Grafitis, cultura y más

Irene “Pepi” Gonçalvez: “Hay que comprender que el poder está totalmente atravesado por el machismo”

Además, “la academia es tan sucia como el mercado”

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Irene "Pepi" Goncalvez
(Archivo)

por Gera Ferreira
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Irene Gonçalvez (San Carlos, 1964), más conocida como “Pepi”, ilustradora y grafitera emblemática del under ochentero uruguayo, creció en una familia de artistas de izquierda. Es activista, Concejala titular del Municipio de Maldonado, candidata a Alcaldesa y fundadora de Mujeres Audiovisuales del Uruguay. Se define a sí misma en Instagram como “productora, activista, gestora y grafitera, disléxica, arendtiana, bailo en la cocina”. De todo lo charlado se podrían hacer cuatro entrevistas. Una podría ser ésta.

 

Antología under.
—¿Te quedan copias de esta reliquia? (le muestro Antología del retrete. Grafitis de los baños de mujeres, 1991).
No. Creo que nos dieron uno a cada una. Editoriales como Vintén eran súper independientes en ese momento. Funcionaba en la casa de Sarandy Cabrera. La edición se da en paralelo a una amistad que tenía con Sarandy, y por casualidad. Después, muchos años después, descubrimos con mi padre que los dos éramos amigos de Sarandy y que él no sabía que éramos padre e hija. Mi padre era amigo de él por carta y como utilizaba otro apellido, el materno, es muy graciosa esa situación.

—Pensando en la Antología..., en esa época funcionó bien, ¿no?
¿Has hablado con Andrea Blanqué? Porque es quien hizo el esfuerzo más grande ahí.

—Sí, y le llevé el libro. Pero ella no quería saber nada de esto. No lo considera parte de su obra. ¿Qué recuerdos te merece el proyecto?
Mirá, lo que rescato siempre es que este libro pone foco en el pensamiento de las mujeres, que en 1991 estaba absolutamente solapado. Ahora te puede parecer re normal que alguien ponga foco en lo que las mujeres piensan, o cómo se expresan sexualmente. En ese momento llamaba la atención porque no existían miradas sobre lo que las mujeres teníamos en la cabeza.

—¿Cómo se conocieron?
Me parece que en el año 85. Fue en la época del Sorocabana, de la gente que se volvía del exilio. En el caso de Andrea volvía de estudiar en España. No sé bien cómo fue la presentación, pero sé que al tiempo ya estábamos metidas en cosas de tipo editorial. Así surge la conversación, luego creo que siguió en La Tortuguita, y a partir de ahí salió “¡Viva la Pepa!” (1989), una especie de festival en el que había poetas, dibujantes y algunas músicas.

—Además hiciste el afiche.
Sí, y el logo. Ese movimiento de reivindicación de las cosas de las mujeres creo que es algo muy de los 80. Son etapas del feminismo que tienen que ver con la apertura democrática y con reflexiones que hicimos en esa cosa emergente de la cultura, donde lo único que tenía peso era lo que escribían los varones, los que hacían rock.

—El centro de la escena.
Sí, yo me quedé con el grafiti, porque tenía un aparato comunicacional que me puso como la primera mujer, la única, la no sé cuánto, y fui la grafitera de esa época. Había otras pero bueno, mi personaje tuvo una trascendencia en los medios por la forma en que daba notas y qué sé yo. También recuerdo la revista La oreja cortada (1987-1990). Una vez fui convocada a un asado en una chacra muy linda llamada La Utopía, y fue muy interesante porque cuando llegué me di cuenta de que era la única mujer, y yo estaba ahí porque no era la mujer de ninguno de ellos, ni en esa época ni después. Esa independencia, de no llegar a ninguna parte en pareja o vinculada de esa manera, artísticamente me había permitido ser autónoma en la visión de ellos.

—Y habitar el medio.
Sí. Así es como entierran a las mujeres en la historia, en la cultura, porque en realidad La oreja cortada se fundó en mi casa, en Tristán Narvaja y 18. Es pintoresca esta situación y tiene que ver con cómo las mujeres quedan afuera o adentro del relato.

—Resultó muy productiva tu conexión con Andrea entonces.
Andrea tenía una voz muy poderosa y una presencia, y creo que también una experiencia que ayudaba a pensar que no necesitábamos ser validadas para armar una actividad o montar una muestra. Todo es anterior a los 90, por eso lo de los baños es un producto heredero de una época en la que empezamos a disputar espacios para el pensamiento de las mujeres.

Academia, violencias.
—Pensando a partir de consignas posmodernas como “lo personal es político”, ¿cómo crees que se paran hoy los artistas?
Hay una parte muy difícil en lo que estás planteando, porque vos no tenés control de todo el mensaje. Lo que le podés estar diciendo a alguien capaz que no es lo que pensabas y viceversa. Cuidado con eso.

—Puede quedar preso de etiquetas.
Además no creo que haya nada que sea nuevo. Creo que hay conflictos que parecen re modernos, como la cancelación, y son más viejos que el agujero del mate.

—Te sigo.
Está en la historia del arte. Cuando Vasari cuenta la vida de los artistas en la Florencia del Renacimiento te enterás que había gente que era terrible. Había artistas que asesinaban a otros o intentaban envenenarlos y entonces, ¿qué me venís a mí con la cancelación actual? Parece inocente, porque desde ahí ya estaba la gran duda de si íbamos a considerar si esas obras maestras eran tan obras maestras.

—Se critica a Picasso por la clase de persona que era y eso afecta a la valoración de su obra.
Sí, me pasa con Woody Allen. Pero creo que hemos tenido siempre ese debate.

