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Primero el piano, luego la escritura: más secretos sobre Felisberto Hernández

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Felisberto Hernández

Ensayo sobre el uruguayo

Noventa y ocho carpetas con manuscritos, apuntes taquigráficos, recortes y otros materiales recién catalogados renuevan la mirada sobre el escritor.

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En el principio era el piano. Después, la palabra. Puede resumirse así la encrucijada vital y vocacional de Felisberto Hernández (Montevideo, 1902–1964). Para ganarse el pan recorrió en gira de conciertos el Uruguay, varias provincias de Argentina y parte de Rio Grande do Sul. Pero era veinteañero cuando le vino la vocación de escribir, que en principio cuajó en las narraciones de Fulano de tal (1925), Libro sin tapas (1928), La cara de Ana (1930) y La envenenada (1931), que pasaron sin pena ni gloria para crítica y público. Luego, hasta 1942, cuando publicó Por los tiempos de Clemente Colling, de mayor impacto, se mantuvo sin publicar libros. Pero no sin escribir.

La pausa editorial

En El palimpsesto intencionado, la docente e investigadora María del Carmen González (Montevideo, 1957) estudia esa pausa editorial en base a la “Miscelánea Felisberto Hernández”, noventa y ocho carpetas con manuscritos, apuntes taquigráficos, escritos a máquina, recortes de revistas y otros materiales, datados entre 1930 y 1955. Están depositadas desde 2012 en la Sección Archivo del Instituto de Letras (SADIL) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en cuya catalogación participó la autora.

Según la Real Academia, un palimpsesto es un manuscrito “antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente”. En los monasterios medievales, por ser muy caro el pergamino, los monjes solían raspar lo escrito en los libros, para copiar otros textos de mayor interés. Desde el siglo XX, usando Rayos X, ha sido posible leer, al menos de modo fragmentario, lo escrito debajo. En las carpetas de la “Miscelánea Felisberto Hernández” se han encontrado varias versiones de los mismos textos, con variaciones, tachaduras, sobreescritos y enmiendas que prueban que Hernández trabajaba mucho sobre sus textos, incluso luego de la publicación. Por eso la autora usa la metáfora del palimpsesto, con sucesivas capas de escritura, para explicar cómo Felisberto fue construyendo su narrativa.

Intención coherente y fragmentaria

Pero el de Felisberto es un palimpsesto “intencionado”: la superposición de capas de escritura no es azarosa, sino guiada por una intención autoral. Es el proyecto que el escritor concibe cuando todavía es concertista, escribir y publicar algo con “valor artístico”, es decir, abordar un camino de escritura que tenga en cuenta el juicio sobre el producto de los lectores y la crítica, y que requiere del autor ser su primer crítico riguroso.

Ese proceso de escritura y reescritura, que la autora estudia en base a los materiales depositados en la SADIL, tiene varios aspectos de interés. Por un lado, la reelaboración constante. Por otro, la conservación de fragmentos de posible valor futuro, que en muchos casos reaparecen, más o menos modificados, en obras posteriores. Por último, y clave para explicar la dificultad de muchos lectores con la narrativa de Hernández, una progresiva renuncia del autor a la mimesis (el narrar mostrando de modo verosímil la realidad externa) y una cada vez mayor apuesta a la diégesis (el narrar rememorando). Por eso, en muchos de sus relatos, el protagonista narra en primera persona y es una clara proyección de Felisberto, sobre todo en los textos protagonizados por un pianista en gira por pequeñas localidades.

Sobre todos estos asuntos trabaja María del Carmen González, sobre el archivo de la SADIL, sí, pero proyectando líneas de interpretación válidas para el conjunto de la obra del escritor.

Escribir con valor

Hernández escribía para indagar e indagarse. En sus palabras: “No sé si lo que he escrito es la actitud de un filósofo valiéndose de medios artísticos para dar su conocimiento, o es la de un artista que toma para su arte temas filosóficos. Creo que mi especialidad es escribir lo que no sé, pues no creo que solamente se deba escribir lo que se sabe. Y desconfío de los que en estas cuestiones pretenden saber mucho, claro y seguro”. Esta escritura desde el no saber atrae a los seguidores de Hernández, pero repele a un número mayor de lectores. El autor escribe, en buena medida, para descubrirse y para refinarse, al modo de los alquimistas, cuya obra consistía en buscar la piedra filosofal para trasmutar el plomo en oro, y en lo simbólico, para refinar su espíritu. Este modo de escribir da a los textos un aire de ajenidad y extrañeza, así como también de estar incompletos (como toda búsqueda en proceso). González plantea en este estudio de borradores del autor que, lejos de entender como desmañado el publicar “en crudo”, hay un proceso de reelaboración y perfeccionamiento constante.

Manuscritos, apuntes

La autora cuenta que entre los documentos de la “Miscelánea Felisberto Hernández” hay varios formatos: manuscritos en cursiva, en letra script o de imprenta, páginas mecanografiadas —con y sin enmiendas, tachaduras o sobreescritos— y apuntes taquigráficos. Hay un triple movimiento: la taquigrafía permite captar de inmediato lo que aflora a la conciencia para que sea un fragmento útil en esa escritura “con valor artístico”; la traducción a escritura hace una primera corrección de ese texto, y las sucesivas correcciones son un proceso de refinamiento, un camino de escritura y reescritura valioso tanto por sí mismo como por los resultados textuales. La autora hace notar que el pasaje de la escritura manuscrita en cursiva a la letra de imprenta, menos fluida, podría obedecer a una intención de escribir con mayor lentitud, para meditar con más profundidad sobre lo escrito.

Los inéditos

Para los seguidores de este narrador lo más valioso serán las transcripciones de los inéditos que contienen las carpetas depositadas en la SADIL, que la autora de este libro ha ordenado con paciencia, a fin de reconstruir, en lo posible, los textos proyectados por el autor. Valen la pena de manera especial el “Tratado de embudología”, los fragmentos de “El teatrito de Juan Pin”, y los textos que se agrupan bajo el título de “Eutilodia y afines”.

Este es un libro útil para estudiosos y docentes de literatura, tanto para comprender mejor la génesis de los textos conocidos de Hernández, como para repensar la idea de que publicaba sus trabajos en crudo y sin corregir. Por último, pero no menos importante: el libro permite conocer textos valiosos aunque inconclusos, que permanecían inéditos. Que a cada lector le atraigan o repelan los textos de Felisberto, raro entre los raros del Uruguay, seguirá siendo, al final y como siempre, cuestión de formación previa, pero también de gustos.

EL PALIMPSESTO INTENCIONADO. El proyecto narrativo de Felisberto Hernández, de María del Carmen González de León. +Quiroga ediciones, 2022. Montevideo, 456 págs.

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