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Salto de productividad agropecuaria vino detrás de grandes empresas

| El país no se puede dar el lujo de discutir un impuesto a la tierra ignorando cuánto va a afectar al motor del crecimiento

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El problema es que quienes impulsan el Impuesto a las Concentración de Inmuebles Rurales parecen ignorar o minimizar las consecuencias potenciales que este tributo podría tener en términos de eficiencia y productividad. No hay que olvidar que el agro uruguayo, en particular la agricultura y la forestación, dio un salto de productividad importante en la última década y buena parte de su impulso ha estado asociado a las grandes superficies, sostuvo el máster en economía Alfonso Capurro. El entrevistado, que ocupa la gerencia del Departamento de Economía de CPA Ferrere, también analizó el aumento del crédito al consumo, las perspectivas de inflación y tipo de cambio y los instrumentos aptos para mejorar la equidad social. A continuación un resumen de la entrevista.

-A mediados de septiembre se conoció que la economía uruguaya había experimentado una fuerte desaceleración en el segundo trimestre de 2011. A su vez el dato volvió a mostrar un crecimiento muy importante del consumo privado. ¿Qué lectura hace de esta información?

-Hay varias lecturas interesantes sobre estos datos. Cuando se lo mira en una perspectiva de largo plazo, las cifras no sustentan la idea de que Uruguay está en una fase de consumo explosivo. El consumo privado representa algo más del 70% del PIB, uno de los registros más bajos de los últimos veinte años. Sin embargo, en los últimos cinco trimestres el consumo ha crecido muy por encima del PIB. En el segundo trimestre de este año, por ejemplo, el crecimiento del consumo privado casi duplicó el aumento del PIB: 9,4% contra 4,8%.

-¿Está el país gastando más de lo que produce?

-Uruguay no parece estar en una posición de consumo excesivo cuando se analizan los datos en una perspectiva histórica. No obstante, los datos de los últimos trimestres deberían ser una señal de alerta. De continuar por este camino nos podría llevar a posiciones de consumo no sustentables.

-La Cámara Nacional de Comercio y Servicios alertó por el crecimiento de las deudas en dólares de las familias y las empresas en un contexto de volatilidad de la moneda. ¿En qué medida considera que la situación actual de endeudamiento es "peligrosa" como expresa la CNCS?

-Coincido con algunos puntos y discrepo con otros. Las cifras de crédito al consumo nos muestran que el crédito en dólares es poco significativo y, además, ha venido perdiendo peso en forma sistemática. Es cierto que los préstamos en dólares están creciendo, pero a un ritmo que no debería encender alarmas. Naturalmente, sería preferible que las familias redujeran al mínimo posible su endeudamiento en dólares para evitar problemas en momentos de volatilidad cambiaria. Pero hay que dejar claro que el crédito en general -y el crédito al consumo en particular- ha mejorado mucho en este aspecto. A comienzos de 2006 algo más del 20% del crédito a las familias estaba denominado en dólares y hoy esa proporción es inferior al 10%. En ese sentido, el riesgo de monedas implícito en este segmento no parece ser un tema preocupante. Lo que sí despierta preocupación en algunos agentes es el aumento del crédito al consumo en general.

-¿Existen posibilidades de que se forme una burbuja de crédito al consumo?

-Al igual que lo que sucede con el consumo privado, los créditos al consumo han estado creciendo mucho, pero también hay que reconocer que este segmento partió de niveles muy bajos luego de la crisis de 2002. El crédito a las familias representa en la actualidad algo más del 10% del PIB y ese no es un número alarmante; incluso hay quienes piensan que todavía hay espacio para crecer. De todos modos, insisto que hay una aceleración fuerte en este mercado. Todavía estamos en niveles que no deberían alarmar, pero con ritmos de crecimiento que, obviamente, no se podrán sostener en el tiempo y con una carga financiera que puede llegar a ser pesada.

-¿Qué riesgos entrañan los altos intereses con que se carga al crédito al consumo?

