Carina Blixen
EL EXILIO Y LA PERSECUCIÓN política son conceptos íntimamente ligados. Pero también es posible utilizar el término exilio en un sentido más amplio, para designar una manera de residir fuera de lo que "naturalmente" nos pertenece: un lugar, una lengua, una historia, un pasado, una persona. Puede significar una forma, parcial, de pérdida de sí mismo y de apropiación, parcial, de nuevos horizontes. El viaje, la traducción y la escritura son manifestaciones del exilio. De esto hablan dos libros recién editados de María Negroni, de formato similar, uno de ensayos y otro de poetas norteamericanas. Poeta, narradora y ensayista argentina, poco después de instalarse en Nueva York en 1985, Negroni comenzó a traducir a algunas poetas admiradas y a escribir ensayos que decían de su deslumbramiento en Manhattan y de sus preocupaciones por la situación del arte en una sociedad "hipertecnológica" e "hipervisual".
Sus reflexiones fueron publicadas con el nombre Ciudad gótica en 1994. En el 2007 la editorial argentina Bajo la luna reeditó estos "ensayos sobre arte y poesía" al mismo tiempo que dio a conocer la antología bilingüe de las poetas traducidas: La pasión del exilio. Otra marca de la interrelación de los dos libros: en la segunda parte de Ciudad gótica se plantean enfoques críticos de las poetas reunidas en La pasión del exilio. Son ensayos breves y muy libres. Con algunos rasgos autobiográficos, estilísticos y políticos, Negroni logra explicar qué es lo que importa de cada poeta.
TRAGEDIA EN MANHATTAN. La primera parte de Ciudad gótica se subtitula "Melpómene en Manhattan". Una de las nueve musas de la mitología clásica, Melpómene representa a la tragedia. Más allá del entusiasmo, la mirada de la ensayista está impregnada de la vivencia del quiebre y el fantasma de una historia rota. La dictadura argentina no está contada pero su sombra ominosa, la tristeza de su violencia, se filtra en la escritura. La ciudad y quien la vive se descubren mutuamente, el espacio es espectáculo e íntima fantasía. "Sin duda desde Baudelaire (que le rezaba todas las noches a Poe), la ciudad es un topos literario, un sitio de privilegio donde se puede, al abrigo del anonimato y la noche, ejercer la observación y el saqueo o, lo que es igual, abrirse a infinitas representaciones del mundo y, sobre todo, de uno mismo", escribe en un artículo sobre Joseph Cornell y Charles Simic.
Los ensayos son claros, inteligentes, informativos. Revelan un muy personal ejercicio de la escritura y una actitud peleadora, que se alimenta del feminismo, pero no se ciñe a él. Negroni libra una batalla contra la poesía entendida como entretenimiento y acusa a la democrática cultura norteamericana, respetuosa de las diferencias, de hacer del lugar otorgado a la poesía latinoamericana un ghetto. Para los escritores latinoamericanos en Nueva York "la excentricidad es un derecho y también, paradójicamente, una condena", dice. Y un poco más adelante: "si eres latinoamericano, serás explícitamente político o exótico o folklórico. Aquí se acaba la lista".
Ante las facilidades de la poesía trivial, comunicativa, defiende a la "otra poesía", la "fragmentaria y crispada". Descubre en la poesía de Robert Duncan que la metafísica, la experimentación y el afán espiritual "se implican recíprocamente". Ve el acercamiento de la poesía al espectáculo como uno de los más acuciantes desafíos planteados a los poetas actuales. "Escenográfico, efímero y hedonista en extremo, el performance es, por eso mismo, un género paradigmático de nuestra época". Discute la crítica sobre el "último" performance de Laurie Anderson "Empty places" (Lugares vacíos) y encuentra poesía cuando otros se molestaron por el abuso de la presencia de la palabra.
