Terror
En su nuevo libro no sólo hay horror clásico; los relatos dejan al lector en una situación muy incómoda.
Desde hace algunos años la literatura de terror ha empezado a tener su merecido lugar dentro del canon académico. Llevó un considerable tiempo para que se animaran a decir que había literatura “de terror” que, además, contaba con el buen recibimiento del público no especializado. Incluso considerando autores clásicos del siglo XVIII en adelante, cualquier obra en la que aparecieran monstruos, vampiros, fantasmas, o alguna otra criatura similar, era corrida del género terror para ocupar un lugar en lo gótico, lo romántico, la ciencia ficción, lo distópico o lo filosófico, etc.
Las letras latinoamericanas han sido siempre territorio fértil para una nueva forma del terror. Teniendo mitos propios y contando con un bestiario criollo, han sabido traducir la vieja maleta de los miedos occidentales que, al mismo tiempo, tienen —la mayoría— origen en el oriente desconocido. Lo cierto es que nunca faltaron en los autores locales algunas páginas para el ejercicio de lo macabro.
Luciano Lamberti (San Francisco, Córdoba, 1978) es uno de los autores argentinos que más ha explotado el terror en el último tiempo, en especial desde la publicación de su segundo libro de cuentos, El asesino de chanchos (2010). Allí no hay solo horror clásico sino que, además, propone relatos donde la sensación de aguja se posa en el lector. Quizá por eso la mayoría de sus relatos son breves, cuentos pequeños, con dolorosos piquetes de tijeras dados en secreto por un travieso niño de cuya presencia el lector no está del todo seguro.
Gente que habla dormida, su último libro de relatos que recoge dos libros de cuentos anteriores (El asesino de chanchos y El loro que podía adivinar el futuro) y una serie de cuentos nuevos de un volumen inédito, “Pequeños robos a la luz de la luna”, es una muestra de cómo Lamberti ha ido moldeando su capacidad de recrear un horror del sur a través del tiempo. El libro entero recrea situaciones que pueden ser mínimas y sin embargo muy perturbadoras; niños malvados, presencias destructivas, humanos de mentes desencajadas, y todo eso se mezcla con la forma bien delineada de cada escena, el manejo poderoso del lenguaje, y locaciones íntimas, cercanas.
Entre la fila —ya demasiado extensa— de buenas escrituras que Argentina está mostrando, Luciano Lamberti pone sobre la mesa sus papeles filosamente bien escritos. Quizá su estilo sea una inauguración. No tan terror y no escapado del todo del género: literatura creepy.
GENTE QUE HABLA DORMIDA, de Luciano Lamberti. Literatura Random House, 2022. Buenos Aires, 329 págs.