-Mientras que una empresa puede conseguir préstamos en moneda nacional a una tasa media del 12%-15% anual, las tasas de crédito al consumo son tres veces más altas dependiendo del tipo de crédito. En caso de una complicación en la situación económica de una familia, el disparador de un problema de pagos de este segmento puede acelerarse simplemente porque el esfuerzo mensual para cumplir con las obligaciones crediticias puede ser una pesada mochila financiera.

Política tributaria

-Algunas figuras del Frente Amplio, que no coinciden con los lineamientos del Ministerio de Economía, han propuesto discutir la aplicación de "detracciones". Incluso una comisión del partido gobernante está analizando introducir nuevos mecanismos tributarios vinculados a los granos, oleaginosas, y forestación. ¿Qué opina al respecto?

-Como aproximación general, no creo que existan impuestos malos en sí mismos; lo que existen muchas veces son impuestos que imprimen ciertas distorsiones y que, además, a veces son mal usados. Si se trata de gravar un sector por alguna razón específica, siempre es preferible un tributo sobre su renta en lugar de un impuesto fijo sobre precios o sobre activos, que puede resultar muy pesado en años de malos resultados económicos. Pese a esto, tributos como detracciones o tasas a las exportaciones pueden ser un instrumento válido en ciertos casos si tienen una buena fundamentación económica y persiguen un objetivo superior para la sociedad, como podría ser el financiamiento de obras de infraestructura. El problema es que muchas veces se proponen retenciones por razones ideológicas o por impulso, persiguiendo objetivos de apropiación de rentas y basados en diagnósticos incorrectos como es, por ejemplo, suponer que el agro uruguayo tiene rentas extraordinarias y, por eso, debería ser gravado con retenciones. Quienes piensan así, desconocen el sector ya que los números no muestran eso.

-¿Cómo evalúa los futuros efectos de la creación de un impuesto a los propietarios de extensiones de tierra superiores a 2.000 hectáreas en las inversiones en el agro?

-Entiendo que es un mal impuesto, básicamente por dos razones. Primero, no creo que sea eficaz para mejorar la equidad en la tenencia de la tierra y, segundo, atenta contra la mejora de la productividad en el sector. Es un gravamen que se origina en motivaciones político-ideológicas, siguiendo la idea de que es necesario reducir la concentración y desalentar las grandes superficies para que la tenencia de la tierra sea más equitativa. Y eso puede ser un objetivo válido y justificado en muchos casos. El problema es que quienes lo impulsan parecen ignorar o minimizar las consecuencias potenciales que este impuesto podría tener en términos de eficiencia y productividad. No hay que olvidar que el agro uruguayo, en particular la agricultura y la forestación, dio un salto de productividad importante en la última década y buena parte de su impulso ha estado asociado a las grandes superficies.

-¿No se contradice esa visión positiva de las grandes superficies en el campo con el concepto tradicional de que los latifundios eran un factor negativo para el desarrollo del sector agropecuario?

-En realidad, el agro uruguayo cambió en la última década, rompiendo el paradigma del "estancamiento agropecuario" acumulado durante casi todo el siglo XX. Entre 2000 y 2010 el PIB de Uruguay creció 42% en términos reales. En el mismo período, el PIB de la forestación creció 65% y el PIB agrícola 85%. Por cierto, esto no se debe solo a mejoras en la productividad. Se explica parcialmente por la maduración de la masa forestal y por la extensión del área de siembra agrícola. Pero parte de este proceso también tiene que ver con los cambios en las tecnologías de producción que han permitido un mejor aprovechamiento de la tierra para estos usos.

No debería pasarse por alto que el salto de productividad agropecuaria vino detrás de grandes empresas que operan a gran escala y que introdujeron nuevas tecnologías de siembra, nuevas formas de management y de organización de empresas en forma profesional, nuevas tecnologías de manejos de riesgos y de control de calidad. Todo eso cambió la forma de la explotación de la tierra en Uruguay, mejoró su eficiencia y aumentó su productividad. Por eso, la propuesta del Impuesto a las Concentración de Inmuebles Rurales (ICIR) tiene el gran inconveniente de que atenta contra uno de los motores de este cambio, que ha sido el tamaño de las empresas y la posibilidad de explotar grandes escalas.

