Ensayo de Antonio Scurati

El oportunismo y la violencia como herramienta política: en busca de los orígenes del fascismo

Y las condiciones actuales que facilitan su posible retorno

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Foto de la ficha policial de Benito Mussolini, 1903

por Juan de Marsilio
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Antonio Scurati (1969) es un profesor universitario, ensayista y narrador italiano. Ha abordado el fascismo en varias novelas: El mejor tiempo de nuestra vida, acerca del intelectual judío y antifascista Leone Ginzburg, asesinado en 1944, y sobre todo la pentalogía M, sobre Benito Mussolini (M. el hijo del siglo, M. El hombre de la providencia, M. Los últimos días de Europa, M. La hora del destino y M. La fine e il principio, publicada este año y aún no traducida al castellano). También este año se ha estrenado una serie, basada en el primer libro de la pentalogía y con el mismo título. La peculiaridad de M es que un autor antifascista narra el fascismo desde dentro, basándose en fuentes fascistas.

El disparador inmediato de los tres ensayos de este volumen —“Fascismo”, “Populismo” y “Democracia”— es el triunfo en las elecciones italianas de 2022 de una coalición que, según el autor, incluye partidos de pasado neofascista, en referencia Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia). Está liderado por la actual primera ministra, Giorgia Meloni, que juzga nefasto para su país y a tono con otros corrimientos hacia la derecha en todo Occidente, no sólo en Europa, que considera retrógrados.

El hombre sin historia. Para el autor este fenómeno político, social, cultural y económico tiene su raíz en la facilidad con la que se impuso, en los 90, la teoría del “fin de la historia”. Desde la Revolución Francesa, varias generaciones de hombres y mujeres pudieron medir sus vidas contra el horizonte de la Historia, creer en un posible progreso, soñar que sus hijos y nietos vivirían mejor que ellos, e incluso dar la vida por defender ese futuro. Sin esa clase de hombres y mujeres hubiera sido mucho más difícil, si no imposible, que los aliados vencieran a Hitler. Y de pronto, los hijos y nietos de esa gente pasan a medir sus vidas “con la vara corta del presente”: hedonismo vacío, frivolidad, indiferencia hacia el prójimo y miedo a perder el empleo, la juventud, el estatus. Y esa es para Scurati la circunstancia propicia para que algunos aspectos del fascismo rebroten.

Oportunismo. Scurati hace un sucinto repaso de la personalidad y los métodos de Mussolini. En su apuesta a la violencia como herramienta política —en la que se arriesgaban sus camisas negras, porque él, siempre seguro a retaguardia, llegaba después, tanto así que cuando sus seguidores marcharon sobre Roma en 1922 él viajó sobre rieles, en coche cama— y en su antiparlamentarismo radical, ve la parte del fascismo que se fue con la historia, pues no cree que skinheads y otros radicales minoritarios sean un peligro real. Pero para este autor, Mussolini no sólo fue fascista.

Mussolini era un oportunista: cambió de partido, y si pudo pasar de la izquierda a la extrema derecha, o declararse contra la democracia parlamentaria pero luego presentarse a elecciones, fue porque más que servir a una causa le interesaba alcanzar figuración y poder para sí mismo. “Yo soy el pueblo” era su consigna: como líder, más que a guiar al pueblo, apuntó a sustituirlo y anularlo, poniéndolo a su servicio. Apeló a los miedos de la masa, para convertirlos en odios. Como periodista, hizo del eslogan simplísimo su marca de estilo, y no tuvo el menor problema en cambiar de posición de un día para el otro, porque lo que importaba al fin y al cabo era su carisma. Scurati define ese modo de liderar como populista y sostiene que, de ese modo, además de violar a Italia, al mismo tiempo la sedujo, con la promesa de ordenar el caos… que había incentivado con esmero.

Para el autor, ese tipo de líderes sí son un peligro grave y activo, no porque vayan a arrollar la democracia con nuevas marchas sobre Roma o la capital que sea —aunque señala, de paso, que Trump y Bolsonaro llegaron a la intentona— sino porque la menoscaban, al imponer la lógica del enemigo sobre la del adversario que no deja de ser conciudadano y prójimo. O al hacer política a golpe de tuits agresivos, en lugar de con argumentos.

Scurati atribuye ese retroceso político en su país al hecho de que la democracia italiana, fundada sobre el mito de la resistencia al fascismo, nunca entendió del todo que éste había sido un problema de todos los italianos, y por eso nunca desactivó del todo los resortes de su mecanismo. Este argumento es aplicable a varias naciones latinoamericanas, que aún no acaban de procesar la violencia política y el terrorismo de Estado de su pasado reciente.

Democracia. El último y más breve de los ensayos presenta el dilema de la generación de Scurati, nacida en los 60, los últimos en ser educados en el antifascismo del siglo XX, pero también los que compraron sin mucha resistencia el consumismo y la frivolidad posmodernos. Una generación paradójica, que tiene, por desidia responsabilidad en la pérdida de calidad democrática, pero posee, por su formación, los recursos para promover un nuevo antifascismo cívico y plural, que no requiera enrolarse en partidos de izquierdas, pero comprometa a todos en la defensa de la institucionalidad y el talante democráticos, paso inicial para recuperar la historia y la esperanza. En uruguayo: invocar el espíritu del Plebiscito del 80 y del Acto del Obelisco, que permitió a conciudadanos muy distintos entre sí marchar codo a codo para volver a la democracia, sin por ello obligarlos a perder sus identidades.

Desafíos. Dos grandes dificultades, por lo menos, tiene el proyecto. La primera, es construir un lenguaje común que permita el diálogo con los nativos del nuevo milenio, los más jóvenes (diálogo que requiere humilde escucha). La segunda, es perder la ingenuidad sobre la democracia que, como muchas otras cosas de calidad, es frágil, y fácil de perder. Tomando una comparación de Scurati, resulta que las democracias, más que a árboles robustos como los robles, que hay que talarlos con hachas, o mejor, con motosierras, se parecen a las vides, que requieren el justo riego —ni más ni menos— poda, cuidados constantes y vendimia oportuna. Que quede claro: si alguno se acerca a las vides motosierra en mano, no viene a podarlas.

FASCISMO Y POPULISMO, de Antonio Scurati. Penguin Random House, 2024. Barcelona, 104 págs. Traducción de Carlos Gumpert.

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