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Las guerras que asoman con el 2023

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Mientras Serbia acumula fuerzas en las puertas de Kosovo, China lanza enjambres de aviones bombarderos a zumbar en el cielo de Taiwán. Y en el mismo puñado de días, drones norcoreanos traspusieron el Paralelo 38, cayendo en Corea del Sur.

¿Es posible que esos liderazgos allegados a Moscú decidan hacer lo mismo que hizo Rusia?

En Europa se desarrolla una guerra entre naciones de una misma raza y una misma religión. Rusos y ucranianos son eslavos y, aunque con iglesias diferentes, comparten el cristianismo ortodoxo entre otros rasgos culturales. La guerra estalló cuando Rusia invadió a la vecina Ucrania, buscando rehacer el mapa que lucía en los tiempos del Imperio Ruso.

Siguiendo los pasos de Vladimir Putin, el presidente Xi Jinping parece dispuesto a rehacer el mapa del imperio que formó la dinastía Qing en el siglo XVII, al anexar Taiwán a la provincia de Fujian.

Chinos y taiwaneses pertenecen a la etnia Han y comparten la misma cultura milenaria, con los rasgos que en la isla dejaron periodos anteriores, como el de la ocupación portuguesa. Si China invade Taiwán, se dará una versión asiática de lo que ocurre en el corazón eslavo de Europa central.

La isla que sobre finales del siglo XIX quedó bajo el poder nipón, volvió a fusionarse con China continental tras la derrota de Japón en 1945. Pero cinco años más tarde, al finalizar la guerra civil con el triunfo comunista en el continente y las fuerzas del derrotado Kuomintang atrincheradas en Taiwán, se produjo la separación que rige hasta la actualidad.

Según los acuerdos alcanzados por Nixon y Mao Tse-tung a través de Kissinger y Chou En-lai, Taiwán es “una provincia china en rebeldía”, pero la reunificación, si bien destino inexorable, no debe efectuarse de manera unilateral y por la fuerza, sino de mutuo acuerdo alcanzado en una mesa de negociación.

A esa parte de lo acordado, Xi Jinping quiere dejar de lado, como hizo con lo pactado entre Pekín y Londres para el traspaso de Hong Kong. Y en el caso de Taiwán, al líder chino lo tienta más que sea por la fuerza, dado que sus reveses con la economía y con la pandemia lo están mostrando débil a pesar de los súper-poderes que recibió del XX Congreso del PCCh sólo un par de meses atrás.

Las protestas que voltearon su política de Covid cero, la poca eficacia de las vacunas y una campaña de vacunación que dejó afuera a las franjas etarias de mayor vulnerabilidad, además del frenazo económico que está dejando en el pasado el “crecimiento a tasas chinas”, van volviendo tentador para Xi Jinping una aventura militar para reunificar Taíwán con China por la fuerza. Y si toma está decisión que va madurando en los pasillos del poder, el presidente serbio Aleksandr Vucic recibirá creciente presión de Pekín para que invada Kosovo con el proyecto geopolítico de que Serbia vuelva a tener las fronteras que tenía dentro de la Yugoslavia del mariscal Tito.

El pequeño territorio que integró el Primer Imperio Búlgaro, pasó a formar parte del Imperio Serbio en el siglo XIV y las guerras libradas contra los otomanos le dio en la mitología serbia el lugar de cuna de los serbios.

China le entregó a Vucic las armas antiaéreas que hubieran complicado los bombardeos de la OTAN que separaron a Kosovo de Serbia, venciendo a Slobodán Milosevic. Posiblemente le exija ahora que los use para recuperar Kosovo, persuadiendo a la alianza atlántica de no intentar nuevamente la acción que llevó a cabo en los noventa.

Con un nuevo conflicto en los Balcanes, la OTAN quedaría desbordada si China invade Taiwán. Y ante una eventual reacción militar de las potencias occidentales a favor de la isla, al eje euroasiático le queda la posibilidad de empujar al líder norcoreano a intentar lo que intentó su abuelo, Kim Il-sung, al invadir Corea del Sur en 1950.

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Claudio Fantini

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