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Un millón de amigos

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Todos tienen Facebook. Hace unas semanas una blogger uruguaya se preguntaba a dónde se habían ido todos. A Facebook, se respondía. Dos campañas publicitarias utilizan esa red social como el símbolo del sedentarismo físico y social: impide correr una maratón o tomarse una cerveza con amigos. Hace un año, todo parecía pasar en los blogs: allí los usuarios escribían cosas que permitían reflexionar, elegir qué disco escuchar o conocer cómo viven otros vidas interesantes. Pero todo es fugaz en esta vida, incluso los blogs. Hoy todos están compartiendo su vida con un montón de desconocidos a los que se llama "amigos" y de los que se enteran de cómo son a partir de sus gustos musicales, el libro que están leyendo o de quién se han hecho fan. Es que lo importante es la apariencia. Es poca cosa pero es lo que hay. Capaz que uno es tan analógico que está buscando algo en el lugar menos apropiado. Quizás sólo sea el siguiente paso de este culto a las celebridades y a la vida privada. Facebook permite enterarse de las rutinas ajenas y comprobar que las de uno, después de todo no son tan terribles, ni distintas.

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