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Todo nuevo bajo el sol

| Hace 50 años el balneario ingresaba en una nueva era: los visitantes de aquella aldea estival no reconocerían este destino turístico cosmopolita de 2012

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LUIS PRATS

Los visitantes originales de la península vuelven cada verano, con la puntualidad del primer día. El sol y las olas son los mismos del tiempo sin memoria en el que sólo encontraban inmensos arenales, lobos marinos y ballenas. El resto de los visitantes, desde que el turismo se hizo moda y negocio, siempre descubrió algo nuevo en Punta del Este.

Por supuesto, las cosas no cambian de un día para el otro, ni siquiera en el frenético enero. Pero quien deja de frecuentarlo por algún tiempo, al regresar se halla ante un balneario diferente. Hace exactamente medio siglo, en el verano de 1962, Punta del Este se encontraba en los albores de una nueva era, que muchos deseaban y algunos temían.

"Hay que confesar que no es una temporada nuestra como eran las de hace cinco o seis años. La península se hace cada día más cosmopolita, de un cosmopolitismo un tanto deprimente porque a nadie le puede hacer feliz ver el carnavalesco desfile de la avenida Gorlero en horas de la tarde los días de fiesta -y los que no son fiestas- y en algunos lugares de reunión y casinos, donde se busca afanosamente una cara amiga y no se ven más que vestimentas extravagantes, siluetas anfibias, rostros barbados y mujeres de melenas lacias sobre los ojos. Todo es muy Saint Tropez pero no es nuestro".

La cronista de sociales de El País, Estela Escuder, ya intuía el cambio en esas líneas publicadas el 22 de enero de 1962. Cada día había más visitantes extranjeros, aunque fueran un puñado si se los compara con los del siglo XXI. En el verano del `62 se completó la ruta Interbalnearia, que hizo menos aventurado el viaje desde Montevideo, y se hablaba de los "rascacielos" de la península, aunque fueran dos o tres edificios de alturas nada vertiginosas, como los de los entonces hoteles Nogaró y Míguez. Sin embargo, se proyectaba entonces el edificio Santos Dumont, el primero de los emprendimientos inmobiliarios que elevarían la talla de la península (se inauguró en 1964).

El apoyo que los opositores a Juan Domingo Perón encontraban en Uruguay, determinó que el gobierno argentino restringiera severamente el cruce del Plata a fines de la década de 1940. Sin su principal fuente de turistas e inversiones, Punta del Este se mantuvo por años como una pequeña aldea estival en donde todos se conocían. La situación comenzó a cambiar tras el derrocamiento de Perón en 1955. Al iniciarse la década de 1960, los argentinos ya estaban de vuelta en la Mansa y la Brava.

VIAJE. En plena temporada de 1962 se terminó el puente sobre el arroyo Solís Grande y se habilitaron tramos intermedios de la Interbalnearia. Poco antes se había inaugurado el puente sobre el Solís Chico. Eso permitió reducir sensiblemente el trayecto entre Montevideo y muchos balnearios. Hasta entonces, el viaje desde la capital a Punta del Este se cumplía por la Interbalnearia -aún angosta- hasta Atlántida, luego se tomaba la ruta 11, la 9 hasta Pan de Azúcar y desde allí por la ruta 93. También estaba el ferrocarril, con su lento desplazamiento, aunque arribaba a pasos de Gorlero, pues la estación estaba donde hoy se levanta la terminal de ómnibus.

El visitante llegaba a una Punta del Este mucho más chica, que abarcaba desde Pinares hasta San Rafael. La prensa publicaba entonces avisos sobre un remate, el 27 de enero, de 132 solares en el barrio Parque del Golf: 8.000 pesos al contado y el saldo hasta en seis años, "sin interés, sin comisión y sin saldos finales". Punta Ballena era un roquedal desierto, donde Carlos Páez Vilaró empezaba a levantar las primeras paredes de lo que luego sería Casapueblo.

