Un reflejo del corazón

 20091119 361x600

Mercedes Estramil

HOY, LA ACTRIZ francesa Audrey Tautou es la cara de uno de los perfumes más famosos de la historia: el Chanel nº 5. En el spot publicitario, dirigido por Jean-Pierre Jeunet, Tautou impregna de seducción el Expreso de Oriente en viaje hacia Estambul, conquistando a un chico musculoso. La campaña anterior la presentaba un corto de Baz Luhrmann donde Nicole Kidman hacía de sí misma y enamoraba al brasileño Rodrigo Santoro (de las "telenovelas de las ocho" a 300 y algún episodio de la serie Lost) que por ella se trepaba a las "C" encadenadas del logo de Chanel. Mucho antes, la "adorable criatura" Marilyn Monroe le hizo la mejor publicidad y además gratuita, afirmando que dormía sólo con unas gotas de Chanel nº 5. Nada sorprende, considerando que la famosa firma fue creada de la nada por una mujer de origen humilde que no soñaba con ser modista sino cantante. Morocha, menuda, sin curvas, contumaz fumadora, soltera y sin hijos, "Coco" Chanel cambió la moda del siglo XX y las reglas anquilosadas del buen vestir.

lA HUERFANITA. Gabrielle Bonheur Chanel, como todo el mundo, se inventó un pasado. En él su madre había muerto de tuberculosis, su padre era todo un caballero y unas tías beatas la habían criado. Con la fama, afloró esa fauna rara especializada en hurgar en archivos y arrancar secretos a las tumbas -los biógrafos- y su pasado se enriqueció, no siempre con veracidad.

Al día de hoy parece cierto que descendía de una estirpe campesina de la zona montañosa de las Cevenas, de bisabuelo tabernero, y abuelo vendedor ambulante. Su padre, Albert Chanel, era un mujeriego sin remisión que consiguió en Jeanne Devolle, la madre de Coco, a la mujer capaz de darle hijos y cuidárselos mientras esperaba ansiosa que él volviera de sus andanzas y la maltratara. Naturalmente una mujer así duró poco. Cuando murió en 1895, a los 33 años, de una crisis agravada de asma, Albert repartió en hogares sustitutos y hospicios a sus cinco hijos. A Gabrielle, nacida el 19 de agosto de 1883 en Saumur, y a su hermana Julia, les tocó el orfanato de Obazine. El modo en que esas instancias la marcaron queda patente en un solo detalle: nunca habló de ellas. De la orfandad pobre de "Coco" Chanel darían cuenta su aplicación al trabajo, su infundado temor a la pobreza, sus saltos de la solidaridad más increíble a la mezquindad absoluta y su vulnerabilidad sentimental, que la llevó siempre a perseguir la protección de los hombres. No la obtuvo completa, pero sacó partido de cada instancia.

UNA "IRREGULAR". Así lo consigna esta nueva edición de una vieja biografía sobre Chanel: Descubriendo a Coco, de Edmonde Charles-Roux (1920), titulada en francés L`irrégulière ou mon itinéraire Chanel (1974) que enfoca en especial la vida afectiva de la diseñadora, repartida entre numerosos amantes con ninguno de los cuales llegó a casarse ni a procrear, un dato que en el imaginario de la autora pesa en los débitos.

Charles-Roux, enfermera de la Resistencia condecorada con la Cruz de Guerra, redactora de Elle y Vogue, novelista, y miembro de la Academia Goncourt, escribe una semblanza poderosa aunque un tanto remilgada en el tono. Su Chanel es una fracasada sentimental, resentida con la felicidad ajena y creadora de un imperio casi como al descuido. Para esta biógrafa el destino de la joven Gabrielle era claro: ser esposa o mantenida, y sólo le falta decir que su talento la separó del primer destino y la salvó del segundo. En cambio, no se priva de apuntar frases de una misoginia antológica como ésta: "Tenemos que admitir que ya tenía la marca, ese extraño rasgo, el único que vuelve memorables a las mujeres: una belleza singular". Ese punto es discutible, pero actitud sí tenía.

Gabrielle Chanel empezó a codearse con la high society desde los salones donde cantaba y bailaba para entretener a un público de soldados y niños bien. De una canción le vino el sobrenombre "Coco" y uno de sus escuchas, Étienne Balsan, será su primer mecenas (y tal vez amante), introduciéndola en un círculo de damas ricas o de "queridas" de hombres como él. Coco diseña sombreros para las amigas de Balsan, pero será un jugador de polo y millonario del carbón, el inglés Arthur Capel, quien la ayudará a abrir su primera boutique y se convertirá en su primer gran amor, su primer gran decepción (cuando se casa con otra pero la mantiene como amante) y su primer gran dolor (cuando muere en un accidente automovilístico en 1919).