—La academia relativiza ambas posiciones.
La academia nunca ha sido imparcial, siempre ha tenido a los poderosos de un lado y a los otros del otro. Por algo las mujeres y todos los feos hemos estado siempre afuera de la academia. Jamás ha sido confiable en absolutamente nada. Y no lo va a ser. Es tan sucia como la sociedad, como el mercado, y tiene los mismos problemas, las mismas violencias.

—Me resultó enriquecedor el candente intercambio que tuviste con Luis Pereira Severo hace unos años, en 2020. Él cuestionó las políticas culturales y el rol de los gobiernos departamentales, y vos le contestaste de forma muy crítica sobre sus reflexiones.
Me acuerdo, ahí ya éramos compañeros de la maestría seguramente.
—Él mencionaba manifestaciones artísticas sobre edificios puntuales de corte decimonónico y su operancia en las ciudades, y cómo desmantelar eso de llevar la cultura a los barrios. Vos abrías el espectro hacia expresiones culturales que había pasado por alto.
Claro, en oposición a las políticas culturales que piensan que la cultura es programación o agenda...

—¿Crees que esa visión continúa?
Hay gente que ha estado en cargos de gobierno y lo único que hacen es justificar lo que hicieron, entonces no son críticos, ¿viste? Y eso es lo que le pasa a Pereira. Que se miran el ombligo y si pueden se lo frotan. No ven lo complejo que es todo y las otras cosas que influyen.

—¿Qué pasa en Cultura entonces?
Bueno, hay algunas discusiones de estas, y personas con las que pude discutir hace muchos años, como el caso de Gonzalo Carámbula. Se mandaba a aquellas Asambleas de la cultura, que nos íbamos a las 5 de la mañana de Montevideo a Paysandú, y los tipos tenían unos operadores que nos hacían armar discursos que estaban preconstruidos y era una tomadura de pelo, un mamarracho. Esas maneras de ver el mundo no funcionan.

—¿Estas prácticas siguen vigentes?
Sí, porque es gente que está matrizada por el Partido Comunista y no pudo ver otras cosas, entonces se quedan en repetir y memorizar un determinado asunto y desprecian, porque para poder estar y justificarse necesitan despreciar todo lo que hay alrededor. Las discusiones de la cultura son muy difíciles y además tienen que darse afuera del Frente Amplio, tiene que haber otros vasos comunicantes.

—Hilando fino, las áreas que abarcan las humanidades están en un momento de mucha precarización.
Sí. Además hay una cosa muy importante, y es que nosotros como país firmamos y adherimos a la Convención de Belém do Pará (1994), vinculados a la eliminación de la violencia contra la mujer. Eso nos obligaba como Estado a tener políticas públicas de igualdad de género. Hasta el Ministerio de Economía se planteó la forma de instrumentarlas. Pero el Ministerio de Educación y Cultura nunca se hizo cargo del tema. No cumplió en ninguno de los quince años del Frente, ni hablar de los cinco años de la Coalición multicolor: jamás se bajaron las políticas para atacar el tema de la eliminación de la violencia contra las mujeres en las cosas más básicas de la política cultural. Sí lo hizo la ANEP, porque es una institución que tiene un departamento jurídico preparado.

—¿Hay un retroceso?
No hay que hablar de retroceso, lo que hay que analizar es la reacción conservadora y que hubo un avance notorio. Tiene que ver con que de pronto se le da poder y voz a gente que viene a representar esa reacción. Entonces los tenés hablando de los antecedentes sexuales de las mujeres. Esa es la reacción conservadora. Mirá, yo acompaño a mujeres víctimas de violencia hace más de diez años. ¿Y sabés qué he aprendido? Esto me lo enseñaron las abogadas: que la mayor parte de los jueces desestiman las denuncias. Solo uno de cada tres jueces toma la denuncia y la convierte en medida de protección. Hay que comprender que el poder está totalmente atravesado por el machismo. A veces parece que hay un gran avance, pero en general las mujeres de clase media, que tienen compañeros de clase media, instruidos, algunos docentes, sufren de ahorcamiento y de violencias diversas. He acompañado a mujeres que están siendo amenazadas porque sus maridos están en la cárcel y pertenecen a bandas importantes y las amenazan con matarlas o matar a sus hijas. Es mucho, viste.

La sociedad conviviente.
—Siendo docente y concejala, ¿cómo repartís el tiempo?
Bueno, yo estaba viviendo en Cuba, era la directora de la Cátedra de Producción en la escuela de San Antonio de los Baños, y tuve un traspié de salud y me vine en 2009. Ahora tengo una vida muy limitada, porque además hace quince años que cuido a mi madre (y cuidé a mi padre). Entonces no voy a Montevideo todo lo que quisiera. Tengo una gran tentación de ir a la rueda de candombe algún lunes. Me gusta que se estén creando espacios nuevos, abiertos, gratuitos. La sociedad se une cuando empieza a crear sus propias cosas, a proponer sus propios asuntos y a ponerlos en marcha. El otro día fui a la celebración con tambores en Punta Ballena por haber conseguido el área protegida y estaba sentada ahí con una vecina y otra amiga que me llevó. Y pensé, acá está pasando algo que está bien. Te lo digo yo que soy bastante bicho y tengo dificultades para estar en lugares masivos. Prendieron unos fuegos y había algo de felicidad, de lo comunitario. Me parece que hay una parte de la sociedad que está tratando de generar esos reencuentros, más humanos.

—Estar en islitas.
Nos hemos ido perdiendo. Y esa pérdida nos quita posibilidades reales de mejorar como gente, como sociedad, en convivencia. Ya te digo, son cosas muy puntuales que noto, y me hacen creer que todavía tenemos un resto, ¿sabés?

Antología del retrete 1991.jpg

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