En síntesis, Uruguay que ha tenido históricamente enormes dificultades para mejorar su eficiencia y productividad no se puede dar el lujo de discutir un impuesto ignorando en qué medida este nuevo esquema puede afectar el motor del crecimiento de uno de los sectores genuinamente competitivo a nivel mundial. Como segundo óptimo, si el impuesto tiene lugar, sería conveniente al menos que se contemple algún incentivo a la eficiencia y la productividad, como por ejemplo la posibilidad de que el ICIR sea total o parcialmente utilizable como pago a cuenta del IRAE.

Inflación dependerá del precio de los commodities

-¿Puede el gobierno uruguayo apostar a un dólar más alto, que es la intención de Brasil al haber bajado la tasa Selic en septiembre?

-La dolarización de la economía uruguaya es una limitante porque una mayor depreciación tiene mayor impacto en la inflación en Uruguay que en Brasil y genera mayores problemas financieros para el Estado, para las empresas privadas y para un pequeño porcentaje de familias que están endeudadas en dólares.

-Sin embargo, la depreciación del peso registrada en setiembre de 2008 luego de la caída de Lehman Brothers no fue una limitante para que la economía uruguaya se ajustara. ¿No es cierto?

-En los tres meses siguientes a ese hecho, Uruguay pudo depreciar casi un 30% sin que se viera afectado por las consecuencias inflacionarias porque, simultáneamente con el aumento del dólar, los precios de los commodities se desplomaron. Por ejemplo, el precio del petróleo bajó de US$ 140 a US$ 35 el barril y el precio de la tonelada de carne uruguaya pasó de US$ 4.200 a US$ 2.400, por lo cual los precios internos en moneda nacional no se incrementaron. Ese fue el primer episodio de crisis externa luego del abandono del régimen de bandas cambiarias en el que la flexibilidad cambiaria fue puesta a prueba, y la experiencia fue exitosa: el sistema de precios se mostró flexible y eso permitió amortiguar los impactos de la crisis de 2008.

-¿Cuáles serían las variables más limitantes en el caso actual?

-Los objetivos de inflación son una restricción que opera limitando la flexibilidad cambiaria. Si se pretende mantener la inflación bajo control, las autoridades deberán manejar la política monetaria de manera que el tipo de cambio sea consistente con una inflación alejada de los dos dígitos.

-¿Qué desafíos enfrentan las autoridades para manejar la inflación en el corto plazo?

-En las últimas semanas, se registró una fuerte depreciación del real de casi el 20% y una modificación de igual signo aunque algo más rezagada del peso uruguayo, de entre 10% y 12%. Pero aún no es muy claro cómo habrán de evolucionar los precios de los commodities, especialmente el petróleo y los alimentos, cuyas tendencias serán determinantes para establecer el ritmo inflacionario en Uruguay. La decisión de mantener la tasa de interés de referencia en 8% adoptada por el Comité de Política Monetaria (Copom) el 29 de septiembre indica que el BCU difiere de la lógica adoptada por el gobierno brasileño.

Pero, desde la óptica de los fundamentos del mercado, es evidente que Uruguay está más limitado que Brasil. Si bien nuestra experiencia de 2008 fue buena, en qué medida podremos depreciar en esta ocasión dependerá de lo que suceda con los commodities, que es la variable que termina cerrando el sistema de precios. Si los commodities se mantuvieran en sus cotizaciones actuales, un tipo de cambio estable en torno a los 21 pesos dejaría la tasa de inflación demasiado cerca de los dos dígitos en 2012. Por tanto, podría decirse que, dadas las presiones del mercado interno y con los precios actuales de los commodities, el sistema de precios no resiste un tipo de cambio por encima de 21 pesos si al mismo tiempo se preserva el objetivo de tener la inflación en un dígito.

Focalizar el gasto para mejorar la equidad de oportunidades

¿Cree que los recursos para las transferencias a los sectores sociales más deprimidos deben realizarse a través de instrumentos tributarios o del gasto público?