Tras cada relación truncada, Chanel se volcaba al trabajo, a la vida social y al mundillo artístico. En su casa de Bel Respiro dio refugio a Stravinsky y familia y a un primo del Zar Nicolás II, el duque Dimitri, un nuevo amante. En 1921 la Casa Chanel ya era prestigiosa, pero las arcas se llenaron con un negocio anexo cuando el perfumista Ernest Beaux creó para ella una serie de muestras de las cuales Chanel eligió la número cinco, un perfume tan novedoso como sus prendas, que incorporaba una fuerte presencia de aldehídos, componentes sintéticos de aroma terroso o polvoso difícil de identificar, además de esencias de numerosas flores. El aroma ideal para una mujer madura, vestida con tonos sobrios, falda por la rodilla y una buena joya (aunque fuera de imitación). Los negocios viento en popa, entonces. Pero el duque Romanov se fue a casar a Estados Unidos y Coco se buscó un amante que ya estuviera casado, para acortar el trámite. El poeta surrealista Paul Reverdy, sumido en crisis literarias, conyugales y religiosas, terminó dejándola y se autoexilió con su mujer en una vida de reclusión espiritual, lejos de París, aunque siguieron amigos.

El siguiente sería el II Duque de Westminster, un millonario que la paseó por Inglaterra y la colmó de joyas pero que a la hora del matrimonio eligió a la hija de un Barón. Gabrielle había intentado sin éxito darle un hijo, y había construido para ambos una casa de veraneo en la Costa Azul. Compraba "nidos de amor" con cada relación prometedora.

A esa altura, sentada a las mesas de los millonarios, poseedora de un imperio económico, y desgraciada en el amor, Chanel tenía todos los boletos para ser un personaje de Dos Passos o de Fitzgerald.

el ESTILO simple. La moda impuesta por Chanel gira en torno a un concepto: simplicidad. El legado de austeridad genética de la tierra y el aprendido en el orfanato quizá la predispusieron contra la gran vidriera citadina hecha de exotismo, ostentación e incomodidad que propalaban modistos como Paul Poiret. La idea de que para lucir hay que sufrir nunca fue su credo.

El siglo que Coco iniciaba traería consigo dos eventos que exigían una renovación de vestuario: uno fue el automóvil; el otro, las guerras mundiales. Lo utilitario y lo necesario desplazaban a lo lujoso y lo superfluo. Ahí encajó ella. Su ojo crítico se burlaba de esas mujeres ricas aplastadas bajo enormes sombreros, apretadas por corsés que constreñían la cintura y exhibían en bandeja los senos, y adornadas con velos como merengues. Se burlaba pero sin ser hiriente y desde una posición subalterna que hizo que valoraran sus consejos y los siguieran.

Sus primeros pasos consistieron en aprovechar lo que había y quitar, aplicándole a la moda una regla que sirve para casi todo: menos es más. Tomó ideas del vestuario masculino (sobriedad, sencillez, utilidad) y las trasvasó al femenino. Llevó el pantalón al terreno de la elegancia haciendo que las señoras montaran a caballo a horcajadas, como los hombres. Logró que pudieran vestirse (y desvestirse) rápido. Y desterró el principio de la originalidad a ultranza, del modelo único. Lo suyo fue una avanzada del prêt-à-porter (si bien de lujo) que admitía el homenaje y la copia como modos de acercar la sencillez a la calle. Desde la revista Vogue arriesgaron una comparación sorprendente. Así como en materia de autos podía imponerse un modelo y todo el mundo comprar el mismo, también en la vestimenta era posible; después de todo, tanto hace la mujer al vestido como el vestido a la mujer.

El toque de Chanel fue una mezcla de élite ajena y sentido común propio. Ni siquiera le interesó adornar su estilo con elaboradas explicaciones. Cuando una periodista enviada por Harper`s Bazaar le quiso sacar demasiadas reflexiones, ella le endosó una idea simple: "la indumentaria solo es un reflejo del corazón". Que además en su caso era cierto.

LEYENDA NEGRA. Las zonas oscuras de Chanel fueron ampliamente explotadas, más que exploradas, pues su silencio al respecto no permitió comprobaciones. Charles-Roux ni siquiera se hace eco de las menciones a su ambivalencia sexual. En cuanto a su ideología política, el conservadurismo -con vetas de patriotismo exacerbado- fue total. A mediados de la década del treinta, cuando las huelgas por salarios y mejoras de trabajo se extendieron al sector textil y abarcaron a las mujeres, Coco lo tomó como una afrenta personal. Cuando "su" casa de alta costura hizo huelga y las obreras no le permitieron entrar, creyó vivir una pesadilla. No tuvo más remedio que acceder a los reclamos (salario semanal, horarios fijos, contratos, licencias pagas), si quería que su nueva colección saliese a la calle. Pero cuando años después vino la guerra, se tomó revancha. Ni la clientela, ni su prestigio ni mucho menos la solidaridad la detuvieron en el momento de cerrar la fábrica y mandar a todo el mundo a paseo. Fue un punto de quiebre en su vida.

