El uso de la proteína en polvo no está libre de mitos. Se dijo engordaba; dañaba los riñones; servía solo para ganar masa muscular, era de uso exclusivo de quienes asisten a gimnasios.
Hoy se sabe que ninguno de esos extremos es cierto. Lo importante es entender qué es (y qué no es), para qué sirve realmente y cómo integrarla de manera responsable en una alimentación equilibrada.
Primero lo esencial: la proteína en polvo no es un alimento en sí mismo, aunque se elabore con fuentes alimentarias. Es un suplemento nutricional que aumenta la ingesta de proteínas en la dieta, no reemplaza comidas, no corrige malos hábitos y no es necesaria para todas las personas.
Es simplemente una manera práctica de aportar proteína cuando, por diferentes motivos, alguien cubre sus requerimientos diarios exclusivamente con la alimentación.
Esto puede ocurrir en situaciones puntuales: entrenamientos muy exigentes, poco apetito, dietas muy bajas en calorías, horarios apretados o personas que requieren mayor cantidad de proteína (adultos mayores, deportistas, quienes están en recomposición corporal). Siempre debe entenderse como un complemento, nunca como un sustituto.
La pregunta del millón y disparador a la hora de consumir proteina en polvo es ¿cuánta proteína necesitamos por día?
Esto depende de la persona, pero a modo genérico las personas activas necesitan 1,2 a 1,6 gramos de proteina por kilo de peso por día. Si se realiza entrenamiento de fuerza este valor trepa a 1,6- 2,0 gramos por kilo, y en adultos mayores 1.2 a 1.5 g por kilo de peso. Para tener una equivalencia práctica, una medida de proteína en polvo aporta entre 20 y 25 g. de proteina similar a un filete pequeño de carne o a tres huevos.
La ciencia también es clara en lo que la proteína no hace: no acelera el metabolismo por sí sola, no reemplaza entrenamientos, no “tonifica”, no baja grasa mágicamente y no aporta una ventaja especial por encima de alimentos proteicos de calidad.
Tipos de proteína en polvo y sus diferencias. Hoy existen varias opciones según necesidades, tolerancia digestiva y preferencias:
Whey protein (suero de leche) Es la más estudiada, su absorción es rápida. Rica en aminoácidos esenciales es ideal para consumo post-entrenamiento o entre comidas.
Podemos encontrar concentrado o aislado. El concentrado es más económico ya que conlleva menor procesamiento, tenemos un 70% a 80% de proteina, mientras que en el aislado, se alcanza una proteina más pura: en torno al 90% y se elimina casi toda la grasa, lactosa y carbohidratos.
A modo práctico, el concentrado sirve como opción económica para aumentar masa muscular, mientras que el aislado es mejor para quienes buscan controlar las calorias totales, en etapas de definición muscular y para aquellos con intolerancia a la lactosa.
Caseína. Se absorbe de manera más lenta y suele utilizarse para períodos prolongados sin ingesta (por ejemplo, antes de dormir).
Proteínas vegetales (arveja, arroz, soja, mezclas). Son buenas alternativas para personas veganas o con intolerancia a lácteos, se digieren un poco más lento y suelen tener más fibra.
Claras de huevo deshidratadas. Son opción hipoalergénica para quienes no toleran lácteos ni legumbres. Presentan un perfil aminoacídico muy bueno.
Mitos frecuentes sobre la proteína en polvo (y por qué no son ciertos)
“La proteína en polvo daña los riñones”. Falso. En personas sanas, la ingesta proteica dentro de los rangos recomendados no genera daño renal. Los estudios que alertan sobre riesgos se basan en individuos con enfermedades renales previas.
“Engorda”. Tampoco. Como cualquier suplemento, si se agrega sin considerar el total calórico del día, puede incrementar las calorías. Pero por sí misma no genera aumento de grasa corporal.
“Es solo para quienes quieren músculos enormes.” Un mito muy instalado. De hecho, es útil para personas que buscan no perder masa muscular: adultos mayores, deportistas de resistencia, mujeres que entrenan fuerza o pacientes en déficit calórico controlado.
“Hace mal tomarla por muchos años”. La evidencia actual no muestra efectos adversos a largo plazo cuando se usa dentro de las recomendaciones y en el marco de una alimentación equilibrada.
“Si tomo proteína no necesito preocuparme por lo que como”, Todo lo contrario. Los suplementos funcionan solo cuando hay un contexto de buena alimentación, descanso adecuado y entrenamiento correcto.
¿Cuándo tiene sentido usar proteína en polvo? La clave es evaluar la rutina diaria, puede ser útil para:
• Quienes necesitan aumentar masa muscular o fuerza.
• Deportistas con entrenamientos dobles o recuperaciones rápidas.
• Adultos mayores que requieren mayor ingesta proteica.
• Vegetarianos o veganos que no alcanzan niveles adecuados solo con alimentos.
No está pensada para reemplazar comidas completas, ni para “solucionar” días sin organización. Siempre debe acompañarse con fuentes reales de nutrientes: frutas, verduras, legumbres, huevos, carnes, lácteos, cereales integrales, frutos secos.
¿Como tomarla?
Podés usarla después de entrenar o en cualquier momento del día en el que no llegues a cubrir tu ingesta con alimentos. Puede mezclarse con agua, leche, yogur, avena o frutas; también agregarse a preparaciones: pancakes, budines, porridge o bowls de yogur. Evitá usarla como reemplazo total de comidas (excepto casos puntuales). Si genera molestias digestivas, probar whey aislado o proteína vegetal.
Integrarla de manera responsable. Incorporar proteína en polvo de forma adecuada requiere entender que funciona como una ayuda puntual, no como un atajo. Lo ideal es utilizarla como un puente para llegar a la cantidad de proteína necesaria en días con mucha actividad o poca disponibilidad de alimentos, pero siempre partiendo de una base de comidas reales. No debería consumirse “solo porque sí”: es importante evaluar si realmente existe una necesidad, si la persona no llega a cubrir sus requerimientos o si hay un objetivo deportivo concreto. Al usarla, conviene respetar la dosis habitual —en general, un scoop de 20 a 25 gramos de proteína— y elegir momentos estratégicos, como después del entrenamiento o entre comidas. Además, es clave leer la etiqueta y optar por suplementos con pocos ingredientes, evitando versiones cargadas de azúcar, colorantes o mezclas que prometen efectos irreales.
Tips para elegir un buen suplemento.
La calidad del producto importa y mucho. Al comparar marcas, es recomendable buscar opciones donde la proteína aparezca claramente como primer ingrediente y donde se especifique con transparencia cuánta proteína real aporta cada porción. También conviene elegir suplementos con bajo contenido de azúcares añadidos y grasas, y priorizar aquellos que cuenten con certificaciones y análisis de pureza o sellos que avalen la trazabilidad del producto. En definitiva, cuanto más claro y simple sea el etiquetado, mejor.
Las proteínas en polvo pueden ser aliadas prácticas dentro de un plan bien estructurado, pero su rol es siempre complementario, en el último tiempo vemos que se ha distorsionado su uso ante la sobreinformación que encontramos al alcance de la mano en internet y redes sociales. La base de una buena alimentación sigue siendo la comida real: organizada, variada y acorde a tus objetivos. Lo mejor es consultar antes de comenzar cualquier suplementación con un profesional formado y actualizado en el tema. El suplemento suma, pero no reemplaza. Lo importante sigue siendo lo mismo: hábitos, constancia y una estrategia ajustada a tu vida real.