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Ser buenos blancos

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Hoy es Jueves Santo. Tenía pensado dedicar estas líneas a cuestiones trascendentes, eternamente trascendentes, por la importancia histórica y religiosa de estas fechas. Y porque siempre es bueno rememorar lo que la Semana Santa significa para la humanidad.

En definitiva, lo que recordamos año a año a esta altura, no es otra cosa que la gesta más importante. La del Invicto Eterno, la del que le ganó al mal y a la muerte sacrificándose por amor a todos nosotros. Dios en su misericordia me perdonará por escribir sobre cuestiones temporales, pero como está el patio creo que es necesario. Él comprenderá.

Entramos en el penúltimo año del mejor gobierno que ha tenido Uruguay en este siglo. De los mejores de su historia, además. Los indicadores nos dicen que hoy -calamidades mediante- vivimos mejor que en 2019.

Los orientales gozamos de un mejor país. Y Uruguay respira más libertad que nunca.

La comunidad de naciones nos ve como modelo.

Hay consenso internacional en el reconocimiento que recibe nuestro Presidente, por su brillante gestión y por ser fundamentalmente un sólido referente democrático.

Es por todo esto que los blancos no podemos olvidarnos ni por un minuto de la gran responsabilidad que nos toca. No fueron la historia ni la casualidad las que dispusieron que nuestra colectividad liderara el cambio que significó desplazar del gobierno al Frente Amplio.

Fueron años de sacrificio de muchísimos blancos de todas las corrientes de nuestro gran Partido. Fue la sumatoria del esfuerzo de miles de correligionarios que desde distintas trincheras pusieron el hombro para que esto fuera posible. Fue el haber aprendido con derrotas, sangre, y lágrimas que la lucha fratricida nunca paga, y la férrea unidad si.

Fue entender, comprender, y asumir que el Partido Nacional, el partido de las libertades, estaba llamado a ser el primero de la fila en una gran coalición de partidos consustanciados profundamente con los valores democráticos y con la dignidad del hombre.

El devenir de las cosas nos deparaba ese sitio especial de responsabilidad y honor, no por capricho de la historia, sino por el hecho de que siempre fuimos el partido más integrador, el partido de los defensores del Estado de Derecho, pero también el partido más atento a las necesidades y sensibilidades de la Patria primero, y de propios y ajenos. Ganamos cuando los blancos nos dimos cuenta de que estábamos listos para liderar algo más grande, cuando fuimos capaces de ensanchar nuestras fronteras partidarias. Cuando dejamos de mirar solo para dentro de casa.

Vienen tiempos movidos, tiempos difíciles, complicados y estresantes.

El país nos reclama continuar con esta obra, es nuestra tarea difundir y defender el legado de nuestro Gobierno, y fundamentalmente de nuestro gran Presidente.

Para eso es importante, muy importante, cuidar del instrumento, cuidar con esmero y devoción a nuestro Partido Nacional. El futuro del país depende de esto.

Nos corresponde estar a la altura de lo que se espera de todos y cada uno de nosotros: cumplir con nuestro deber, y sobre todo ser buenos blancos. Solo así volveremos a ganar.

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Tomás Teijeiro

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