-A decir verdad los dos instrumentos son importantes para mejorar la equidad. Los sistemas tributarios europeos, que en general son más "igualitarios" que los de la región, tienen una fuerte carga tributaria sobre los altos ingresos. Probablemente, desde esa perspectiva a Uruguay le queda un largo camino por recorrer si quiere mejorar la distribución de la carga tributaria, pasando a un sistema que grave en mayor medida los ingresos y que se sustente en menor medida en impuestos indirectos y regresivos como el IVA. Sin embargo, de nada sirve un sistema tributario más progresivo si el gasto no está bien focalizado y es ineficaz. Uruguay tiene una importante asignatura pendiente que debe discutir sobre la estructura, la eficacia y la eficiencia del gasto público. Esta materia no es patrimonio de nuestra sociedad; es un problema de toda la región.

-¿Qué aspectos se deberían debatir con respecto a la estructura del gasto?

-Habría que discutir seriamente, por ejemplo, el financiamiento de la enseñanza universitaria, que hoy financian todos los uruguayos, pero a la que accede solo una parte privilegiada de la población. Hay jóvenes uruguayos de ingresos altos y medios, que tienen capacidad de pagarse sus estudios terciarios, pero reciben subsidios de sectores pobres de la población. Por otra parte, la inmensa mayoría de los adolescentes de hogares de bajos recursos económicos no llega a la Universidad porque abandona sus estudios mucho antes. Sobre ellos deberíamos focalizar el gasto si queremos mejorar la equidad de oportunidades.

En cualquier caso, lo que más me preocupa es que el debate sobre la equidad en Uruguay está desenfocado. Se halla excesivamente centrado en la equidad de ingresos y, al mismo tiempo, desatiende la justicia en el acceso y en la generación de las oportunidades.

-¿En qué medida cree que se relega la importancia de la equidad de oportunidades?

-Es "peligroso" enfocarse en la búsqueda de la igualdad de ingresos a través de instrumentos tributarios como un fin en sí mismo. Si verdaderamente queremos promover la equidad, deberíamos enfocarnos en la equidad de oportunidades; esto es, que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades independientemente del barrio en el que viven o en qué contexto socioeconómico les tocó nacer. Visto de otra forma, deberíamos promover el tipo de país en el que todos quisiéramos vivir si no supiéramos en qué lugar de la sociedad nos tocará nacer, o en qué lugar le tocará nacer a nuestros hijos.

-Entonces, ¿no le asigna tanta importancia a la distribución del ingreso en la sociedad?

-De hecho sí le asigno, pero me parece importante distinguir a qué se debe la inequidad de ingresos. Sostengo que el debate está desenfocado porque la desigualdad de ingresos no es algo necesariamente malo. Las diferencias de ingresos entre las personas pueden tener dos tipos de causas. La primera tiene que ver con el talento, la eficiencia, el esfuerzo y el trabajo. En una sociedad "perfecta" donde todos los ciudadanos tienen las mismas oportunidades, las diferencias de ingresos son un premio a estas virtudes. Si esta fuera la única fuente de desigualdad de ingresos entre la gente, el problema de la equidad no debería ser una preocupación central. La segunda fuente de inequidad es la desigualdad de oportunidades. Esta sí es preocupante porque es un reflejo de injusticia social que deberíamos atacar. Naturalmente, identificar qué parte de la desigualdad observada corresponde a cada uno de estos orígenes no es fácil, aunque su distinción es clave para orientar políticas.

Ficha técnica

Alfonso Capurro, uruguayo, 30 años, es licenciado en economía por la Universidad de la República y Master of Science in Economics por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, España. Actualmente es gerente del Departamento de Economía de CPA Ferrere. Entre 2006 y 2009 se desempeñó como investigador del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve). Es profesor asistente de Política Económica en la Maestría de FCEA- UdelaR y Profesor del Programa de Especialización en Métodos Cuantitativos de Cinve en la Universidad ORT del Uruguay.

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