La Barra, mezcla hoy de veraneo suntuosamente informal y galería a cielo abierto, era un pueblito de pescadores. Sólo los habitantes de San Carlos frecuentaban su playa. El arroyo Maldonado se cruzaba por un puente de madera, que en la década de 1950 fue sustituido por otro de hormigón de apenas una vía, tan mal construido que pronto se vino abajo y sus restos tuvieron que ser dinamitados por el Ejército en 1958. Se rehabilitó entonces el puente de madera, por donde incluso transitaba el ómnibus local, aunque sus pasajeros debían descender, cruzar a pie y volver a subir al vehículo del otro lado del arroyo, luego que éste pasara vacío sobre las tablas trepidantes. Hasta que no se inauguró el puente ondulado de Leonel Viera, en 1965, no parecía muy estimulante visitar La Barra. Y más allá, se abrían los desolados dominios oceánicos, que serían después territorio de conquista de un turismo decidido a escapar de la masificación de la península.

DIVERSIÓN. En 1962 el Cantegril Country Club festejó sus 15 años con una gran fiesta. Por entonces ese club privado, desarrollado por el empresario argentino Mauricio Litman para respaldar la venta de solares en la zona, era el principal centro de entretenimiento del balneario. "Cantegril dio el primer paso para convertir un balneario pintoresco aún en la salvaje etapa de los millonarios bailando en zapatillas, en el balneario conspicuamente internacional, que ya sabe combinar con naturalidad visones y arenas, supermercados y ski náutico, bungalows y rascacielos", escribía Elina Berro el 12 de febrero de 1962 en El País.

El 31 de diciembre del `61, Cantegril inauguró su "boite club", el "Morocco". Un portero con atavío aproximadamente morisco recibía al público en el local, junto a la sede del Cantegril, en la cual también funcionaba el restaurante El Bife de Oro y el cine Cantegril (que en febrero albergó una Muestra de Cine Francés). Sin peluqueros a la vista, Cantegril organizó su "Festival de la Moda de Brasil", desde donde llegaron varios "maniquíes". Sí, modelos de carne y hueso, aunque se prefería aquel término para designarlas.

El otro gran local nocturno era "Tenerife", junto a la piscina del complejo Arcobaleno, inaugurado un año antes. El edificio Míguez tenía también su boite, "Vogue", que anunciaba al trío Maraya, "sensación brasileña de 1964". Se bailaba entonces con música en vivo, de preferencia brasileña. Los temas grabados, los long plays y los disc-jockeys llegarían a fines de esa década. Faltaba mucho para que éstos pasaran a ser conocidos como DJ y tuvieran fama internacional, como el francés David Guetta, que al iniciarse 2012 convocó a 8 mil personas con su espectáculo.

En 1962 el Este ya tuvo su Festival de Jazz Internacional, organizado por la Peña del Jazz en el cine Fragata a fines de enero. En Gorlero, la disquería Ínsula también estaba de moda: "La juventud va con la excusa de comprar un libro, un juguete para el hermanito y termina bailando", relataba El País.

Sin embargo, Punta del Este no concentraba aún el movimiento artístico estival. Por esos días, una compañía del Moulin Rouge de París se presentaba con gran éxito en el Palacio Peñarol, aunque su popularidad no se pudo comparar con el desfile de los Reyes Magos por las calles de Montevideo, seguido por 300 mil personas (Papá Noel era un personaje apenas conocido entonces). Canal 10 y radio Carve, en tanto, anunciaban la actuación en vivo de Johnny Restivo, "el ídolo de la juventud de Estados Unidos". Además, y aunque parezca mentira hoy, muchos turistas argentinos veraneaban en Pocitos, Malvín y Carrasco, colmando sus hoteles e incluso alquilando apartamentos.

DEPORTES. El principal deporte puntaesteño era el golf, que se practicaba en la cancha de Cantegril, durante años la única del balneario. En enero del `62, el argentino Ángel Monguzzi ganó la Copa de Oro, su trofeo más tradicional. El club también realizó certámenes de polo en su campo hípico.

