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Poéticas de Milán

Hay que resistir, no siempre desde un lenguaje de resistencia, sino desde un espíritu de resistencia

Resistir como prueba de la condición humana viva

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Eduardo Milán
(Archivo El País/ Leonardo Mainé)

por Eduardo Milán
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La poesía como mantenimiento de una especificidad resistente es una ordalía, una prueba difícil. Cae para un lado o para el otro. En el Renacimiento cayó en el lujo, acompañó el aparecer de América y sus “cosas de encantamiento” y en el siglo XX en el contrasimismo, un movimiento sísmico en su interior. El romanticismo decimonónico la puso en la ciudad entre la gente que pasaba, en Londres en las tabernas de mala muerte cuando la buena vida sólo era posible para el beneficio industrial, la nueva clase, o la vieja, palaciega. Las fábricas desbordaban de niños y futuras parturientas, no de poesía. En París está en la Comuna o no está. Está disparando a los relojes o no está. Ninguna de las dos localizaciones es una metáfora, es la literalidad comunera que quiere cambiarlo todo, acabar con el tiempo reinante aún después de la caída de las cabezas del siglo anterior. Puede haber un salido de cuadro que recuerda que la poesía es un lenguaje de salidos que viven en su lugar: el Afuera. Nerval, el que recuerda, sale a pasear un saltamonte antes de colgarse de un farol, a la misma luz de la bohemia baudelaireana. Los románticos alemanes la devolvieron al mito —o eso se quiso, es mejor así, ver, si no, a Holderlin: el que enloquece, enloquece, se fragmenta, no hay mito en fragmentos— caminaban Alemania entera por campiña o por barrancos, lo que importa es la naturaleza. La poesía está en todo.

Lo que dije de la poesía hasta aquí habla de un espíritu de resistencia, no siempre de un lenguaje de resistencia. La unidad de ambos en la resistencia es difícil como es difícil organizarse para resistir. Resistir a la dominación, al sometimiento, al despojo, al saqueo, según me educaron en mi casa de Uruguay, es casi obligado, una prueba de la condición humana viva.

En la gran masa migrante que vuelve a movilizar la tierra podría haber simpatía por esa manera de hacerse y deshacerse que tiene el lenguaje de la poesía, un vaivén inconstante cuyos cocuyos se aprehenden por momentos y puede ser de otra manera, otra vez de otra manera, esto a alguna gente atormenta.

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