por Carina Blixen
.
La publicación en 1857 de Las flores del mal escandalizó a la crítica y a la sociedad francesa. La Justicia ordenó el secuestro de la edición y procesó a su autor, Baudelaire, y a su editor por considerar que los poemas “ofendían la moral pública y las buenas costumbres”. El libro fue reeditado en 1861 con nuevos poemas. Esta historia, la más conocida del poeta, crítico de arte y ensayista francés, considerado el iniciador de la poesía moderna, no está contada en el libro recién traducido de Antoine Compagnon, Baudelaire, el irreductible, dedicado a desplegar el surgimiento de un Baudelaire menos conocido, el de El Esplín de París, la colección póstuma de los Pequeños poemas en prosa.
Compagnon analiza, con agudeza y erudición múltiple, la irritante y compleja figura de Baudelaire (1821-1867) en relación al arte y la sociedad de su tiempo. Ambiguo y paradójico, el poeta generó, a lo largo del tiempo, interpretaciones ideológicamente divergentes. Por ejemplo la interpretación de un Paul Valéry que en 1924 leía Las flores del mal “al margen de todo marco político o social”, y da cuenta de que los trabajos de Walter Benjamin implicaron “el retorno de la historia, del contexto, de las realidades sociales contemporáneas en la lectura de Baudelaire”. Señala, también, que la traducción al francés de estos trabajos y su circulación fue muy tardía. La tesis de Benjamin de Baudelaire como “un enemigo oculto de la burguesía”, recién comenzó a tener peso en Francia a partir del año 2000. Compagnon explica que el título de su libro viene del curso que en 1968 diera en el Colegio de Francia, Georges Blin, “Baudelaire irreductible”, contrario a los alineamientos interpretativos del poeta y, fundamentalmente, en contra de quienes lo proponían como precursor de las vanguardias estéticas del siglo XX.
Moderno y antimoderno. Compagnon ocupa, desde 2005, la cátedra de Literatura francesa moderna y contemporánea en el Colegio de Francia. En 2011-2012 dedicó trece lecciones a Baudelaire “Moderno y antimoderno”, que están directamente ligadas a este libro que se publicó originalmente en 2014 como Baudelaire l'irréductible.
Es muy compleja la noción baudelairiana de la modernidad. Compagnon elige presentarla en la encrucijada de cuatro “cosas modernas”: la prensa, la fotografía, la ciudad, el arte. Analiza “el comportamiento equívoco del poeta ante cada una de ellas”. Cuenta con una sensibilidad afinada, un conocimiento minucioso del archivo y la preocupación por la precisión de las palabras. Hace un rastreo pormenorizado de las publicaciones en la prensa desde 1855 hasta 1864. Analiza los Poemas en prosa —una recopilación carente de unidad— en el contexto de los periódicos en que aparecieron y la actitud de Baudelaire hacia la prensa y, en particular, hacia los responsables de los periódicos en que publicaba. Compagnon explica que “el poema en prosa es un texto breve (corto y menor), que describe o imagina una cosa vista, un suceso, contándolo de manera realista o fantástica, todo ello seguido de una moraleja muy frecuentemente ‘desagradable’”. El crítico considera que la relectura de los poemas en prosa en el periódico les restituye “su capacidad virulenta y agresiva”: en ese lugar se vuelve visible el diálogo con esa sociedad “moderna” que Baudelaire consideró trivial y atroz, o atroz en tanto trivial.
Los motivos de rispidez con los directores de la prensa fueron múltiples: la paga era insuficiente e insegura; Baudelaire publicaba varias veces cada poema. La estabilidad de los diarios era precaria y los encargados de prensa se preocupaban por las molestias que los textos de Baudelaire podían causar a sus lectores. Pero el reclamo más crispado del poeta tal vez haya sido porque le modificaban sus textos. Compagnon transcribe la carta que Baudelaire, furioso, envía a Gervais Charpentier, librero, editor, fundador de la Revue Nationale: “Le dije que suprimiera todo un fragmento, si una coma no le gustaba en el fragmento, pero no que suprimiera la coma; esta tiene su razón de ser”. El escritor y periodista Arsène Houssaye, director, entre otras publicaciones, de El Artista (revista literaria) y La Prensa (periódico de gran tirada) mantuvo también con el poeta una relación difícil. Baudelaire le dedicó los poemas en prosa que publicó en La Prensa. Aparecieron en el lugar en que solía encontrarse el folletín, en la zona baja de las dos primeras páginas del periódico. Compagnon señala que al disponerlo así, más allá de las desavenencias diversas con Baudelaire, Houssaye hizo “de ese estreno un acontecimiento literario”.
Louis Daguerre, “pintor en sus orígenes, decorador teatral”, inventó la fotografía en 1835. Baudelaire fue testigo de su “extraordinaria transformación” en una industria y un arte popular. En sus críticas de arte, Baudelaire la desacreditó reiteradamente. Consideró a la fotografía parte de la decadencia moderna y la ubicó del lado de la muerte. Colocó el arte, en cambio, del lado de la vida. Compagnon señala la relación entre las caricaturas sociales que Baudelaire apreciaba en sus críticas con algunos de sus poemas en prosa. Al comienzo de su artículo sobre “Algunos caricaturistas franceses”, Baudelaire defendió la idea de que “las imágenes triviales, los croquis de la multitud y de la calle, las caricaturas, son frecuentemente el más fiel espejo de la vida”. A pesar de su desprecio, Compagnon anota que, desde Bélgica, Baudelaire escribió a su madre pidiéndole una foto suya, que fuera “un retrato exacto, pero que tenga lo borroso de un dibujo”. Y señala que más allá de su repudio, hay quince retratos de Baudelaire: “cifra elevada comparada con sus contemporáneos”.
Compagnon considera que la publicación, en 1861, de “Las muchedumbres”, “Las viudas” y “El viejo saltimbanqui” significaron “un verdadero giro”: “con ellos, los poemas en prosa pasaron a ser urbanos y parisienses” e iniciaron “un nuevo continente poético”. Baudelaire exploró la nueva sensibilidad surgida de la experiencia de la gran ciudad, que “desposee al individuo de una parte de su identidad, pero el anonimato, el incógnito, le procura placeres secretos”. Fascinado y horrorizado por la violencia anidada en la multitud, Baudelaire buscó descifrar su belleza escondida. Con un pensamiento que captó los rasgos contrarios en su necesidad y carácter paradójicamente reversible Baudelaire recreó la sensación de soledad entre “el gran número” de personas y cosas, percibió la superposición y alternancia de los roles de víctima y verdugo. Según Compagnon, Baudelaire adelantó la idea de una belleza moderna inseparable de la trivialidad.
BAUDELAIRE, EL IRREDUCTIBLE de Antoine Compagnon. Acantilado, 2022. Barcelona, 317 págs. Traducción de José Ramón Monreal.