Vampiros, árabes y monstruos

 20090305 257x600

Silvio Galizzi Flores

TRES ANTOLOGÍAS de relatos de aparición reciente pretenden una aproximación al universo de libros muy conocidos, dos reales y uno imaginario.

Las dos primeras, de la española Editorial 451, en su colección Re:make, procura, como el nombre en inglés lo indica, rehacer o recrear el Drácula de Bram Stoker y los tradicionales cuentos de Las mil y una noches.

Si bien el vampiro creado por el escritor irlandés en 1897 no fue el primero de la literatura, sí fue el fundador del mito, generando una incontable cantidad de libros y películas. Entre otros, escritores como Stephen King, Fritz Leiber, Anne Rice, Richard Matheson, Horacio Quiroga, y directores de la talla de F.W. Murnau, Terence Fisher, Tod Browning, Roman Polanski, Werner Herzog, Francis Ford Cóppola y John Carpenter, han revivido y dado muerte una y otra vez a Drácula o a sus discípulos. Por más luz solar, estacas, cruces y agua bendita que se le opongan, el espectro de la Transilvania mítica se empecina en volver.

La atracción que generan los vampiros es tan grande que hasta la serie de Stephenie Meyer, Crepúsculo (Twilight), bate récords de ventas, desplazando al propio Harry Potter. Y eso a pesar de que la autora confiesa no haber leído ni visto jamás Drácula, porque la sangre le impresiona y le resulta asquerosa, y además su religión mormona se lo prohibe. Con tales antecedentes, su saga de cuatro volúmenes -que acaba de llegar al cine con gran éxito-, es apenas un melodrama sensiblero y ultraconservador sobre vampiros adolescentes. El vampiro protagonista se abstiene de beber sangre humana por razones éticas, y su pareja humana prefiere morir antes de abortar el engendro medio vampiro concebido por ambos (luego de casados, faltaba más), que poco a poco está matándola. Los vampiros dan para todo, incluso para propagar con metáforas ramplonas la ideología conservadora en materia de abstinencia sexual, aborto, homosexualidad, etc.

CAPA Y COLMILLOS. Volviendo al "Drácula" del sello español, éste convocó a siete escritores contemporáneos de habla hispana para que ofrecieran nuevas visiones del monstruo. Por ejemplo Gustavo Martín Garzo en "El príncipe de las tinieblas", traza una eficaz viñeta de niñez pueblerina en Valladolid, entrelazando el recuerdo de la muerte de un compañero de clase con el Drácula cinematográfico.

Es Renfield, el sirviente del Conde, internado como de costumbre en un psiquiátrico, quien da la cara en "Vampiros en Weimar", del gijonés Ricardo Menéndez Salmón. Además del toque psicoanalítico, la historia incluye referencias a Nietzsche y deja sobrevolar la idea de que hubiera resultado tranquilizador para todo el mundo que los nazis fueran vampiros en lugar de seres humanos.

Lo mejor del volumen es el aporte de la uruguaya Carmen Posadas, "Carta dirigida a las novias de Drácula…", donde recrea el estilo epistolar del original, con la diferencia, no menor, de que aquí es el vampiro quien toma la palabra. Se introduce así al lector en las regocijantes aventuras del Conde, en un Londres donde se pasea con elegancia por aristocráticos salones, codeándose con Oscar Wilde, Lewis Carroll, el propio Stoker y, cuándo no, Jack el Destripador. Si los vericuetos de la personalidad de este último despiertan en Drácula un interés casi antropológico, la revelación final sobre su verdadera identidad ofrece una interesante vuelta de tuerca.

El argentino Santiago Sequeiros enriquece la edición, muy cuidada, con una ilustración a doble página color, con reminiscencias del grabador mexicano Guadalupe Posada.

