Microbiota con horario: por qué desayunar a las 9 y cenar a las 16 puede mejorar tu salud digestiva

La asesora nutricional Asun González explica cómo los ritmos de la microbiota influyen en el bienestar intestinal. Respetarlos, dice, podría ayudar a prevenir o aliviar trastornos como el SIBO.

Sistema digestivo
Representación del tránsito intestinal.
Foto: Freepik.

La microbiota intestinal sigue ritmos biológicos propios, y alterar esos tiempos puede afectar la salud digestiva.

Así lo explica Asun González, asesora nutricional y autora del libro 'Tú también tienes SIBO', quien destaca la importancia de sincronizar los horarios de las comidas con los ciclos naturales del cuerpo.

En el podcast 'Tiene Sentido', González señala que estos microorganismos “también necesitan descanso” y propone adaptar los hábitos alimenticios al ritmo solar. “Lo ideal sería desayunar a las nueve y cenar a las cuatro”, indica, aunque admite que ese esquema es difícil de aplicar en la vida cotidiana.

Síntomas comunes de un desequilibrio microbiano

Según González, problemas como hinchazón, gases o sensación de abdomen inflamado no deberían considerarse normales. Estos síntomas pueden indicar un desequilibrio de la microbiota intestinal, conocido como SIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado). Aunque no se trata de una infección, sí puede derivar en trastornos digestivos crónicos si no se aborda adecuadamente.

Mujer con dolor abdominal
Mujer con dolor abdominal.
Foto: Canva.

La experta atribuye este fenómeno a lo que denomina “déficit de vida evolutiva”, una forma de describir cómo el ritmo de cambio en nuestros hábitos ha sido demasiado rápido para que el cuerpo humano pueda adaptarse correctamente.

SIBO: qué es y cómo tratarlo

El tratamiento del SIBO requiere un enfoque integral y personalizado. “No hay atajos mágicos”, advierte González. Para curarlo, es necesario identificar su causa, trabajar con profesionales de la salud y establecer rutinas estables. Entre los desencadenantes más comunes se encuentran el estrés, el uso prolongado de antibióticos y ciertas intolerancias alimentarias no diagnosticadas.

Probióticos: aliados, pero con precaución

Los probióticos y prebióticos pueden ser útiles para restaurar el equilibrio de la microbiota, pero deben usarse con criterio. “Son el abono del jardín intestinal. Pero no vale cualquiera”, advierte.

La elección de las cepas bacterianas, la combinación con una dieta adecuada y la supervisión profesional son fundamentales para evitar el mal uso de suplementos.

La nutricionista también enfatiza la conexión del intestino con otras funciones del cuerpo: “Una persona con eccemas o fatiga puede tener su origen en una microbiota desequilibrada”.

Camila Paola Sánchez Fajardo/El Tiempo GDA

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