Todo lo que nos pasa deja huellas en nuestro cuerpo: lesiones que derivan en dolor crónico, malas posturas que provocan contracturas, e incluso situaciones estresantes y emociones bloqueadas que conducen a molestias físicas. El Rolfing es una terapia corporal que permite liberar estas tensiones a través de la manipulación del tejido conjuntivo y la reeducación del movimiento.
El método debe su nombre a la doctora en bioquímica Ida Rolf. Nacida en Estados Unidos, sufrió un accidente durante su juventud que la llevó a investigar sobre trabajos corporales como el yoga, la osteopatía y la quiropraxia. Con el tiempo, desarrolló su propia técnica, la Integración Estructural, difundida desde los años 50 como Rolfing.
Para el rolfista uruguayo Alfonso Di Paulo, el gran descubrimiento de Rolf tuvo que ver con el poder sanador de la fascia, una estructura de tejido conjuntivo que conecta y envuelve todas las estructuras corporales. Su función es sostener, proteger y dar forma al organismo y tiene una gran capacidad de deslizamiento y desplazamiento. “Rolf observó que al liberar las tensiones presentes en este tejido las personas comenzaban a tener mayor movilidad y soltura”, señaló Di Paulo.
Cómo funciona el Rolfing.
La doctora Rolf creó una serie terapéutica de diez encuentros para mejorar los patrones de postura y movimiento del paciente. “Se va desde lo más superficial hasta lo más profundo del tejido; siempre en un ambiente de confianza y amabilidad que le permita a la persona liberar las tensiones sin entrar en un circuito de defensa”, expuso Di Paulo.
Dentro de cada sesión hay varios momentos. El rolfista José García Olaso, también uruguayo, contó que primero se hace una lectura corporal o reconocimiento de patrón: “Esto permite sentir cómo está el cuerpo; por ejemplo, si trabajamos el contacto con el suelo, podemos ver cómo está la distribución del peso, dónde apoya más y dónde apoya menos”.
Luego, se pasa a un trabajo en camilla que incluye técnicas de manipulación de la fascia y de reeducación del movimiento. Así, el paciente logra reconocer cómo realiza los movimientos y qué modificaciones puede hacer para estar mejor.
Por último, García expuso que “el Rolfing tiene mucho que ver con la relación del cuerpo con la gravedad, entonces al final de cada sesión vemos cómo llevar el trabajo en la camilla a la posición de sentado y de pie, es decir, a la vertical”. En total, cada sesión dura más o menos una hora.
A partir de la serie de diez encuentros —se completan en cuatro o cinco meses— puede mejorar la elasticidad del pecho, la orientación de la pelvis, la caja torácica y la cintura escapular, la organización de los pies y las piernas, el equilibrio y la flexibilidad, entre otros aspectos.
No obstante, el trabajo no termina en el consultorio. “Los cambios más grandes ocurren cuando la persona se compromete a cambiar aquellos patrones de movimiento que no son saludables”, sostuvo Di Paulo.
Beneficios más allá del cuerpo físico.
El Rolfing no solo repercute en los síntomas físicos. Para empezar, potencia la consciencia corporal y la propiocepción. “A medida que sentimos y percibimos más y mejor nuestro cuerpo, podemos mejorar la calidad de los movimientos, o sea, usar el cuerpo con otra gracia y expresividad”, expresó García.
También hay efectos positivos en lo emocional y lo mental: “Por ejemplo, al mejorar el apoyo en el suelo, mejora nuestra seguridad y estabilidad, y probablemente transmitamos esa confianza en nuestros vínculos”, agregó el rolfista. En la misma línea, afirmó: “Si respiramos y nos movemos de forma adecuada, posiblemente sintamos mayor vitalidad, energía y motivación”.
Por su parte, Di Paulo aseguró que cuando cambiamos la forma en la que está nuestro cuerpo, adoptamos una nueva actitud frente a la vida. En este sentido, señaló que el Rolfing promueve una conciencia holística: “Cuerpo, mente y alma son una unidad”. García estuvo de acuerdo y agregó que para la creadora del método este es un camino de evolución humana: “La mirada siempre estuvo puesta en cómo puede surgir un ser humano distinto con otras posibilidades”.
Finalmente, conectar con el propio cuerpo es una forma de conectar con el momento presente. “Sentir más el cuerpo nos trae al aquí y ahora; percibir las plantas de los pies, la fluidez del andar, todo eso nos trae al aquí y ahora”, subrayó Di Paulo.
Para qué sirve y para qué no.
El Rolfing está dirigido a personas con tensión crónica, dolor por lesiones u operaciones y dificultad para moverse, así como para mujeres luego del embarazo y el parto, actores, músicos, bailarines y otros artistas que quieran expandir su consciencia corporal, deportistas que busquen mejorar su rendimiento y cualquiera que desee impulsar su bienestar.
A pesar de lo anterior, el rolfista Di Paulo aclaró que este método no es una solución mágica frente a problemas agudos o condiciones de salud más severas. “A veces pasa que ante una crisis de ciática o de lumbalgia las personas esperan una mejora, pero no es ahí el momento de actuar. Esto es un trabajo de fondo, de transformación personal”, sostuvo.
Asimismo, indicó que una vez terminada la serie de diez sesiones se recomienda esperar al menos un año en caso de querer retomar la terapia porque “el proceso continúa trabajando en la persona y se necesita un tiempo para integrar ese nuevo cuerpo”.
Di Paulo y García están en www.rolfinguruguay.com. García comentó que probablemente el año próximo abrirán la primera formación de Rolfing en Uruguay.