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¿No habrá un bicho en la vuelta?

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Y no hay vuelta atrás. Esta semana el ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, confirmó que desde hace unas semanas viene preparado la transición en su Secretaría de Estado, la que abandonará indefectiblemente el próximo 3 de marzo. Será reemplazado por Karina Rando, médico anestesista que forma parte del equipo del MSP. La noticia no sorprendió porque el propio ministro había anunciado su alejamiento en el mes de noviembre. Razones familiares, argumentó entonces y refrendó su mujer Martha Soto.

Días antes se había frustrado su aspiración de dirigir la Organización Panamericana de la Salud (OPS) con sede en Washington. El cargo fue para el brasileño Jarbas Barbosa Da Silva. No saben en la OPS el Director que se perdieron.

Lo cierto que el secretario de Estado que supo capear con maestría el tsunami de la pandemia de Covid-19, se marcha con la frente muy alta y el reconocimiento de la gran mayoría de los uruguayos. Fue y es el ministro con mejor imagen, según coincidieron siempre todas las encuestas de opinión. Su popularidad alcanzó el pico máximo a fines de 2021 con un 76 por ciento de aprobación.

La semana que pasó, Salinas recibió una lapicera de regalo del Programa Nacional del Cáncer, grabada con la leyenda “al gran ministro covid. Gracias, Daniel”.

La frase es verdad, pero para llegar a esa verdad, transcurrieron casi tres años, en los que los problemas no le dieron tregua al gobierno en su conjunto y a él en particular como responsable de la salud de todos los uruguayos.

Vale la pena recordar que Salinas asumió con la administración del presidente Luis Lacalle Pou el 1° de marzo de 2020 y que doce días más tarde desembarcó en el Uruguay el Covid-19. Entonces, el MSP contaba con cien quits para diagnosticar la enfermedad y carecía de otros insumos para combatir la pandemia que llevaba meses golpeando a China, Europa y Estados Unidos. La administración del Frente Amplio se había dado el lujo de donar a China, en febrero de 2020, materiales médicos para combatir el coronavirus. Tal vez Salinas, algún día, cuente qué sintió aquel 13 de marzo.

Neurólogo destacado, integrante de Cabildo Abierto, su nombramiento no estuvo exento de infelices acusaciones por parte de sectores del FA.

Antes de asumir, concurrió todas las mañanas al Instituto Pasteur para aprender sobre el Covid-19 de los científicos que allí trabajan. La pandemia llegaría y había que prepararse. El primer Salinas que enfrentaba a las cámaras de televisión dubitativo, se convirtió rápidamente en un muy buen comunicador que trasmite confianza a la población. Su experiencia de médico acostumbrado a tratar con pacientes con patologías complejas y a sus familiares, le debe haber ayudado a lograr el dominio a la hora de comunicar. Superó con la mayor nota las interpelaciones y los llamados a sala casi permanentes que le formuló el FA. El senador Daniel Olesker (de título académico indescifrable) fue quien reclamaba su presencia en el Parlamento permanentemente.

A Salinas “no le picó el bichito de la política”, según dijo y agregó: “Los políticos nacen para eso (...) Yo nací para ser médico, y me tocó un momento muy especial y di lo mejor que pude, lo mejor de mí, con un gran equipo”. De eso no hay dudas, ministro. Capaz que en los próximos meses el bicho lo pica y vuelve al ruedo. Porque personas como Salinas le hacen mucho bien a la política y al país.

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Diego Fischer

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