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Poéticas de Milán

Ante la gran y única migración

Porque el mundo no es sólo un mundo de expulsados, como dice Saskia Sassen

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Eduardo Milán

por Eduardo Milán
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¿Existe el exilio? No existe el exilio. “Llora, llora, urutaú/ en las ramas del yatay/ Ya no existe el Paraguay/ donde nací como tú”. De niño pensaba que Paraguay era un país paralelo a Uruguay. Y pensé que Paraguay le debía a Uruguay algo. El cierre de la confusión la produjo Yo el supremo de Roa Bastos. Aunque nunca fui devoto del boom. Los boomistas se distinguen demasiado de los buhoneros. Onetti, el gran buhonero, no era boomista. Rulfo, otro gran buhonero, no era boomista. Cortázar que era extraordinario sí fue un integrante del boom muy connotado. Pero era más que eso. No vendía estampitas maravillosas —no en Rayuela. Salvo al final de su vida, como una recaída en lo que no fue, era más estruendoso que la propia explosión. Pronto, dentro de la infancia, me enseñaron que Paraguay no era un paralelo de Uruguay. Y que no le debía nada. Y que, mejor: era Uruguay que le debía —junto al otro grande conosureño: Argentina— a Paraguay. Eso me pasa por no pensar en río, por no ser fluido, maleable. Pero el exilio, aquél por el que dejaron su país una parte de los latinoamericanos debido a la condorización que se vivió en los setenta no existe ya. Y otra cosa que no me gusta: “cóndor” como nombre de bautismo a una operación estratégico-represiva. El cóndor es un ave noble. Eso de referir con nombre de ave a las distorsiones del poder político-económico es una canallada. El animal siempre paga por el hombre, no es noticia. Aunque quién sabe cuál es el verdadero nombre del cóndor porque lo bautizó el hombre. El único que entendió al cóndor para mí no fue ningún latinoamericano: fue Paul Simon cuando le puso letra a “El cóndor pasa”. Esa melodía le hace honor al cóndor. El cóndor era un ave con dolor y vino Simon a ponerle lírica. Los nombradores operativos que se ocuparon de manchar al cóndor no entendieron que el cóndor es un ave guardiana, un ave de altura como cierto tipo de café. Cuida lo alto sin ser un dios. Parece un rumor pero no de mar: del aire alto, el que no se ve. Por eso vino Antígona, la gran antagonista: a guardar la memoria. La antipoesía nació con Antígona. Si uno cree que la anti-poesía está contra la poesía no entendió nada de la naturaleza. La antipoesía está ahí para corregir el manoseo de la metáfora que casi extinguió a la poesía.
Existe, entonces, la migración. El mundo no es sólo un mundo de expulsados como dice Saskia Sassen. Es la gran migración, una sola y única migración. “La gran migración” no es un nombre mío para dar cuenta del estado del mundo: es una idea y un libro de Hans Magnus Enzensberger, que murió en noviembre del año pasado. Un grande.

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