Hace 150 años nacía una de las figuras más determinantes del teatro rioplatense: Florencio Sánchez. Periodista, escritor, dramaturgo, activista y anarquista, vivió apenas 35 años, pero dejó una obra que aún hoy interpela y emociona. Y que, sin embargo, es ignorada por buena parte del Uruguay oficial y cultural. Los dos teatros que llevan su nombre no tienen obras suyas en cartel, no hay actos conmemorativos de gobierno y los actores más veteranos recuerdan pocas puestas en escena de sus clásicos.
Florencio Sánchez (Montevideo 1875 - Milán, Italia, 1910) fue mucho más que un dramaturgo. En sus inicios periodísticos, firmaba columnas humorísticas bajo el seudónimo Jack the Ripper, en medios como El Siglo y La Razón. Ya desde entonces usaba el humor y la ironía como herramientas de crítica social. Participó en la revolución de Aparicio Saravia en 1897, pero se desilusionó del nacionalismo armado y viró hacia el anarquismo, influido por figuras como Pietro Gori.
En Montevideo se integró al Centro Internacional de Estudios Sociales -el principal núcleo anarquista de la ciudad- y allí fue bibliotecario, conferencista y dramaturgo militante. En ese entorno creó obras como Ladrones y Puertas adentro, que luego evolucionarían hacia textos más conocidos, como Canillita. También fue impulsor del primer diario anarquista del país: El Trabajo.
Más tarde, en Rosario y Buenos Aires, se volcó con fervor al movimiento obrero. Apoyó huelgas, redactó manifiestos, fue censurado y perseguido. En Rosario llegó a ser apaleado en plena calle tras el estreno frustrado de La gente honesta, una obra que criticaba a un exjefe suyo vinculado al gobierno. En Buenos Aires, en pleno Estado de Sitio, sacó clandestinamente el periódico La Protesta, símbolo del anarquismo argentino.
Pero al margen de su vida política, su obra teatral marcó un antes y un después en Uruguay y Argentina. “Introduce algo que en el teatro rioplatense no existía: plasmar la realidad social de la época”, comenta a Domingo el escritor y periodista cultural Nelson Díaz. “Frente a un teatro dominado por comedias españolas y sainetes livianos, Sánchez utilizó esos mismos formatos para hacer crítica social”, añade.
Canillita (1902) es una su obras más emblemáticas. Estrenada en Rosario, narra la vida de un adolescente vendedor de diarios que vive en un conventillo. “Ahí aborda la pobreza, la inmigración, la solidaridad. Me parece que ahí está la importancia de Florencio Sánchez: usar el teatro como herramienta para reflejar la realidad”, señala Díaz. Aquel personaje callejero se volvió tan icónico que hasta el día de hoy representa a los vendedores de diarios en ambos márgenes del Plata. En Uruguay, el Día del Canillita se celebra el 26 de mayo, en este caso, en recuerdo de la muerte de Adrián Troitiño, fundador del Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas. Pero en Argentina se celebra el 7 de noviembre, fecha del fallecimiento de Florencio Sánchez.
Otras obras como M’hijo el dotor, Barranca abajo o En familia retratan con crudeza y sensibilidad los conflictos sociales, el ascenso de clase, la hipocresía burguesa, la decadencia familiar, la lucha obrera y la marginalidad.
Legado y olvido
Aunque en vida logró cierto reconocimiento, su final fue triste. Murió de tuberculosis en 1910, en Milán, prácticamente solo, luego de malgastar el anticipo de los derechos de sus obras. Sus restos fueron repatriados a Uruguay en 1921 y depositados en el Panteón Nacional.
Hoy, su figura sigue generando un incómodo contraste: mientras en Argentina su obra se celebra, en Uruguay “parece que los actores le esquivan el cuerpo”, observa Díaz. “Para algunos intelectualoides de la comarca está mal visto. Es como un autor demasiado popular o demasiado costumbrista, que toca temas que se consideran banales”.
En los últimos años, no llegó al cartel ni una obra suya en los dos teatros Florencio Sánchez del país. La encargada del teatro de Paysandú no recuerda una puesta en una década; el director del Centro Cultural del Cerro, que ocupa el cargo hace un año, tampoco (ver nota aparte). “Si uno repasa la cartelera teatral de los últimos años, prácticamente no hay obras de Florencio Sánchez”, denuncia Díaz.
Los personajes de Florencio Sánchez son aún reconocibles: inmigrantes precarizados, trabajadores explotados, jóvenes sin futuro, mujeres oprimidas, familias al borde del colapso.