En 1935 había visto morir al único hombre que dejó a su esposa y estaba con ella, Paul Iribarnegaray, un dibujante, un dandy, director de un periódico xenófobo. Estaba viendo crecer a una competidora mujer: la italiana Elsa Schiaparelli, amiga de su gran enemigo Poiret, y que también abogaba por una vestimenta más práctica y suelta pero muy colorida y fantasiosa, en contraste con la suya. Y quería, más que nunca, cortar los tenues lazos con su familia de origen. A sus hermanos Lucien y Alphonse, cuyo silencio había "comprado" con mensualidades y casas alejadas de París, ahora les escribió diciéndoles que estaba en la miseria y no los ayudaría más. En ese contexto entró en su vida uno de esos personajes que parecen de película, como la esposa espía de Felisberto Hernández.

Se trataba de Hans Günther von Dincklage, alias "gorrión", un alemán menor que ella y del que se presume era espía. Lo cierto es que en algún momento de esa relación pública y estable -uno de los mayores "interludios de amor" de su vida- Coco se metió de cabeza en una operación de espionaje conocida como Modellhut ("Sombrero de modelo") que tenía como cometido lograr un acercamiento pacífico entre Churchill -a quien ella conocía- y los mandos medios de Hitler, antes de que Rusia invadiera. La operación fracasó, pero las relaciones de Coco con algunos nazis debieron ser fuertes; tras los juicios de Nuremberg y después de purgar seis años de prisión, Walter Schellemberg (hombre de Himmler) encontró editor para sus "memorias" gracias a Chanel.

La acusación de "colaboracionista" nunca se borró del todo. Estaba también el episodio de los judíos Wertheimer, propietarios de los derechos de fabricación de sus perfumes, licencia que Coco pretendió arrebatarles durante la ocupación nazi, sin conseguirlo. Si bien el "Comité de Depuración" que la apresó la liberó a las pocas horas sin condenarla a los escarnios públicos habituales (se sospecha la llamada del mismísimo Churchill intercediendo), ella consideró prudente salir del país y se radicó en Lausana (Suiza), donde también su amante alemán y su fortuna estaban a salvo. Pasó tiempo antes de que regresara, con 70 años, a París, y presentara en febrero de 1954 un desfile de modas que la prensa destrozó. Su relanzamiento verdadero provino de la clase alta neoyorkina. La propia Jacqueline Kennedy llevaba un traje Chanel rosa el día del asesinato de su esposo en Dallas.

Coco murió el 17 de enero de 1971, un domingo, el día que más detestaba porque no era día de trabajo y era día de "familia". Las dos pasiones que nunca se le ofrecieron juntas para siempre.

DESCUBRIENDO A COCO, de Edmonde Charles-Roux. Ed. Lumen, Barcelona, 2009. Distribuye Random House Mondadori. 579 págs.

Coco en el cine

POR UNA VEZ, olvidando la máscara de boba ingenua (que el cine francés insiste en vender como seducción) Audrey Tautou compone un verdadero papel y termina robándose una película discreta y menor. Coco antes de Chanel (Coco avant Chanel) es una de esas biopics que se quedan cortas, pertrechadas en su fidelidad al género. Ni rastro en esta Anne Fontaine (directora) de la que supo hacer un film como Nathalie... (2003), polémico y engañoso ménage atrois (Fanny Ardant, Emmanuelle Béart, Gérard Depardieu) capaz de mantener la tensión erótica sin una sola escena de cama mínimamente explícita. Aquí, inspirada en la biografía de Charles-Roux, no logra salir del retrato y queda vicaria de un personaje histórico del que además, y previendo quizá una continuación, sólo aborda el fragmento anterior a la fama que anuncia el título.

La película ensambla la vida afectiva y creativa de Coco, demorándose en su aprendizaje como observadora del mundo interno de los hombres y la vestimenta de las mujeres. Si no pudo cambiar lo primero revolucionó en cambio lo segundo. Hay un particular detenimiento de la cámara en la mirada de Tautou y la materialidad de las telas, retroalimentando un juego erótico que tiene mucho del placer del amor y el del poder. Muestra a una Coco en actitudes que para otra habrían sido humillantes y para ella en cambio funcionaron como estrategias de conquista (el modo sumiso con que acepta el destrato de Balsan, su enamoramiento ciego hacia Capel). En esa descripción el film acierta a transmitir algo medular de su personalidad: la prescindencia de una moral de medio pelo, y su objetivo claro: el triunfo. Chanel huía del fracaso como de la peste, por eso nunca se quedó en él. Lo que pasaba por dentro siempre será un enigma y su figura abstraída, sentada en las escaleras espejadas de la Casa Chanel lo refleja bien.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar