Crimen, mafia y justicia

El juez italiano que hizo historia, y pagó por eso: vida, traición y muerte de Giovanni Falcone

Escrito por Roberto Saviano con la misma técnica que su libro "Gomorra", apelando a la investigación y a la ficción

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Roberto Saviano
Roberto Saviano
(foto Maki Galimberti/ Matter Represe/ Anagrama)

por László Erdélyi
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Es difícil pensar en Sicilia como destino turístico luego de leer este libro. Demasiada sangre, muertos, extorsiones. Los valientes están solos, de Roberto Saviano, describe esa realidad al contar en versión novelada la vida del juez italiano Giovanni Falcone, asesinado por la mafia en 1992 tras un espectacular atentado —volaron la autopista de Palermo por donde pasaba, falleciendo él, su mujer y tres escoltas, y dejando un espantoso cráter. El libro tardó en llegar a hispanoamérica en castellano (este cronista intentó adquirir el libro en Madrid en agosto 2024, pero estaba agotado). La historia tenía todos los ingredientes: era un enfrentamiento prístino entre el bien y el mal, un juez luchando solo contra la mafia italiana.

Pero en realidad son dos historias, la del protagonista y el autor: se instalan ambas como un poderoso catalizador, y se potencian. La de Falcone, porque con su lucha titánica hizo historia, llevándolos a un megajuicio y desarticulando ese ominoso poder en las sombras de raíces antiguas, incluso con sus ramificaciones en la política italiana contemporánea. La de Saviano, porque desde la publicación de su libro Gomorra sobre la mafia napolitana (2006, publicado en 52 países con más de 12 millones de copias vendidas), vive amenazado de muerte y con escolta oficial, lo que no le ha impedido seguir publicando sobre los aspectos sociales y económicos que empoderan al crimen organizado italiano. No en vano Umberto Eco lo llamó “héroe nacional”. En Los valientes están solos hizo lo mismo que en Gomorra apelando al periodismo de investigación, la crónica y la ficción.

La Italia pobre. Lo que sorprende al lector es la acumulación de asesinatos que relata Saviano. Son cientos de jueces, fiscales, abogados, funcionarios, políticos y policías ejecutados a lo largo de décadas en Palermo, Messina, Catania, o en pueblos pequeños como Corleone (que posee hoy un museo Antimafia), una violencia contra la ley que se remonta a 1893 cuando fue asesinado el ex alcalde de Palermo Emanuele Notarbartolo (Falcone viviría en Palermo en una casa sobre la misma calle Notarbartolo). Aquella conducta mafiosa era despreciada por los italianos del norte, incluso de Roma, que miraban despectivamente a ese sur pobre, inculto y afecto al bandidaje. Todo comenzaría a cambiar luego de la Primera Guerra Mundial cuando las familias sicilianas se interesaron por el tráfico de heroína, que comenzó a llegar desde Turquía y era enviada a Estados Unidos, asociándose con familias italoamericanas. Para la década del 60 su poder y riqueza era enorme, con vínculos en la política.

Falcone entendía ese cambio. Ya no eran células sin coordinación, como en los viejos tiempos; se habían convertido en una poderosa organización centralizada que planificaba sus movimientos, como también sus sofisticadas operaciones financieras, las del lavado de dinero. El flujo de droga hacia Norteamérica devolvía una enorme cantidad de dinero sucio que había que blanquear, convertir, perder el rastro de origen.

Como juez Falcone tenía claro que debía perseguir a todo ese sistema; ir por partes no tenía sentido. Era un enemigo grande, oculto, paciente y con vínculos insospechados. Por eso siempre estuvo, de una forma u otra, solo. Como solos quedaron los mafiosos arrepentidos, esos que rompieron con la omertá, el código de honor siciliano, y hablaron. La soledad se instala ominosa en la narración de Saviano. El lector empatiza con ella y sabrá lo que es el miedo, el terror, y el coraje.

Extraño lugar.  El libro tiene dos partes bien definidas. La primera, hasta el capítulo 39, recorre el ascenso de Falcone hasta la instalación y finalización de su Maxiproceso contra la mafia, que condenó a tres capos a cadena perpetua y halló, en total, a 346 culpables. La segunda, a partir del capítulo 40, relata la “caída” de Falcone, y el entrecomillado vale porque es una caída extraña, promovida por la desidia o envidia de un sector del cuerpo judicial, de operadores que lo atacan de forma pública y privada por sus supuestas ambiciones, por postulaciones fallidas a cargos superiores (que le habrían dado una mayor protección ante las amenazas que recibía), por nuevos jefes mediocres que paralizan la movida antimafia, y por otras miserias difíciles de nombrar que tienen que ver con el miedo.

Aun así algunos actúan. Cuando matan a un juez intachable o a un policía honesto, el que decide sucederlo sabe los riesgos que ello implica. Lo hace, en parte, para vengar al amigo o compañero, canalizando así la rabia, pero también animado por el instinto de sobrevivencia y lealtad hacia su comunidad. Igual en las sucesiones no abundaban los candidatos —Saviano relata lo difícil que era, a veces, hallarlos.

Es una historia con infinitos detalles. Son cientos de nombres, lugares, operaciones, atentados, chicanas de abogados, con su traza de datos en expedientes judiciales, notas periodísticas y libros que Saviano expone en 60 páginas de bibliografía al final del libro. Dosifica bien la narración cada vez que introduce un nuevo personaje y su contexto, los que sobreviven y los que van muriendo. El lector nunca se cansa; conoce el final, pero no para de asombrarse ante tanta desidia, política pequeña y crueldad inaudita.

El libro también deja trazas del ser profundo italiano, su cultura, y su relación con el poder. El del norte y el del sur. Luego de que la mafia asesinara a Rocco Chinnici, el querido juez que dirigía el juzgado de Instrucción de Palermo y que era jefe y aliado de Falcone, logran que asuma en su lugar un juez de Florencia, Antonino Caponnetto. Tras llegar a Palermo, quedó sorprendido por la pompa y los homenajes que le fueron dispensados festejando su asunción. Se lo comenta a Falcone, y éste le advierte que solo se puede contar con unos pocos amigos. “Extraño lugar”, reflexiona Caponnetto. “En Florencia asisten cinco o seis personas a la toma de posesión de un cargo. Aquí se organizan grandes ceremoniales y banquetes, pero no puedes confiar en el vecino”.

LOS VALIENTES ESTÁN SOLOS, de Roberto Saviano. Anagrama, 2024 (3ra. edición). Barcelona, 580 págs. Traducción de Juan Manuel Salmerón.

Giovanni Falcone
Giovanni Falcone

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