“Fue un gran cronista de su época. Retrató un momento de transformación de la sociedad, con conflictos que siguen vigentes. Hoy los inmigrantes ya no vienen de España o Italia, pero siguen llegando por pobreza y esperanza, como entonces”, dice el periodista, encargado de la columna cultural del programa Justos y Pecadores de Radio Uruguay.
Mientras tanto, en Argentina, se hizo a fines de julio el Congreso Internacional Florencio Sánchez, en formato presencial y virtual. Participaron académicos, personas del teatro e investigadores de Argentina, Uruguay, Chile, Noruega, España, México, Panamá y Portugal, cuyas intervenciones fueron grabadas por el Instituto de Artes del Espectáculo de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Además de paneles, talleres y mesas de discusión sobre la producción del dramaturgo uruguayo, que muchos conocen por haberla estudiado en el liceo, se analizó desde distintas perspectivas metodológicas la vigencia y los valores de su obra.
El hombre que creó el premio
En medio del recuerdo por el sesquicentenario del nacimiento de Florencio Sánchez, emerge una figura clave en la proyección contemporánea de ese legado: Yamandú Marichal, periodista, crítico y creador del emblemático Premio Florencio.
En una charla distendida con Domingo, Marichal recuerda los orígenes de esa iniciativa que, desde los años 60, distingue a lo más destacado del quehacer teatral local. “Sí, eso sí es mío”, confirma con humildad cuando se le pregunta si la idea del premio fue suya. “Yo me sentí una persona más dentro de un ambiente que estaba necesitando reconocimiento, algo para nosotros. Y, de pronto, pensé en Florencio Sánchez, porque es inevitable”, relata.
Antes del Florencio, existía una medalla que premiaba al teatro, pero según Marichal, no terminaba de representar a la escena local.
Pese a las dificultades -tanto logísticas como políticas, sobre todo durante la dictadura- el Florencio logró consolidarse con el paso de los años. “Hubo un tiempo en que no se pudo entregar, pero siempre mantuvimos la idea de que debía resucitar. Y resucitó”, recuerda con orgullo. En ese regreso, Marichal evoca un momento clave: “El primer Florencio que dimos después del parate fue emocionante. La gente no cabía ni en los pasillos. Estuvo China Zorrilla en la platea, y vinieron actores uruguayos desde Argentina. Fue una verdadera fiesta del teatro”.
Para el crítico de espectáculos, Florencio Sánchez no es solo un nombre icónico: “Creo que con él comenzó la carrera del teatro nacional. Hay otros nombres importantes, como (Ernesto) Herrera, pero él dejó una marca ineludible”, afirma. Por eso insiste siempre en decir el nombre completo del galardón: “El premio se llama Florencio Sánchez, no solo Florencio. Es un homenaje claro, sin ambigüedades”.
Además de idear el premio, Marichal también participó en la creación de la estatuilla. “Yo me quedé con la primera que hice, y después otro artista la mejoró (Eduardo Díaz Yepes). Tenía esa mirada tan típica de Florencio, ese ojo que parece que te observa”, comenta. Con los años, el galardón fue ampliando su espectro, sumando categorías y adaptándose a los tiempos. “El teatro va cambiando, es muy dinámico. Hay cosas que necesitan mejorar, y el premio ha sabido crecer con eso”, dice Marichal, quien aún hoy sigue participando activamente en las deliberaciones del jurado: “Me sigo reuniendo con mis compañeros de los primeros años para votar. El mejor espectáculo, la mejor dirección... seguimos con la llama encendida”.
A sus 89 años, Marichal enfrenta dificultades físicas que no le impiden seguir vinculado al teatro. “Tuve problemas con las rodillas, en algún momento anduve en silla de ruedas, pero sigo caminando. Voy a los estrenos, a todo. No me quedo”, asegura con firmeza. Esa voluntad es la misma que lo llevó a sostener el premio Florencio incluso en los momentos más adversos, guardando actas, reglamentos y notas “en tres o cuatro páginas donde estaba todo escrito: qué se puede hacer, qué no, cómo votar...”. Su enfoque fue siempre integrador, con el criterio claro de distinguir la excelencia escénica. “El teatro es el mejor espectáculo que existe”, afirma sin vacilar. Y si hay algo que lo define es esa pasión por el escenario, por los actores, por la ceremonia del arte en vivo. Un amor que, al igual que el premio que creó, no envejece.
