JUAN DE MARSILIO
EL PRIMER escritor negro de Montevideo y la Banda Oriental se ganó el pan como zapatero. Se llamó Jacinto Ventura de Molina, nació en 1766 y murió en 1837. En la Biblioteca Nacional de Montevideo se conservan sus tres gigantescos volúmenes manuscritos, en verso y prosa, sobre diversos temas. Publicó un solo impreso, acerca de su eficaz acción en favor de la sociedad de los "congos de Gunga", para que se autorizase en 1835 su baile del Día de Reyes, prohibido desde 1833, tras una revuelta negra.
Molina no poseía ningún título pero se daba los de licenciado y doctor. Su formación inicial, continuada luego como autodidacta, se la debía a su tutor, el Brigadier José Eusebio de Molina (¿1724?-1782), un militar español que se destacó en las campañas contra los portugueses, junto a quien luego sería el Virrey Don Pedro de Cevallos. Jacinto era hijo de Ventura, liberto por salvarle la vida a Don José Eusebio, y Juana, libre por desertar del campo portugués. Aunque los tres eran libres, vivieron como "esclavos de la casa". El esmero del Brigadier en la educación del niño pudo deberse a diversión -reprochada, según el mismo Jacinto, por varios de los pares del militar- o hasta a paternidad natural, lo que, según Gortázar, puede entreverse en varios textos de Ventura, aunque no quede claro. El cariño de su tutor influyó para que el "licenciado" fuese siempre católico y monárquico, sin cambiar de ideas en los tiempos de Artigas ni en el inicio de la República.
Los intelectuales de sus días lo despreciaron. El texto al pie del retrato que le hizo Besnes e Irigoyen es irónico hasta el insulto. Juan María Pérez, Alcalde Ordinario, al responder su pedido para instalarse como zapatero, se burló de lo entreverado de su estilo. Isidoro de María, para quien el negro letrado era un recuerdo de adolescencia, terminó de etiquetarlo como loco simpático en su Montevideo antiguo. Después, sólo Ildefonso Pereda Valdés, Carlos Rama, Alberto Britos Serrat y Oscar Montaño se ocuparon del licenciado.
El desdén por Molina pudo tener varias causas, no sólo estéticas y raciales. El estilo de Molina no deja de ser entreverado por momentos y es posible que el Brigadier y los demás protectores blancos de "Jacintillo" no lograran, ni quisieran lograr, más que una caricatura negra de letrado blanco. Pero aún con su formación irregular, en una Montevideo con poquísimos libros y lectores, Molina debió ser más leído que muchos blancos "cultos": acaso parodiara sin quererlo a los letrados blancos de sus días. Este negro que dejó la milicia cuando fue obvio que Artigas no luchaba por Fernando VII y tuvo cierta figuración social bajo Lecor, a quien veneró como restaurador del orden monárquico, ofendía con su coherencia ultraconservadora a muchos de los prohombres del Uruguay naciente que, habiendo sido artiguistas más o menos sinceros, se hicieron luego cisplatinos fervientes, para acabar prohombres de la patria libre. Al usurpar los códigos letrados, Molina ofendía el privilegio blanco, tanto más porque escribía desde la más sincera sumisión a sus ex amos, quedando a salvo de castigo. De paso, con cada línea invocaba el fantasma de una negritud culta y tal vez no tan respetuosa de la "desigualdad natural" como él, (Molina presentó el proyecto de una escuela para negros, que no fue autorizada).
Ni Roxlo ni Zum Felde mencionan a Molina: nuestra cultura letrada no tiene raíz negra oficial. Ahora Alejandro Gortázar presenta al "licenciado negro" de un modo incisivo, abierto y provocador. Esperemos que sus estudios sobre la cultura negra sigan dando tan buenos frutos. Y que la obra de Molina esté pronto al alcance de los lectores.
EL LICENCIADO NEGRO. Jacinto Ventura de Molina, de Alejandro Gortázar. Trilce, 2007, Montevideo, 88 págs. Distribuye Gussi.