Dormir bien es más importante de lo que creés: lo que pasa en tu cuerpo cuando no descansás bien

Dormir bien es esencial porque el sueño no es solo un descanso pasivo: durante esas horas el cuerpo y el cerebro realizan procesos vitales para la salud física, mental y emocional.

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Foto: Unsplash.

Redacción El País
Dormir bien es uno de los pilares fundamentales de la salud, tan crucial como una alimentación equilibrada o el ejercicio regular. No se trata solo de sentirse descansado; mientras dormimos, nuestro cuerpo y cerebro realizan una serie de tareas esenciales para que todo funcione correctamente.

Las consecuencias de dormir mal

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Las horas pasan, pero no lográs conciliar el sueño. ¿Qué hacer?
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  • Fatiga crónica y falta de energía.
  • Mayor riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades cardíacas.
  • Disminución del rendimiento académico y laboral.
  • Irritabilidad, ansiedad, depresión y deterioro de la salud mental.

Como se ve, cuando no descansamos bien, eso tiene consecuencias negativas que van más allá del cansancio. Por otra parte, un descanso de calidad tiene múltiples ventajas:

Beneficios físicos

  • Recuperación celular y muscular: el cuerpo repara tejidos, fortalece músculos y regenera energía.
  • Sistema inmune: un buen descanso refuerza las defensas, ayudando a prevenir enfermedades.
  • Equilibrio hormonal: regula hormonas clave como la insulina, la leptina y la grelina, que influyen en el apetito y el metabolismo.
  • Salud cardiovascular: dormir bien reduce el riesgo de hipertensión, infartos y accidentes cerebrovasculares.

Beneficios cognitivos y emocionales

  • Memoria y aprendizaje: durante el sueño profundo y el REM, el cerebro procesa, organiza y consolida la información aprendida.
  • Creatividad y concentración: mejora la capacidad de atención y resolución de problemas.
  • Gestión emocional: el descanso regula el estado de ánimo y ayuda a manejar mejor el estrés y la ansiedad.
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En otras palabras, el sueño es fundamental para tener buena salud. Aunque en algunos casos será necesario consultar a un profesional de la salud y posiblemente acudir a un tratamiento farmacológico, en muchos otros casos se puede alcanzar un descanso de calidad con una serie de hábitos:

Rutina y ambiente

  1. Mantené horarios regulares → acuéstate y levántate todos los días a la misma hora (incluso fines de semana).
  2. Creá un ritual relajante antes de dormir → leer, meditar, estiramientos suaves o respiración profunda.
  3. Oscuridad total en la habitación → usa cortinas opacas o antifaz.
  4. Silencio o sonidos suaves → tapones, máquinas de ruido blanco o música relajante.
  5. Temperatura adecuada → entre 18 y 21 °C suele ser lo ideal.

Tecnología

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  • Evitá pantallas (celuar, TV, computadora) al menos 1 hora antes de dormir: la luz azul altera la melatonina.
  • Si necesitás usarlas en la noche, ponelas en modo noche o filtro de luz azul.

Alimentación

  • Cená ligera y temprano (2–3 horas antes de acostarte).
  • Reducí cafeína, té fuerte o alcohol por la tarde/noche.
  • Hidratación moderada → evitá beber demasiado líquido justo antes de dormir para no interrumpir el sueño con idas al baño.

Actividad física y luz natural

  • Hacé ejercicio regularmente, pero evitá entrenamientos intensos justo antes de acostarte.
  • Exposición a la luz natural por la mañana → ayuda a regular el ritmo circadiano.

Gestión mental y emocional

  • Desconexión mental → escrib+i en un cuaderno las tareas pendientes para liberar la mente.
  • Practicá relajación → meditación, yoga suave o respiración diafragmática.

Si aplicás varios de estos hábitos en conjunto, tu cuerpo irá “aprendiendo” a asociar la noche con descanso y la calidad del sueño mejorará de forma sostenida.

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