En el ensayo "Una esperanza llamada beats" cuenta que en algunos bares de Nueva York se leía poesía y se realizaba un certamen donde el público elegía al que consideraba el mejor. Luego el canal más popular del país "Music Television" (MTV) trasmitía los poemas ganadores en clips de 30 segundos. El jurado era tan variopinto como suelen serlo los parroquianos de cualquier café. "Un conglomerado extrañísimo donde conviven profesores de aerobics, comerciantes de New Jersey, enfermeras, mozos y desocupados", describe Negroni. "La gente se divierte", dice. "¿Cómo no divertirse cuando la poesía, de pronto, se ha vuelto un juego?". Piensa que estas manifestaciones se parecen más a una moda que satisface a un público que a la insubordinación de los antiguos beats y son por lo tanto conservadoras aunque parezcan "indóciles". Al final de su ensayo, luego de criticar la superficialidad y el aislamiento social de estos nuevos beats acepta que estas experiencias traen a la poesía el beneficio de mezclarla en la vida.
EL PROPIO JUEGO. La antología de poetas norteamericanas, y los acercamientos críticos a ellas, reunidos en la segunda parte de Ciudad gótica, pueden leerse como un diálogo con el luminoso ensayo de Virginia Woolf Un cuarto propio, publicado en 1928. Acuciada por dar una conferencia sobre las mujeres y la novela, Virginia Woolf empieza a preguntarse por qué hay tan pocas novelas escritas por mujeres. Buscando respuestas cuenta a modo de hipótesis la historia de la hermana de William Shakespeare y nos convence de que si esta hipotética muchacha, llamada Judith, hubiera existido, con las mismas virtudes de William, no hubiera podido escribir una línea. La pobreza y la creación nunca se han llevado bien.
La gratuidad de la reflexión y la elaboración artística es posible a partir de la satisfacción de algunas necesidades materiales, razona en principio Woolf. Pero argumenta en seguida que eso tampoco alcanza. Hay una libertad interior, también imprescindible, que solo se logra con la igualdad de jerarquía, reconocimiento y poder. Cuando no tenga que reivindicar sus derechos, la mujer podrá desplegar una mente tan "andrógina" como la de William Shakespeare. El artista debe aspirar a más que representar la mitad de la humanidad (masculina o femenina). Negroni se pregunta si "a casi un siglo del punzante alegato de A Room of One`s Own", no se sigue "sin disponer de esa mente sin trabas, esa incandescencia que destilaba Shakespeare el varón y que es factor usual, en la visión de Woolf, de la figura del `genio`."
Negroni parte de la base de que la postergación de los países marginales y la de las mujeres en general exige una escritura reivindicativa de sus derechos y se pregunta si es "posible desmontar operativos de exclusión sin caer en la descripción trivial de los hechos" y sin satisfacer la cuota de "diferencia" que las culturas desarrolladas exigen. Defiende la escritura que se permite la oscuridad, que establece su propio juego. Establece su "genealogía" femenina con los poemas y las vidas de las diez norteamericanas elegidas: Marianne Moore, Elizabeth Bishop, Anne Sexton, H.D., Sylvia Plath, Adrienne Rich, Louise Gluck, Lorine Niedecker, Rosmarie Waldrop y Susan Howe. Todas conciben la poesía como un ejercicio riguroso que hace posible el movimiento íntimo de alejarse para descubrirse en otra dimensión. "…las poetas siguen escribiendo, es decir, hurgando en su ceguera, buscando una compleja claridad que incluya los tumultos del mundo sin desentenderse de sí mismas, de sus propias incertidumbres…": así termina su artículo sobre las poetas Lorine Niedecker, Susan Howe y Rosmarie Waldrop y la necesidad del lenguaje de subvertir el orden patriarcal.
CIUDAD GÓTICA. ENSAYOS SOBRE ARTE Y POESÍA. NUEVA YORK 1985-1994, de María Negroni. 2ª ed., 134 págs. Buenos Aires, 2007. LA PASIÓN DEL EXILIO. DIEZ POETAS NORTEAMERICANAS DEL SIGLO XX, Selec., trad. y pról. de María Negroni, 186 págs. Buenos Aires, 2007. Editorial Bajo la luna. Distribuye Ediciones del Puerto.