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Tras el exilio, dulce y amarga visita a Cuba

| Fuentes visitó Cuba y se reencontró con su madre y el hijo que dejó allá. Lo narra en su más reciente libro.

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El escritor cubano René Fuentes Gómez (54 años), quien reside desde 1996 en Uruguay, presenta el martes, en el marco de la 34 Feria Internacional del Libro, su libro Noveno Círculo. Allí, el autor narra sus vivencias, luego de visitar Cuba con su nueva familia, y reencontrarse con su madre viuda y el hijo que dejó de su primer matrimonio. Aquí va un adelanto:

"Ahora estamos aquí, Rampa abajo, en La Habana. Corto de un tajo mis pensamientos y trato de meterme en la sonrisa y en las conversaciones de los cubanos que pasan. No pensar, no representar, ir por la isla con los pies ligeros y como escudo un vacío firme. Ser extranjero: esta debe ser mi meta. Así me ven (...) Así ven a la parte de mi familia que traje y me acompaña. Nadie antes de entrar me lo exigió, pero una parte de mí ya está domesticada y sabe que no debo quemar otra vez con palabras las comodidades del silencio obediente que, después de catorce años de castigo, me permitió entrar...

...Llegamos con siete valijas repletas de regalos y esperanzas. Palabras comunes no. Lugares comunes tampoco. Llegamos para, por, porque (…) porque cubano fuera de Cuba es canario sin jaula, sin poder cantar. Llegamos y el viaje comenzó tantos años antes; cuando me quedé allá, como un bulto humano en otra parte...

...Soy lo que quieras, lo que odies, cualquier cosa, me da igual (...) Soy la otra Cuba y la otra cubanía: las que no están, no gobiernan, no generan compasiones ni compromisos patrioteros, tampoco héroes grandilocuentes. Soy la mala Cuba, la espalda sucesiva de los traidores. Soy la Cuba que la otra Cuba denigra, chantajea y, para dejarla entrar, le cobra lo que quiere y se la singa. También soy otra Cuba. La mía, la que sale todos los días por los ojos de mi hija cubaya: sangre cubana y judía; amor del amor que parí con mi mujer. La Cuba que nadie me pide ni doy.

Ahora uno baja en el aeropuerto José Martí y los mismos militares uniformados de antes dividen el tumulto en dos colas: cubanos y extranjeros...

...Treinta días es la estadía máxima permitida. Treinta días, y el cubano y su familia visitante tienen que registrarse en la oficina más cercana de inmigración y poner cara de ternero manso. Treinta días y si quieres más, paga más. Aunque nunca lo suficiente para poder quedarte. Treinta días y prepara los bolsillos y el corazón para ponerte a tono con otras profundidades de la desidia. Treinta días y la palabra exilio no existe, no está permitida. Además, cuando el cubano descansa en la piscina de un hotel cubano y servido por cubanos, la palabra y la condición pierden sus razones. Treinta días para gastar y gastarse. Treinta días bajo una lupa cotidiana...

...Vamos Rampa abajo, en La Habana febril y casi a oscuras. Vamos como nunca antes aquí estuve: sin prisa, con mis hijos reunidos y en un auto alquilado (...) Vamos mi esposa, mi hija, mi madre, mi hijo cubano y yo. Vamos tratando de sintonizar y aflojar nuestras diferencias. Vamos en silencio ...

...Mi esposa se llama Silvia. Ella estuvo en Cuba varios años antes de conocerme; algo que desde que llegamos, a quienes no nos conocen, siempre me obligo a explicar. Lo hago por todo ese rollo de las jineteras y los jineteros que se van de Cuba a través de un matrimonio por conveniencia. ¡Una verdadera estupidez de mi parte! Todos los que nos fuimos y los que se quedaron somos jineteros. Todos hemos vendido una parte o toda el alma para estar y sobrevivir donde estamos...

Mi madre es otra madre cubana, viuda, trabajadora y militante comunista desde siempre. Ella cobra 12 dólares de jubilación y se niega a aceptar todo rastro de la realidad que califico de miserable (...) Llevo lo que queda y puedo de mi familia. Nadie habla de eso. Ni ellos ni yo...

...Ayer, cuando llegamos, en el aeropuerto nos revisaron y pesaron las valijas. Yo por ser cubano no podía traer más de 25 kilos. Los extranjeros verdaderos sí (...) Y si quieres traer más, paga más. Como si aquí alguna cosa sobrara. Como si al gobierno cubano le costara dejar entrar lo que en otra parte del mundo ya uno pagó (...) Y si no te gusta o protestas, tómate el mismo avión de vuelta...

… Mi madre va atrás y abraza a sus nietos, estos hijos dispersos que tengo y le di. Mi madre es mi madre, pero no me perdona gran parte de lo que soy. Ella no entiende mis tres matrimonios, mi vida fuera de Cuba...

...Como lo planificamos desde el invierno, tanto meses antes, cuando un día, después de tantos años, Silvia me dijo: ¿Por qué no preguntas otra vez en la embajada para ver si ahora te dejan ir? Y yo, bajando la cabeza, un viernes cualquiera, fui. Me trataron como si no hubiera pasado nada...

...Damos los regalos a mi madre y a mi hijo en nuestra habitación. Regalos y más regalos que son ropas, zapatos y otras pertenencias básicas que compramos mes a mes, a veces en cuotas, otras en efectivo, pero siempre guardándolas y acomodándolas varias veces; para calmar la ansiedad, para aliviar la culpa inevitable de disfrutar de lo que sólo trabajando allá uno tiene (...) En medio de la euforia, destapo una de las botellas que compré cuando llegamos, después del encojonamiento de estar ahí discutiendo por el equipaje, viendo gente llorando, contando billetes arrugados, pidiendo dinero prestado, llamando por teléfono… Bebo el primer trago sin hielo y respiro. Corto la película del melodrama en el aeropuerto (...) Respiro. Silvia me pregunta con un gesto qué me pasa y trato de sonreír. En este momento pienso que estoy subiendo otro escalón en nuestra fauna autóctona: ya no soy un gusano; ahora, después de tanto cargar y arrodillar las patas y la dura testa, soy algo así como un mulo (...) otro mulo que, entre callar o gritar, prefiere izar un pájaro y quemarlo en una conversación de estilo calmo.

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