Poesía y resistencia

“Y vendrán a detenerme a medianoche”: el poeta uigur Tahir Hamut Izgil y la represión en China

Acaba de publicar sus memorias en prosa, una crónica de fuerte carga poética

Tahir Hamut Izgil © Mattéo Deneux.jpg
Tahir Hamut Izgil
(foto Mattéo Deneux, detalle)

por László Erdélyi
.
Si la poesía es el refugio último de la libertad, ésta encuentra hoy expresión en el trabajo del poeta uigur Tahir Hamut Izgil, integrante de una etnia minoritaria en China que viene siendo perseguida de forma feroz desde hace algo más de una década por el gobierno chino de la etnia han con sede en Beijing. Antes de ser detenido y enviado a un campo de concentración —como le estaba ocurriendo a sus colegas poetas, amigos, familiares, de hecho él ya había estado detenido años antes— logró sacar a su familia desde Urumqi, la capital de la región autónoma china de Sinkiang, a los Estados Unidos, radicándose en 2017 en las cercanías de Washington D.C. La adaptación al nuevo país no fue sencilla, al principio —como tantos exiliados— fue chofer de Uber, y a instancias de intelectuales norteamericanos escribió un libro sobre su periplo reciente, que llega ahora como Vendrán a detenerme a media noche, Memorias de un poeta uigur sobre el genocidio en China, recién publicado por Libros del Asteroide.

No es un libro de denuncia más, porque Hamut Izgil no solo es un señor poeta, es alguien que teje desde las fibras más íntimas cómo se va lidiando, día a día, con la presión de policías y agentes secretos que te llaman a cualquier hora a tu casa o al trabajo y te quitan el móvil y te piden, sin modales, la clave, o que te consideran sospechoso por haber viajado al exterior, o por frecuentar cierta mezquita —los uigures son musulmanes sunitas, cuya lengua es de origen túrquico. El poeta, entonces, pone todos sus recursos linguísticos y su sensibilidad para mostrar el lado brutal de la represión, su rusticidad, su obscenidad, su ignorancia.

Centro de estudios. El libro abre con una suerte de “poética del interrogatorio” bajo un totalitarismo, donde Hamut Izgil deja al desnudo el accionar de la autoridad a través de diálogos inverosímiles. La cita con unos agentes puede derivar en un largo interrogatorio sobre las cuestiones más banales o, en el peor de los casos, para comunicarte que irás a “estudiar”, eufemismo utilizado por el gobierno chino para enviarte a un “centro de estudios”, un campo de concentración. Si éste es el caso, te llevarán con lo puesto, y las familias se apañarán para alcanzarte algo más de ropa, si hace frío. Reina la incertidumbre y la angustia, pues eso puede suceder cualquier día, hora. Se calcula que ya son más de un millón los uigures detenidos en estos campos, lugares que han recibido denuncias de trabajo esclavo sobre productos allí fabricados que se exportan incluso a Occidente.

“Era importante dar la impresión de que no tenía la menor idea de por qué me llevaban a la comisaría” relata el poeta. “Disfrutaban viendo el miedo, la angustia y la confusión en las caras de la gente.
—¿En qué trabaja? —me preguntó Ekber. No era un interrogatorio; me estaba poniendo a prueba.
—Soy director de cine —fue mi escueta respuesta.
Asintió y siguió haciendo preguntas.
—¿Escribe también guiones?
Esto me hizo pensar si me habrían detenido por lo que escribía.
—No, dirijo los guiones que otros escriben.
Cité los nombres de tres guionistas. Uno de ellos era mi amigo Perhat Tursun.
—Perhat Tursun… ¿No es el que insultó a nuestro profeta Mahoma?
Me sorprendió este comentario en boca de un policía, pero enseguida me sobrepuse. Seguramente quería hacerse una idea de cuáles eran mis creencias religiosas. Aun así, sus palabras me molestaron.
—¿Ha leído usted la novela en la que Perhat Tursun supuestamente insulta al profeta? —Mi voz delataba mi irritación.
Ekber no parecía dispuesto a dar su brazo a torcer.
—No, he leído el ensayo sobre la novela.
—Le sugiero que lea la novela —insistí—. Los funcionarios del Gobierno tienen que ser rigurosos”.

Vendrán a detenerme a media noche abre con una cita del poema “Elegía” de Perhat Tursun,
.
Cuando busquen en las calles
y no encuentren mi figura perdida,
recuerda que estoy contigo.
.
El libro de Tursun, El arte del suicidio, trató cuestiones tabú en la literatura uigur e incómodas para el gobierno chino como ser la alienación, la sexualidad, y el suicidio. Era un libro desafiante que recibió, de un crítico conservador, la falsa acusación de que insultaba al Profeta. El poeta fue amenazado de muerte. Más tarde fue enviado a “estudiar”, y ya en el exilio, Hamut Izgil recibió la noticia de que su amigo había sido condenado a 16 años de cárcel.