Los intérpretes y el autor
El uruguayo Osvaldo Reyno (cumplió 88 años esta semana) tiene más de 60 años como escenógrafo, hizo más de 600 puestas en escena y ganó 14 Premios Florencio. Sin embargo, como figura del teatro independiente (y “ciudadano ilustre” de Montevideo desde este año), no recuerda haber participado nunca en una obra de Florencio Sánchez. Las que se han hecho, en general, han sido interpretadas por la Comedia Nacional, que este año incluyó en su cartelera la poco conocida obra del dramaturgo que lleva por nombre Los derechos de la salud.
A nivel de teatro independiente, puede verse los sábados y domingos de agosto, a las 16 horas, la obra El Desalojo en el Multiespacio Timbó (Maldonado 1493 esq. Martínez Trueba).
La misma aborda la problemática social de la pobreza y la injusticia en un conventillo de Buenos Aires a principios del siglo XX.
Consultado por Domingo, Reyno fue coincidente con Díaz en que el famoso dramaturgo ha sido muchas veces “ninguneado”. Incluso por los propios actores. “Es horrible lo que voy a decir. Pero cuando éramos jóvenes, lo que estaba bien visto era interpretar obras de autores clásicos y extranjeros, como Shakespeare por ejemplo”, comenta.
Pese a que valora las distinciones que ha recibido a lo largo de su trayectoria, Reyno asegura que nunca le interesó acumular estatuillas. Es más, dice que conserva solamente “2 o 3” y que las otras se las ha regalado a amigos que se las pidieron o fueron a recogerlas en su ausencia. “Los Florencios están para eso: para darte fuerza y seguir creando. No es para decir ‘tengo tantos’ y quedarse ahí, sino para seguir investigando, trabajando. Si no, no tiene sentido”, reflexiona en entrevista con Domingo.
Su primer galardón lo recibió cuando tenía apenas 22 o 23 años. “Fue muy importante porque era un momento especial para mí. Eso te da fruto para seguir perfeccionando lo que hacés”, recuerda. El anecdotario que acompaña ese debut premiado es digno de una comedia de enredos: “No sabía que estaba ternado. Llegué tarde, no tenía entrada, y el portero del Solís no me dejó pasar. Me tuve que quedar en el pasillo, mirando a través de las cortinas cómo me nombraban. Y cuando me lo dieron, ni lo podía creer”.
Consultado sobre su vínculo con la obra de Florencio Sánchez, Reyno es directo y algo melancólico. “No recuerdo bien si trabajé en alguna obra de él. Creo que sí, en El desalojo, pero no estoy seguro. Fueron muchas las obras que hice en mi vida”.
Lo que sí tiene muy claro es el lugar que ocupaban los textos de Sánchez en las programaciones teatrales del Uruguay de mediados del siglo XX: uno secundario. “En esa época, lo importante era hacer Shakespeare, Arthur Miller, autores extranjeros. Hacer a Florencio Sánchez no tenía el mismo peso. Era visto como una escala más baja, como algo menor. Y eso es terrible”, afirma.
Para Reyno, se trató de una época dominada por un error cultural de fondo: “Creíamos que todo lo que venía de afuera era mejor, incluso los actores extranjeros. No teníamos la fuerza para defender lo nuestro. Es triste, pero fue así”, remata.
A pesar de su legado indiscutible en el teatro rioplatense, la figura de Florencio Sánchez permanece hoy en un lugar marginal dentro de la programación teatral uruguaya. A 150 años de su nacimiento, el autor de Canillita y Barranca abajo sigue esperando una relectura que lo acerque a las nuevas generaciones y recupere su lugar en la escena nacional.
Una ciudad en Colonia, una plaza en el Parque Rodó y una calle en Pocitos
Existe una localidad llamada Florencio Sánchez en el departamento de Colonia, cerca de la frontera con Soriano. La ciudad se encuentra en la confluencia de las rutas 2, 12 y 57, separada de Cardona por la vía férrea.
Las ciudades de Florencio Sánchez y Cardona se consideran parte de una misma comunidad debido a su proximidad geográfica, vínculos históricos, dinámicas económicas, servicios, instituciones y lazos personales. Si bien políticamente constituyen municipios separados, pertenecientes a diferentes departamentos y con autoridades diferentes, en el día a día de los florentinos y cardonenses no existe división alguna.
Florencio Sánchez fue declarado oficialmente como pueblo en 1929, luego fue elevado a villa en 1984 y finalmente a ciudad en 1995. En 2013 se creó el municipio de Florencio Sánchez.
