No libran batallas ni conquistan pueblos, no gobiernan ni son adinerados: ellos son los héroes de Tanganica

Nicolás y Germán describen su paso por Tanzania, puntualmente por Tanganica, donde los pescadores brindan todo un espectáculo cada día.

Lago Tanganica.
Foto: Viaje a la vuelta

Germán y Nicolás Kronfeld
Atardece en el lejano oeste de Tanzania. Nosotros, apostados en un pequeño acantilado a orillas del Lago Tanganica, contemplamos el espectáculo del sol que se esconde en el horizonte. Pero la escena tiene también otros actores: son más de mil hombres que navegan en unos 200 barcos y que atraviesan el lago de punta a punta delante de nuestros ojos.

La imagen es impactante y, como tantas otras veces, la cámara no permite retratarla con justicia: ellos se ven chicos, perdidos entre las líneas que dibuja el oleaje, casi imperceptibles. Sin embargo, a la vista son claramente reconocibles y su cadencia le pone ritmo a un caluroso día africano.

Estos hombres son los héroes del Lago Tanganica. No libran batallas ni conquistan otros pueblos, no gobiernan ni son adinerados. Pescan. Ellos consiguen comida y eso en África es más importante que nada.

Cuando el sol comienza a despedirse, arrancan su jornada laboral.

La gente espera a los pescadores.
Foto: Viaje a la vuelta

Estos hombres navegan en pequeños barcos de madera y cuando la noche se instala, prenden unos potentes focos alimentados por grandes baterías y comienzan la cacería de peces.

Sus redes atrapan todo lo que el lago de agua dulce más largo del mundo pueda ofrecerles, hasta que se hace de día nuevamente y la luz es demasiado uniforme como para que los animales se vean atraídos hacia sus redes.

A la mañana siguiente, vamos a recibirlos al puerto de Katonga, ese que cada tarde los ve salir sin nada y que cada mañana los recibe como héroes. En ese lugar los esperan cientos de personas que necesitan de su llegada para que el pueblo cobre vida.

Cuando las embarcaciones encallan intencionalmente sobre la arena, comienza la bajada triunfal. Las personas se apelotonan alrededor de cada uno de los botes: algunos están ahí porque su tarea es bajar la pesca, otros porque cuidan las baterías, otros trasladan las linternas y otros son familiares. Pero muchos, quizá la mitad de los presentes, son curiosos que solamente quieren estar cerca de los pescadores, son admiradores silenciosos de los héroes locales y quieren estar ahí cuando toquen tierra.

Lago Tanganica.
Foto: Viaje a la vuelta

Ellos, los importantes, bajan y se van a dormir. Su caminata entre la gente se parece a la de estrellas de cine: avanzan entre la muchedumbre, ensimismados, recibiendo saludos que rara vez responden, hasta que finalmente se abren paso y se internan en la privacidad de sus casas.

El resto, sigue con su rutina: algunos preparan los pescados para su venta directa, otros los ponen a secar al sol antes de ofrecerlos; algunos están desesperados por comprar, otros pasean tranquilos y no se deciden. Varios se retiran de la orilla y se toman un café, con la satisfacción de haber atestiguado la llegada de un nuevo tesoro.

Cada pueblo tiene sus propios héroes. Acá son los pescadores, que salen sin nada y vuelven con todo, que conocen los trucos y hacen que la magia suceda. Y en África, el truco más codiciado es el de hacer que aparezca comida.

Los pescadores trabajan muy duro, durante las horas que los demás generalmente dormimos. Pero son los que consiguen alimento y esa gloria no se la quita nadie.

Por eso, nosotros tampoco quisimos irnos del Lago Tanganica sin conocerlos.

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Germán y Nicolás Kronfeld son los creadores de A la vuelta, proyecto con el que recorren el mundo desde hace diez años.

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Germán y Nicolás Kronfeld.
Foto: A la vuelta

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