Y así, sea manejando su Uber por las calles arboladas de Virginia, o mientras viajaba a alguna universidad norteamericana invitado a leer sus poemas, el poeta recuerda y teje lo que serán sus memorias, la vida diaria en la sociedad uigur que tiene tantos sin sensibilidad poética como en Occidente —en Sinkiang es difícil vender poesía—, sus reuniones con amigos, sus encuentros formales con otros colegas para discutir sobre crítica de poesía o sobre la influencia de Paul Celan en los jóvenes poetas uigures (el libro cierra con una cita de Celan, "Algo sobrevivió en medio de las ruinas. Algo accesible y cercano: el lenguaje"). Pero siempre a la sombra de los agentes que se presentan y preguntan por qué, cuándo, quiénes. Una estrategia posible para despistar era dejar sobre las mesas de los encuentros botellas de alcohol —los musulmanes no beben. El poeta recuerda uno de esos últimos foros donde participó Perhat Tursun. Ya habían extremado precauciones no abordando temas delicados, o evitando mencionar poetas históricos uigures que la autoridad consideraba críticos al gobierno. La policía llegó igual, pidió todos los carnets de identidad, y el buen clima se fue al diablo. Para distender, Hamut Izgil les leyó un poema suyo,
.
Que haya un hombre que viva en el invierno
que llene su bolsillo con la lluvia
y encuentre a un campesino
que siembra sus campos con semillas de viento
y le diga: “Aquí estoy”
Y luego a su regreso busque algodón en siete casas
y me lo enseñe entre sus dedos

Centro de estudios. La provincia de Sinkiang queda al noreste de China y es frontera de los países de Asia Central, un área de influencia turca y musulmana como ser Kazajstán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán, la histórica Ruta de la Seda. Sobre todo desde que llegó Erdogan a presidir Turquía. El propio Hamut Izgil recuerda haber sido tratado en Turquía como un “compatriota”, apenas se enteraban de su origen uigur. Para la etnia dominante han en China esto significa secesión, traición, de ahí la virulenta represión contra los 10 millones de uigures que quedan en Sinkiang, como también la colonización de los han que hoy son casi la mitad de la población. El clima de violencia, segregación y estigmatización del uigur es creciente, no solo en Sinkiang sino en el resto de China, al punto que cualquiera puede ser acusado de “terrorismo” sobre cargos inventados. El poeta, ante la prohibición de poner a los hijos ciertos nombres musulmanes, dice no conocer a nadie que le haya puesto a un hijo “Bin_Laden”. Confiesa que ha perdido toda esperanza de un posible diálogo interétnico, uno que permita una convivencia en paz y armonía.

Los motivos de detención son un misterio. Se habla de que son generados algorítmicamente por una computadora a partir de patrones que recibe la gigantesca base de datos de la policía. Como el carnet de identidad que porta cada uigur es escaneado al ingresar a cualquier lugar, un motivo puede ser haber ingresado a una mezquita que no es la habitual, por ejemplo. Tras la detención deben notificar a las familias, pero no suele ocurrir. “Cuando comenzaron las detenciones en masa (...) sencillamente desaparecían”. La delación de un vecino o conocido también era una posibilidad, por el creciente clima de paranoia. Los comités del barrio organizaban actividades como prevención de “ataques terroristas”. Si no colaborabas eras sospechoso. Era cuestión de tiempo que “todos empezaron a sentirse policías y se aficionaran a vigilarse y delatarse mutuamente. Estarían siempre dispuestos a enfrentarse a enemigos indefinidos y, al mismo tiempos, sentir ellos mismos que eran el enemigo”. Escribe Hamut Izgil,
-
Observan
el sol, a la tierra
el rayo, a un árbol,
el tigre, a una gacela
la noche, al día
el tiempo, a un río
Dios, al hombre
el arma, a un torso
Esto es la paciencia,
invencible, implacable, eterna
-
Cuando intuyó que en cualquier momento “vendrán a detenerme a media noche” tuvo junto a su cama una pila de buena ropa de abrigo para echar mano, no fuera que se lo llevaran en pijama. Ahí fue cuando decidieron irse y tomaron el primer vuelo disponible, uno de Beijing a Boston. Hacía tiempo que se venían preparando, tuvieron un primer rechazo de visa en la embajada de Estados Unidos en Beijing, luego esperaron, les sugirieron viajar a Europa como turistas en un tour controlado por el Estado para no tener el pasaporte en blanco, y con ese antecedente se las concendieron. Nunca importó que fuera un intelectual relevante en Xinjiang, ni que su detención era inminente. Es que los refugiados, sin importar la violencia que los expulsa de su país de origen, son un número más en este mundo que no solo los ignora, sino que suele volver a perseguirlos, duplicando su drama, indefensión y soledad. Escapar, emigrar, conseguir asilo, y adaptarse a la nueva vida es un trasiego doloroso que Hamut Izgil describe con la sutileza y el ritmo de alguien con amplios recursos linguísticos y una sensibilidad poco común. Todo el libro tiene la musicalidad de un gran poema, uno que revela una de las grandes tragedias humanas de nuestra época. Escribe Hamut Izgil,
-
Luego del agua del exilio
luego de los encuentros clandestinos
luego de la profunda colisión
luego de los abrazos extraños
luego de solidificarse como el hielo
luego de un infinito triturar
luego de rodar en silencio
luego de tanto fastidioso pulir
y
luego de tantos inútiles olvidos
al final
los granos de la arena se volvieron piedra

VENDRÁN A DETENERME A MEDIA NOCHE, de Tahir Hamut Izgil. Libros del Asteroide, 2024. Barcelona, 252 págs.

 

Vendrán a detenerme a medianoche - Tahir Hamut Izgil - Frontal.jpg

Poesía que no perece en la traducción
.
Vendrán a detenerme a media noche es una crónica en prosa con poemas insertos, en su mayoría del propio autor. Con introducción de Joshua L. Freeman, todo fue traducido por Catalina Martínez Muñoz. Dijo alguien alguna vez que si una poesía traducida mantiene en su nueva lengua todo su vigor, es la prueba de que su autor es un gran poeta. Eso sucede con Tahir Hamut Izgil.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar