Cuando las temperaturas bajan, la calefacción es un elemento esencial para mantenernos cálidos. Sin embargo, este confort térmico tiene un impacto directo sobre la salud de la piel. Aunque no siempre lo notamos de inmediato, su uso prolongado puede causar desequilibrios en la barrera cutánea.
El aire seco es el principal problema. La mayoría de los sistemas de calefacción resecan el ambiente. Al elevar la temperatura, disminuye la humedad relativa del aire, lo que afecta directamente a la dermis, que necesita un entorno equilibrado para mantenerse saludable.
La calefacción puede provocar muchos efectos sobre la piel:
— Pérdida de hidratación. El aire seco acelera la evaporación del agua presente en las capas superficiales de la piel. Como resultado, muchas personas sienten la que queda tirante, áspera o deshidratada.
— Mayor sensibilidad. La falta de humedad ambiental debilita la barrera protectora de la piel. Esto la vuelve más susceptible a la irritación, al enrojecimiento y a los cambios bruscos de temperatura, como al pasar del frío exterior al calor interior.
— Agravamiento de patologías cutáneas. En personas con afecciones como dermatitis atópica o seborreica, rosácea o psoriasis, la calefacción puede empeorar los síntomas. La piel se vuelve más reactiva, y pueden aparecer brotes, descamaciones o picor con mayor frecuencia.
— Labios resecos y agrietados. Los labios carecen de glándulas sebáceas, lo que los hace muy vulnerables a la deshidratación. El calor seco del ambiente provoca que se agrieten con facilidad si no se cuidan adecuadamente.
Aunque la calefacción es indispensable en climas fríos, también puede ser una fuente de desequilibrio para la piel. El aire seco que genera contribuye a la deshidratación y aumenta la sensibilidad cutánea. Por suerte, con cuidados simples y constantes, es posible protegerla y mantenerla sana durante todo el invierno. Es un buen momento para hacer una revisión profesional de tu rutina diaria, tanto facial como corporal, y sumar lo que ayude a compensar el efecto de la calefacción.
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