como mejor planificador del Uruguay.

Amor por viajar

Antes de la pandemia, Alfaro realizaba en promedio cinco viajes por año, ajenos a temas laborales. Uno de ellos para conocer un destino nuevo, otro para regresar a uno ya visitado, el tercero para concurrir a un evento deportivo, el cuarto para visitar a un amigo uruguayo que vive en el exterior y el último a un lugar en Sudamérica.

Su amor por los viajes proviene de su niñez, cuando vivió cinco años en el hoy peligroso Kurdistán turco, a 100 kilómetros de la frontera con Siria. “Mi viejo laburó muchos años en una empresa constructora italiana y estuvimos en varios destinos. En Turquía, desde 1982 hasta 1987. Y cuando él salía de vacaciones, no siempre nos veníamos a Uruguay; aprovechábamos a recorrer Europa y otros lados. Así que el tema de los viajes y lo de conocer lugares raros lo tengo inculcado desde chico. Siendo yo empleado también viajaba, juntaba guita y me iba a algún lugar de vacaciones”, recuerda.

Actualmente conoce más de 40 países, y si bien le gusta el turismo aventura, asegura que no es “tan osado” como otros viajeros. “En México fui a un hotel en medio de la selva sin ventanas ni separaciones, solo tenía mosquiteros. Fui ahí porque había una ruina maya que se había encontrado hacía relativamente poco y que solo estaba descubierta en un 3%. Más que ir a destinos exóticos, me gusta visitar lugares sobre los cuales hay que investigar mucho para poder llegar”, explica. Y asocia los viajes a otra de sus pasiones: “Como soy fanático del deporte, voy a distintos eventos. En el último Mundial de Rusia me quedé hasta que Uruguay fue eliminado y en el de Brasil (2014) estuve hasta la final. En 1990 ya había hecho todo el Mundial de Italia, hasta el último partido”.

Además, estuvo en juegos olímpicos, varias veces en la Copa América y en finales de la Champions League. “Me encanta el deporte y el ambiente que se vive en las ciudades, además de que en esos casos viajo con amigos y lo hacemos en otra sintonía, en otro modo”, anota.

El niño interior

En su oficina de grandes ventanales que dan hacia el puerto también hay barcos y grúas, pero construidos con piezas de Lego. “Los juegos también vienen de mi niñez, de cuando vivía en Turquía y viajábamos con mi viejo. Lego tuvo una gran expansión en esos años y después casi se funde. Le dieron una vuelta para salir a flote que fue la de hacer juegos difíciles de armar, porque se dieron cuenta que si se lo hacían fácil a los niños, ellos perdían motivación. Y a mí lo que me gusta es la perfección, porque como buen virgo que soy, busco que las cosas salgan perfectas. Lego representa eso: la pieza que calza perfecto. Vienen miles en una caja y cuando lo terminás de armar, no falta ninguna”, anota.

Uno de sus viajes que recuerda con más cariño fue el que hizo al pueblo danés de Billund, donde nació la marca Lego. Se hospedó en un hotel temático en el que hasta las papas fritas tenían la forma de los emblemáticos ladrillitos.

“Fui solo al hotel Legoland con 40 años (se ríe). Eran todas familias con niños porque cada espacio está pensado para ellos. En la recepción, por ejemplo, están todos los muñequitos que se han fabricado, que son miles. Y hay una bicicleta sobre una guía que va de un lado a otro. Sus ruedas son lupas y cada vez que pasan por delante de un muñeco, se ve más grande”, recuerda. 

La pasión por la música electrónica

Desde siempre las tres pasiones de Aldo Alfaro han sido la publicidad, los viajes y la música electrónica. “Para mí, más allá de una corriente musical, es un estilo de vida. Creo que te otorga determinadas libertades y conexiones que la hacen diferente. Yo la conocí cuando empezó en Uruguay porque casualmente vivía frente por frente a la casa de Fernando Picón, con quien somos amigos desde la infancia. Él fue de los primeros DJ que se vinculó a la música electrónica”, comenta.

A través de Picón, comenzó a conocer a otros disc-jockeys. “Uno de ellos fue Bruno Gervais, residente de La Locomotive de París, quien llegó a tocar en Uruguay porque este ícono mundial de los boliches abrió una sucursal en Punta Gorda. Él se hizo amigo de Picón y también mío y ahí arrancó todo. Después yo estuve de novio como 7 años y salí de la noche, pero luego volví y empecé a trabajar en la música electrónica”, explica.

Por esa época, Alfaro comenzó a organizar fiestas y hacer de manager de artistas, organizado un poco la escena que estaba bastante descompaginada después de la crisis de 2002. También traía DJs del exterior a tocar a Montevideo, un tiempo que -asegura hoy solamente como espectador de este género- es difícil que se repita por la pandemia.

“La verdad es que no creo que se vuelvan a hacer fiestas en el mundo como las de antes. Esos eventos multitudinarios, de 40.000 o 50.000 personas, eran viables por la cantidad de personas. Las estrellas mundiales cobran 150.000 euros por tocar dos horas”, concluye.

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