Cómo recuperar las ganas de vivir tras un período de dificultades y desafíos

“No había nada que hiciera que el mundo me pareciera interesante”, dijo la escritora Katherine May. Así que empezó a realizar acciones sencillas.

Vida sana
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Todo empezó con una nota en un Post-it. “Sal a caminar”, decía la orden práctica colocada en un lugar destacado encima del escritorio de Katherine May.

May, escritora británica autora de "Invernando", un libro de memorias muy exitoso que trata de un periodo difícil y desértico en su vida, había enfrentado épocas cada vez más duras en el punto álgido de la pandemia, queademás dejó muchas secuelas para los vínculos. Estaba aburrida, inquieta, agotada. Ya no podía optar por el ritual que acostumbraba —caminar— ni tampoco otras actividades que antes le agradaban: recoger guijarros, nadar en el mar, disfrutar de un libro. “No había nada que hiciera que el mundo me pareciera interesante. Sentía como que mi cabeza estaba llena y vacía al mismo tiempo”.

En su libro más reciente, "Enchantment", May describe una serie de acciones sencillas, como escribir aquella nota, que le ayudaron a descubrir las pequeñas cosas que la llenaban de fascinación y asombro y que, a su vez, la hacían volver a sentirse viva. “Tienes que seguir intentando hasta que sientes ese cosquilleo que te dice que has hallado algo que te resulta mágico. Es prueba y error”. Pedimos a May que nos diera consejos para hacer lo mismo.

Comprométete a prestar atención al mundo que te rodea

“Tenemos que encontrar la humildad experimentar cada día y permitirnos aprender algo”, escribe May en Enchantment. Esto, reconoce, “se dice fácil” pero requiere esfuerzo. “Permítete superar esos pensamientos que te dicen que algo es bobo o inútil o una pérdida de tiempo o que estás demasiado ocupado para hacer esto”, dijo May en la entrevista. “En lugar de ello, date permiso para desearlo en primer lugar: anhelar ese contacto con lo sagrado y esa sensación de ser capaz de estar en comunión con algo más grande que tú”. Ponerse en un estado de asombro es parecido a utilizar un músculo, dijo May. Ponte en esa mentalidad con más frecuencia y poco a poco se volverá más fácil.

Primero, hay que “rendirse a la fascinación” que sentís en los momentos cotidianos. Por ejemplo, May se “emociona mucho” cuando ve la luz que baila en la superficie de su café. Pero no lo fuerces. La clave, dijo, es seguir buscando cosas que te hagan maravillarte, y confiar en que las vas a encontrar. Puede que lo que te resulta placentero sea muy simple: May a menudo ha experimentado asombro al examinar un pequeño insecto en su jardín. “Nos hemos contado a nosotros mismos que todo tiene que ser grandioso”, dijo. “En realidad, podemos solo relajarnos y vivir vidas bastante pequeñas”.

Plantéate una pregunta simple

En lugar de pensar qué será lo que te parece encantador, algo que podría ser difícil de contestar, May sugiere preguntarte algo distinto: ¿Qué te reconforta?
Puede ser ir a dar un paseo. O visitar un museo de arte. Tal vez disfrutas mirar el modo en el que las nubes cambian de forma. Sea lo que sea, busca una manera de hacerlo. Todas las mañanas, May, sale a oler el aire “como un perro”, dijo riendo. Toma nota del color del cielo y del modo que su piel se siente en el aire fresco.

Para algunas personas, ese momento reconfortante puede hallarse en un lugar de culto religioso, o en mirar la luna. “La luna es hermosa y cuando la ves no puedes evitar darte cuenta de las estrellas y los planetas que están allá en el firmamento”, dijo May, quien observa con regularidad las fases de la luna. “Es simplemente algo agradable, encantador que hacer. Todos los días. Y es muy sencillo”.

Contempla y reflexiona a tu manera

Si quieres pasar más tiempo en tus reflexiones personales pero te preocupa hacerlo de la manera “correcta”, deja a un lado esa preocupación.
Cuando May estaba aprendiendo a meditar, por ejemplo, se propuso hacerlo dos veces al día durante 20 minutos, pero no antes ni después de dormir y jamás al terminar de comer. Luego se convirtió en madre y se le hizo más difícil hallar el tiempo para meditar. “Llegas a un punto en la vida en que piensas, ‘Esto es sencillamente imposible’”, dice. “Durante mucho tiempo pensé: ‘Soy un fracaso. Obviamente debería ser capaz de lograr esto’”.

Con el tiempo llegó a darse cuenta de algo: el problema no era que no se esforzara lo suficiente, sino que las reglas no estaban hechas pensando en ella. Habían sido creadas por alguien que nunca había estado en sus zapatos. Ahora medita de una forma distinta. A veces lo hace durante cinco minutos a mitad de la noche o cuando camina en el bosque. “Para mí el objetivo nunca ha sido dejar la mente en blanco”, dijo May. “Sino de emprender un tipo de esfuerzo más lento para procesar todas esas cosas que te inquietan en un rincón del cerebro”.

Hacelo porque te hace sentir bien

La gente suele creer que buscar el placer por el puro placer de alguna forma es ingenuo, dijo May. En otras palabras, somos más propensos a darle valor a las cosas que se consideran prácticas y eficientes. Pero no necesitas más datos ni otra razón de peso para hacer algo que te da alegría.

Por ejemplo, uno de los pasatiempos de May es nadar en agua fría. No lo hace para quemar calorías. Más bien, es por “el simple placer de estar en ese espacio increíble”, por no decir “lo sensual que es y las increíbles hormonas de la felicidad que genera”. Y si bien en un principio May tomó una clase de apicultura para aprender a hacer miel en casa, esta meta perdió urgencia cuando como estudiante se llenó de asombro. “Técnicamente aún podía hacer eso, pero ahora me doy cuenta de que esto nunca fue lo que de verdad quise”, escribe May en Enchantment.

El disfrute de todo ello —conectar con sus maestros y compañeros, los deleites sensoriales— superaban cualquier ambición práctica. “Quiero tomarlo despacio, absorber mis clases por la piel y los oídos, que a veces me piquen”, escribió de la experiencia. Y describió así el asombro que halló en la clase: “Son tan bulliciosas cuando cantan juntas, y el olor de la miel y el propóleo, el humo, la forma en que la caja entera vibra en tus manos, es bastante rotunda, esta interacción entre humano y abeja”.

(Cristina Caron - The New York Times)

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