En Montevideo, a metros del Teatro de Verano y del Castillo del Parque Rodó, se encuentra la Plaza Florencio Sánchez, con su monumento alusivo.
Obra del escultor Luis Cantú, el monumento fue inaugurado el 25 de mayo de 1936, en el centenario de la independencia nacional. La figura central se apoya sobre un sólido basamento de granito, decorado con relieves que evocan personajes y situaciones de sus piezas más conocidas, como Canillita, La gringa o M’hijo el dotor.
También hay una calle, de una cuadra, que lleva su nombre en el barrio Pocitos de Montevideo, entre Enrique Muñoz y Libertad.
Un teatro Florencio Sánchez en el Cerro de Montevideo y otro en Paysandú
Enclavado en el corazón del Cerro de Montevideo, el Centro Cultural Florencio Sánchez se ha convertido en un verdadero faro para la zona oeste de la capital. Bajo la dirección de Luis Musetti, este espacio no solo es una sala de espectáculos, sino un centro de formación, creación, memoria y encuentro barrial. Su programación articula lo emergente con lo profesional, y lo popular con lo académico. El “Florencio”, como lo conocen los vecinos, funciona todo el año con actividades gratuitas o a bajo costo, abarcando múltiples disciplinas y generando un entramado comunitario sostenido.
“A través del programa Artes del Cruce, recibe obras de teatro independiente, circo y danza. En cuanto a la música, el Florencio Centro Musical promueve conciertos de artistas emergentes y consolidados, con el objetivo de posicionar a la sala dentro del circuito musical más importante de Montevideo”, comenta Musetti a Domingo.
Otra de las patas fundamentales de la programación es el cine. Gracias a la coordinación con Montevideo Audiovisual y el programa Oeste Audiovisual, todos los jueves se realizan funciones gratuitas. Dentro de este marco se destaca Fuera del Aula, un ciclo especialmente dirigido a infancias, adolescentes y públicos institucionales, con funciones matutinas.
Además, el Florencio ha sido anfitrión de producciones de cuerpos estables como la Comedia Nacional -que presentó Carne Viva-, la Banda Sinfónica y la Orquesta Filarmónica, que participan con conciertos y giras barriales. También se han impulsado coproducciones destacadas, como la reciente puesta de El Caso Nevenka.
El centro cultural tiene también una fuerte impronta educativa y de formación artística. A lo largo de la semana se desarrollan talleres estables de teatro para adolescentes y adultos, teatro comunitario, maquillaje escénico y coro. En este último rubro, destaca el Coro Las Voces de Florencio, que representa uno de los pilares afectivos y artísticos del lugar. “Es un coro que tiene bastantes años de trayectoria y una actividad muy sostenida”, anota Musetti.
Otra línea de trabajo importante es el programa de residencias artísticas, que ofrece espacio para ensayos y procesos creativos. En el primer trimestre del año, se llevaron adelante residencias de circo, danza y performance, varias de las cuales culminaron en funciones abiertas al público.
El “otro” teatro Florencio Sánchez de Uruguay es el que se encuentra en Paysandú, un edificio patrimonial y una verdadera joya de la escena nacional.
Construido en el siglo XIX, se estima que su origen se remonta a las décadas de 1860 o 1870. Hoy, más de 150 años después, el Teatro Florencio Sánchez de Paysandú no solo conserva su valor arquitectónico como edificio patrimonial, sino que se consolida como epicentro de la vida cultural del departamento.
“El teatro es patrimonio. Es el centro de atención, es recontra importante porque se hace todo acá”, comenta a Domingo Laura Lupay, encargada de la sala, en la que trabaja desde hace casi una década. Para los sanduceros, asegura, este edificio de 530 butacas es mucho más que un lugar para espectáculos: “Es el corazón de la cultura”.
La programación del teatro es tan diversa como intensa. Solo en este mes, por ejemplo, están previstas presentaciones de academias de danza, un homenaje en la Noche de la Nostalgia y actuaciones de centros CAIF, con niños ejecutando instrumentos musicales en escena. “Son unos 20 niños, cada uno con su instrumento, y es una de las actividades que más disfrutan las familias”, señala Lupay.
Además, la cartelera incluye espectáculos de stand-up, como el reciente show de la humorista Florencia Infante, así como obras teatrales de compañías locales, de Montevideo y de Buenos Aires. “Tenemos un poco de todo, es todo variado”, resume la funcionaria. En total, el teatro recibe entre 30.000 y 40.000 personas al año, una cifra significativa para una ciudad de poco más de 70.000 habitantes.