Entre "nerds" y "latin lovers"

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El País

Mercedes Estramil

LA MENOR DE LAS razones para leer a Junot Díaz es que haya ganado el Premio Pulitzer de Narrativa con su primera novela: La maravillosa vida breve de Óscar Wao (2007). Es una razón atractiva: ningún latino accedía a ese galardón desde que en 1990 lo obtuvo el estadounidense-cubano Óscar Hijuelos con Los reyes del mambo tocan canciones de amor. En los dos casos se trata de textos escritos en inglés pero sobre mundos híbridos donde el peso de lo latino es gravitacional. El de Díaz también se asocia con otro Pulitzer, el que obtuvo póstumamente en 1981 el norteamericano John Kennedy Toole por el más brillante libro sobre un nerd que se ha escrito: La conjura de los necios.

Nacido en República Dominicana en 1968 y residente estadounidense desde los siete años, Díaz había sorprendido en 1996 con los relatos de Drown (traducido al español como Los Boys o Negocios), libro en el que manejaba variadas y dramáticas versiones de una inmigración, pobreza y marginalidad que conocía bien desde su barriada dominicana de Nueva Jersey. La inserción de términos en español llevaba los textos de regreso a esa patria idiomática de la que nunca se fue, aunque enseñara escritura creativa en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Otro tanto ocurre en esta novela sobre un joven nada atractivo y metido en una burbuja intelectual, aficionado a la literatura de género y los juegos de rol: el típico nerd.

MALDICIONES. La maravillosa... narra desde una cronología no lineal la saga de una familia dominicana. Contratiempos amorosos y políticos llevan a algunos de sus miembros a emigrar a Estados Unidos, y determinan en parte la tragedia de uno de sus descendientes, Óscar de León. Claro que nada es tan complejo como repartir culpas. Óscar vive en Nueva Jersey con su madre y su hermana Lola, y es un negro pobre, gordo, virgen y absorto en los libros: todos los números para ser un perdedor. Se enamora de todas las chicas sin poder conquistar a ninguna, y consume y escribe ciencia ficción, soñando ser el sucesor caribeño de Tolkien. La construcción del relato depende en buena medida de su despampanante hermana y de un amigo universitario enamorado de ella que sí es un latin lover (Yunior, alter ego del autor), personajes que encajan en la norma. Esas voces narran la diáspora familiar, reinterpretándola a la luz de un exilio más colectivo.

La norma también es la que establece el poder, y Óscar no es el único personaje encerrado en su cuerpo. La alienación que pinta Díaz es más extensa, incluye a las mujeres hermosas y los hombres inteligentes. El primer alienado es el abuelo Abelard, un médico trujillista que cae en desgracia a los ojos del régimen, pierde a su familia en extrañas circunstancias y muere en prisión poco antes de que Trujillo sea asesinado en 1961. Se salva de milagro su hija menor, Beli, una belleza negra y temperamental que a los dieciocho años ya tiene detrás toda su vida sentimental. Ella será la madre de Óscar y es la que se va de República Dominicana cuando la esposa de su amante (esbirro y cuñado de Trujillo) ordena matarla. En los años noventa Óscar vuelve al país, se mete en su primer enredo pasional correspondido y la historia se repite con menos suerte. Parecen maldiciones de amor por elegir objetos de deseo peligrosos o ya comprometidos, pero Díaz se inclina más por mostrarlas como maldiciones de poder. Señala que el primer "fukú" o maldición parece venir con las naves de Colón.

En esa lectura, la historia de fondo de la novela es la dictadura ejercida por Rafael Leónidas Trujillo Molina entre 1930 y 1961. En la última década del siglo XX varias novelas le hincaron el diente al período del "trujillato". Galíndez (1990 del español Manuel Vázquez Montalbán, En el tiempo de las mariposas (1995), de la dominicana estadounidense Julia Álvarez y La fiesta del Chivo (2000), del peruano Mario Vargas Llosa, son emblemáticas. Las tres consignan la brutalidad y personalismo del régimen que Díaz llama "culocracia". Vázquez Montalbán ficcionaliza el caso real de un periodista vasco secuestrado y asesinado por orden de Trujillo. Álvarez cuenta la historia de tres famosas opositoras al régimen, las hermanas Mirabal. Y Vargas Llosa humaniza al villano cifrando en su voracidad sexual el horror de la época. El discurso de Díaz no se enmarca en la "novela del dictador latinoamericano" ni centraliza el trujillato; lo menciona en notas más bien burlonas a pie de página y no en el cuerpo del texto principal. Sin embargo desde esa mención marginal subvierte y modifica todo el relato.

