Sin dudas será un hecho histórico. Me refiero al realojo de las 500 familias del asentamiento Kennedy de Punta del Este, que comenzará el próximo 21 de febrero. La mudanza se hará a razón de 20 familias por día y se estima que el traslado total se completará en un mes. Según el censo realizado en 2022, vivían en el Kennedy 1.228 personas de las cuales el 33 por ciento eran menores de 18 años.
El nuevo barrio que les espera se llama Los Caracoles y queda a un kilómetro del Kennedy. Fue inaugurado en 2020 y en él ya viven las familias que, tiempo atrás, fueron trasladadas del asentamiento El Placer que estaba en la costa del arroyo Maldonado, y hoy es un parque.
A las familias del Kennedy, con las que se trabajó en consulta permanente, les esperan viviendas dignas, en una urbanización que cuenta con todos los servicios: luz, agua, saneamiento, calles asfaltadas y espacios verdes. También hay una escuela, un CAIF, una policlínica, una capilla y espacios para actividades culturales. Los habitantes pagarán por sus viviendas $ 3.300 por mes durante 120 meses; al término del plazo obtendrán el título de la propiedad.
El Kennedy nació en 1961, durante la construcción de la cancha de golf del Cantegril Country Club. Separado tan solo por una calle del lujoso centro social, construyeron sus viviendas de materiales precarios, obreros, caddies y personas que fueron llegando de forma incesante a Maldonado buscando trabajo. El contraste fue siempre doloroso y vergonzante.
En 1961, se celebró en Punta del Este el Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), reunión que congregó a cancilleres y ministros de Economía de América, y en la que el gobierno de John F. Kennedy lanzó la Alianza para el Progreso. La conferencia pasó a la historia porque se transformó en una batalla diplomática y de espionaje importante de la Guerra Fría. Acababa de triunfar la revolución cubana y Ernesto Guevara, el Che, entonces ministro de Industria y presidente del Banco Central de Cuba, fue su representante. Mientras que por Estados Unidos participó el secretario del Tesoro, Douglas Dillon. Se cuenta que Estados Unidos donó una suma de dinero para construir viviendas dignas en el naciente asentamiento y que por ello se lo bautizó con el nombre del entonces presidente norteamericano. Las viviendas nunca se edificaron, y nadie supo cuál fue el destino de los fondos.
Cuatro generaciones pasaron desde aquellos días. Ahora y gracias a una inversión de US$ 55 millones, el Kennedy será pronto historia.
El proyecto y su concreción, es obra de la administración del intendente Enrique Antía. Los recursos se lograron a través de un crédito del Banco República y de un préstamo de la Corporación Andina de Fomento (CAF) que contó con el aval del Gobierno Nacional. Una vez terminada la mudanza, las diez hectáreas que ocupa el Kennedy y que pertenecen a la Intendencia, serán vendidas para recuperar parte de la inversión.
Fuera de Maldonado, tal vez, no se valore en su real dimensión lo que representa y significa la desaparición del Kennedy. Quedan atrás seis décadas de promesas incumplidas. Y a partir del miércoles, más de mil doscientas personas podrán imaginar y planificar un futuro mejor.