Redacción El País
Durante años, la idea de tomar los medicamentos “a cualquier hora”pareció suficiente. Sin embargo, la ciencia viene demostrando que el momento del día en que se administra un fármaco puede determinar su eficacia e incluso sus efectos adversos. A este enfoque se le llama cronofarmacología, una rama de la farmacología que estudia cómo los ritmos naturales del cuerpo inciden en la acción de los medicamentos.
Nuestro organismo funciona como un reloj biológico que regula procesos que se repiten de forma cíclica: la temperatura corporal, la presión arterial, el sueño o la secreción hormonal. Ese reloj central se encuentra en el cerebro, concretamente en una pequeña zona llamada núcleo supraquiasmático, ubicada en el hipotálamo.
Los ritmos que marcan estos procesos se clasifican en tres tipos: circadianos, cuando se repiten cada 24 horas (como la liberación del cortisol o la melatonina); infradianos, si duran más tiempo (por ejemplo, los ciclos menstruales); y ultradianos, cuando ocurren varias veces al día (como los latidos del corazón o la digestión).
No da igual tomarlo de día o de noche
Estos ciclos influyen especialmente en tratamientos prolongados o de enfermedades crónicas. No es casual que muchas recetas indiquen una hora precisa: “a la mañana”, “cada 12 horas” o “después de cenar”. Esa precisión busca que el fármaco actúe cuando el cuerpo está más receptivo y que sus efectos duren el tiempo adecuado.
El organismo, a su vez, realiza una serie de procesos sobre el medicamento —liberación, absorción, distribución, metabolismo y eliminación—, conocidos como farmacocinética. Y una vez que el fármaco llega a su sitio de acción, ejerce su efecto terapéutico, lo que se llama farmacodinamia.
Por eso, no es lo mismo tomar una pastilla a las ocho de la mañana que a las diez de la noche. El cuerpo la procesa de manera distinta, y el resultado clínico puede variar de forma importante.
Casos concretos: hipertensión, colesterol y artritis
Uno de los ejemplos más claros se da con los medicamentos para la hipertensión arterial. Estudios clínicos, como el Mapec, realizado con más de 2.000 pacientes, demostraron que tomar al menos una de las dosis por la noche —y no todas por la mañana, como se hacía tradicionalmente— reduce el riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares.
Algo similar ocurre con las estatinas, los fármacos que ayudan a reducir el colesterol. Las de acción corta, como la simvastatina, son más eficaces cuando se toman antes de dormir, porque el hígado produce más colesterol durante la noche.
Con los corticosteroides, que se usan en tratamientos de inflamación o enfermedades autoinmunes, la hora también influye: administrarlos por la mañana, cuando el cuerpo libera más cortisol de forma natural, reduce efectos secundarios. Incluso se ha comprobado que ciertas formulaciones de liberación retardada, tomadas de noche, mejoran el dolor matutino en pacientes con artritis reumatoide, según el estudio Capra-1.
Quimioterapia, asma y vacunas
El enfoque cronobiológico también está dando resultados en tratamientos más complejos. En algunos tipos de quimioterapia, como la del cáncer colorrectal, se observó que administrar medicamentos en horarios específicos mejora la tolerancia y reduce los efectos adversos. Esto se debe a que las células cancerosas y las enzimas del organismo también tienen sus propios ritmos circadianos.
En el asma, cuyos síntomas suelen empeorar durante la noche, ajustar el horario de los broncodilatadores o corticosteroides inhalados puede mejorar notablemente el control de la enfermedad.
Incluso las vacunas están sujetas a estos ritmos. Investigaciones publicadas en la revista Vaccine mostraron que los adultos mayores vacunados contra la gripe en horas de la mañana generaban una mejor respuesta inmunológica que quienes lo hacían por la tarde. Resultados similares se hallaron con las vacunas de hepatitis A y covid-19. Se cree que esto ocurre porque las células del sistema inmune, como los linfocitos T, son más activas en ciertos momentos del día.
Un futuro de tratamientos personalizados
Más allá de la eficacia, la cronofarmacología también apunta a una mayor seguridad. Adaptar la administración de un medicamento a los ritmos biológicos puede reducir efectos adversos y evitar dosis innecesarias.
Si bien se trata de una disciplina relativamente nueva, su potencial es enorme. A medida que la ciencia avanza en la comprensión del reloj interno de cada persona, se abre la posibilidad de una medicina personalizada, en la que no solo importa qué fármaco se receta, sino también cuándo se toma.
Así que, la próxima vez que su médico o farmacéutico le indique una hora específica para su tratamiento, tenga en cuenta que no se trata de una formalidad. Puede ser la clave para que el medicamento actúe de forma más eficaz y segura.
En base a El Tiempo/GDA
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