BABEL. Pasado y presente, Estados Unidos y República Dominicana, nerds y latin lovers: Díaz escribe entre dos mundos y eso se aprecia en su inglés contaminado de términos en español, argot callejero y spanglish, que la traducción equilibra con su propio diccionario babélico (por ej. de terminología sexual: rapar, ripio, toto, fokin). Es también la concepción de una humanidad que no está conforme en ninguna parte, que se expresa en varios idiomas pero no comprende los lenguajes afectivos (el engaño de pareja es asunto clave en la historia).

Más compleja que la simple suma de sus anécdotas sentimentales, La maravillosa... es una fascinante mirada sobre la mezcla, un elogio de la impureza, de la encrucijada. Cuando en los acápites se cita a dos creativos de Marvel Comics (guionistas de Los Cuatro Fantásticos y de X-Men) y al poeta antillano Derek Walcott, ya se puede intuir que la mano viene dura y que Díaz hará algún tipo de poesía futurista. Imposible desde su óptica regresar a cualquier tipo de inocencia (idiomática, política, ideológica, interpretativa), excepto la que proviene de los sueños de amor de los personajes hasta que despiertan, y siempre son despertares amargos. Pero también esas tragedias están mezcladas y matizadas por un discurso que aligera y sorprende, por un humor y un desparpajo que descomprimen, encarando al lector, haciendo preguntas retóricas. O por imágenes insólitas: "Beli hizo todo lo que estuvo a su alcance, pero le fue imposible sacar plutonio para bombas del uranio ligero de sus días".

Ciencia ficción. La referencia a la ciencia ficción tiene su peso en oro. Díaz arma el relato en varios niveles pero no alude a los viejos modelos para armar cortazarianos. En vez de eso cita a los hermanos Wachowski: "Ahora les toca a ustedes. Pastilla azul, continúan. Pastilla roja, regresan a Matrix". Y quiere mostrar una humanidad condenada, pero no cita el Macondo de García Márquez sino los planetas de la saga de Franz Herbert (Dune), las tierras de El señor de los anillos de Tolkien, los mundos de Lovecraft y múltiples referencias más que van del cómic al cine. Lo maravilloso no es sólo la exuberante realidad latinoamericana como quería Carpentier, lo tangible y sólido de una naturaleza corporal y geográfica, o el "fukú" que sustituye explicaciones más racionales y peligrosas. En la visión de Díaz, Latinoamérica también busca la maravilla fuera de sí, en el éxodo real y mental, tratando de quitarse de encima estereotipos varios, incluso si vuelve a ellos en ejercicios de nostalgia. Así, Trujillo y el ideal del macho latino siguen vivos, y la presencia quijotesca y romántica de Óscar no alcanza a erigirse en modelo alternativo: "Diez millones de Trujillos, eso es todo lo que somos" dice Lola. Del otro lado la utopía anglosajona sólo es realizable en términos de ciencia ficción, de ilusión pura.

A Junot Díaz le llevó once años escribir este libro y es curioso que tras ese elogio a la lentitud se revele un texto cargado de adrenalina. Pero así es. Va a velocidad de vértigo, se dispara en cientos de referencias literarias y fílmicas, cuestiona la Historia, y todo para contarnos la vida breve (hay que llegar al final para entender el título) de un nerd virgen, material con el que alguien menos listo hubiera hecho una insoportable estudiantina yanqui.

LA MARAVILLOSA VIDA BREVE DE ÓSCAR WAO, de Junot Díaz. Editorial Mondadori. Buenos Aires, 2008. Distribuye Random House Mondadori. 309 págs.

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