El fútbol era entonces tema sólo de los fernandinos. La selección de Maldonado competía en los veraniegos torneos del interior, jugando en el estadio Ginés Cairo Medina. Faltaba mucho para la inauguración del coqueto Campus. El Cairo Medina, en tanto, fue demolido al iniciarse el siglo XXI. En su lugar, además del recuerdo de los futboleros más veteranos, sólo resta un baldío; otra señal del cambio de los tiempos.

Refresco.

Tomar algo en la playa era excusa para una charla. Hoy también, pero los bares se han vuelto además pasarelas de moda.

Diversiones.

Las fiestas con música brasileña y serpentinas como decoración dejaron su lugar a noches multitudinarias y ritmos electrónicos.

Terminal.

El mismo sitio, pero con diferentes medios de transporte. En 1962 se llegaba en ferrocarril; ahora se viaja en ómnibus.

Cemento.

El horizonte de la península a comienzos de los `60, con casas bajas y apenas dos edificios ya no existe, oculto por un bosque de construcciones.

Corbata como obligación

Por no llevar corbata, el propietario de Arcobaleno, un empresario de apellido Ferretti, no pudo ingresar a la fiesta organizada en el propio complejo durante la conferencia de cancilleres de 1962. En 2012, en cambio, presentarse con corbata en alguna reunión social representaría el colmo de la extravagancia.

Otros tiempos en el fútbol

Peñarol realizó en enero de 1962 una gira por Europa, que culminó con un resultado que hoy sería una proeza: venció 3 a 0 a Barcelona en el Camp Nou. Claro que entonces, el campeón del mundo de clubes era el equipo uruguayo. El mismo día, Nacional derrotó a San Lorenzo de Argentina en el Estadio Centenario.

SE VENÍA EL FIN DEL MUNDO

En aquel enero de 1962 se informaba que astrólogos de la India anunciaban desastres naturales para el siguiente febrero, que podían determinar el fin del mundo. Medio siglo después y con el mundo intacto, siguen apareciendo predicciones catastrofistas, ahora atribuidas a los mayas.

Punta del Este, centro político de la época

El Conrad de los viejos tiempos puntaesteños era el hotel San Rafael, con su inconfundible estilo Tudor, su boite Le Carrousel, su casino y su sala de conferencias, que en la década de 1960 resultó escenario de importantes acontecimientos políticos.

Buena parte de la responsabilidad se atribuyó al político blanco Eduardo Víctor Haedo, que entre 1961 y 1962 ocupó la presidencia rotativa del Consejo Nacional de gobierno, el Poder Ejecutivo colegiado de la época.

Haedo tenía en el balneario una casa de descanso, La Azotea, además lugar de encuentro de políticos, escritores y artistas. En agosto de 1961 logró que la conferencia del Consejo Económico y Social de la OEA se realizara en Punta del Este. Uno de los integrantes de la delegación cubana fue Ernesto "Che" Guevara, que lo visitó en La Azotea. Allí ambos tomaron mate, para regocijo de los fotógrafos y escándalo del anticomunista líder ruralista Benito Nardone, cuyos partidarios organizaron un "desagravio al mate".

El 5 de enero de 1962, Haedo mantuvo un encuentro con el presidente argentino Arturo Frondizi, nuevamente en La Azotea. Ambos mandatarios y sus comitivas pasearon por las playas Mansa y Brava, todos de saco y corbata (salvo Haedo, siempre con su moñito) pese a los 28 grados de aquel mediodía.

El San Rafael recibió del 22 al 29 de enero siguiente la conferencia de cancilleres de la OEA, que aprobó la expulsión de Cuba del organismo debido a "su adhesión al marxismo-leninismo". Los defensores del entonces joven régimen de Fidel Castro y los opositores realizaron numerosos actos, pero casi todos fueron en Montevideo. El gobierno uruguayo debió moverse contra reloj para conseguir hospedaje, en plena temporada, a 300 delegados, 56 funcionarios de la OEA y unos 280 periodistas nacionales y extranjeros. Entre debate y debate hubo fiestas, por supuesto. Las crónicas sociales siguieron las andanzas de una periodista estadounidense que quiso comer hasta la cáscara de los mejillones y de un ministro extranjero, que en San Rafael empezó apostando un peso al cero y se llevó 18 mil.

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