EN OTRAS TIERRAS. Si existe una obra representativa de la literatura oriental, es Las mil y una noches, que ha influido en forma sustantiva en la literatura occidental. También en este caso fueron siete los escritores convocados para aproximarse a esa fuente plena de leyendas y fantasía, con enfoques contemporáneos. El lector se reencuentra así con personajes como Simbad, Aladino, Sherezade o Ali Babá.

Los intentos más logrados corren por cuenta del chileno Luis Sepúlveda, el argentino Mempo Giardinelli y nuestro compatriota Mario Delgado Aparaín. En "La lámpara de Aladino", el protagonista de Sepúlveda es el "Turco", una suerte de mercachifle itinerante, que en Tierra del Fuego se dedica al trueque con los indígenas locales, los kawésqar. La historia encierra una reflexión sobre la miserable condición humana, que permanece inmutable a través de los tiempos, pero también sobre el amor, aunque éste sea fugaz, por una sola noche y aparentemente a cambio de una manta.

Giardinelli ubica la fábula de "Ali Babá y los cuarenta ladrones…", en el corazón del Chaco, para trazar una feroz alegoría de la Argentina menemista. Los delincuentes se desplazan en lujosas 4x4 de vidrios polarizados, tienen aire de empresarios, funcionarios o incluso artistas de la farándula. Beben Chivas Regal, sus mujeres son rubias oxigenadas y el boliche del perdido pueblo chaqueño se llama "La Biela", demostrando de paso que quien roba (o asesina) a otro ladrón, tiene cien años de perdón.

"La historia de Abdula, el mendigo ciego" de Delgado Aparaín, transcurre en el Chuy actual, pero retrotrayéndose a épocas de la dictadura, para narrar la venganza de una de las víctimas de un mezquino confidente de la represión, que utiliza para concretarla algo tan prosaico como la mierda de gato. Lo irónico del caso es que el soplón terminará en Cuba, deambulando con un bastón blanco entre once millones de esos comunistas a los que tanto odia.

El intento de renovación no resulta fallido, rescatándose no menos de media docena de buenos relatos entre las dos antologías.

POBRE NECRONOMICON. Menos suerte corrió la aproximación a El Necronomicón. Este libro maldito, a pesar de haber existido solamente en la imaginación de H. P. Lovecraft, no es por ello menos conocido. Supuestamente escrito por el árabe loco Abdul Alhazred, se decía que su sola lectura conducía inexorablemente a la locura, al develar la existencia de los Primigenios, entidades malignas que habitan en una dimensión paralela a la humana. Entre otras blasfemias, el tratado proporcionaba fórmulas y ritos para invocar a estos antiguos dioses.

El universo creado por Lovecraft con sus Mitos de Cthulhu, donde pululan enormes monstruosidades tentaculares y viscosas, desató toda una ola de homenajes e imitaciones a través de casi un siglo de existencia. La selección de cuentos, ensayos y otros escritos que integran la presente edición no resulta de las más afortunadas, desmintiendo aquello de que las antologías son muy desparejas por antonomasia. Ésta, por el contrario, es parejamente mala. Los textos no aportan absolutamente nada novedoso a la cosmogonía lovecraftiana, reiterando hasta el hartazgo los ingredientes de la receta creada por el maestro, pero careciendo de la chispa de inspiración y talento que animaba a su creador. La mayoría resulta no solo farragosa sino también imperdonablemente aburrida. Y eso a pesar de contar, entre otros, con reconocidos autores de ciencia ficción y horror como L. Sprague de Camp, Robert Silverberg, Lin Carter y Frank Belknap Long, todos muy lejos aquí de sus mejores trabajos. Esta antología se encuentra a años luz de la que publicó Alianza Editorial en 1969, bajo el título de Los Mitos de Cthulhu.

DRÁCULA, varios autores. Editorial 451, Madrid, 2008, 148 págs. LAS MIL Y UNA NOCHES, varios autores. Editorial 451, Madrid, 2008, 246 págs. NECRONOMICÓN, varios autores. La Factoría de Ideas, Madrid, 2008, 346 págs. Distribuye Gussi.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar