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Historia de amor y de furia

| "Después de Richard los hombres de mi vida solo estaban ahí para aguantar el abrigo y abrir la puerta", dice ella en una biografía sobre el famoso matrimonio.

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Me da igual lo que escribáis de mí, nos dijo Elizabeth Taylor. Sabe Dios que he oído de todo. Mientras honréis a Richard...".

Las palabras de la actriz, fallecida el miércoles a los 79 años, estaban dirigidas a Sam Kashner (periodista, ensayista y colaborador de la revista Vanity Fair) y a Nancy Schoengerger (responsable de los cursos de escritura creativa en la Universidad de William and Mary). Ambos son los autores del libro El amor y la furia, la verdadera historia de amor de Elizabeth Taylor y Richard Burton (Lumen, 2010).

El texto no solo recoge detalles íntimos de aquella tumultuosa relación, que atravesó dos casamientos y dos divorcios (1964-1974 y 1975-1976), sino que recorre los pormenores de ambas carreras. Además, los investigadores contaron con la colaboración "entre bambalinas" de la propia actriz, quien les permitió acceder a un tesoro de "unas cuarenta cartas y notas" que le escribió Burton. También les permitió leer partes de su autobiografía de 1965, Elizabeth Taylor, que nunca quiso publicar por miedo a molestar a una serie de personas, o a decepcionar a sus admiradores.

Por otra parte, esta biografía de 430 páginas, que incluye fotografías, cita y publica textos inéditos de Burton cedidos por su viuda, Sally Hay Burton.

A continuación reproducimos algunos fragmentos del libro.

amor de ida y vuelta. "La saga de sus trece años de relación fue la historia de amor más célebre, publicitada, ensalzada y denostada de su época; tanto es así que la prensa solía referirse a sus diez años de matrimonio, seguidos de un divorcio, una segunda boda y el divorcio definitivo, como `el matrimonio del siglo` (...) Su historia también nos dio a conocer la actual parafernalia de la fama: los insistentes paparazzi, la exposición constante a la prensa y la revelación pública del dolor íntimo".

"Para Elizabeth fue el verdadero matrimonio, el único. Cuando accedió a enseñarnos las cartas que le había escrito Richard Burton durante los últimos años de vida en común, quiso que fuéramos conscientes del lugar que ocupó y seguía ocupando en su corazón. Nos escribió: `Richard era magnífico en todo el sentido de la palabra... y en todo lo que hacía. Era magnífico en el escenario, magnífico en el cine y magnífico haciendo el amor... al menos conmigo. Era el más bueno, divertido y dulce de los padres. Todos mis hijos lo adoraban. Atento, cariñoso... Así era Richard. Su vínculo con todos nosotros perduró hasta que exhaló su último aliento. Sabíamos que podíamos contar con él para todo, absolutamente todo. Siempre creeré de corazón que nos habríamos casado por tercera y última vez... Desde los primeros momentos en Roma siempre estuvimos loca e intensamente enamorados. Tuvimos más tiempo, pero no bastante".

"Viajar con Elizabeth es una especie de dolor exquisito. Voy a explicar por qué: yo soy de una puntualidad feroz, exagerada, mientras que Elizabeth es justo lo contrario, de una indolencia extrema. Yo quiero a Elizabeth hasta la idolatría, pero (repitamos el "pero") no cabe duda de que llegará... tarde al juicio final, qué narices. Y lo que más rabia da es que siempre acaba siendo de una puntualidad vertiginosa. En efecto, no pierde ningún tren, avión o barco, pero, claro, lo que pierde de vista es que su marido ha sufrido varios infartos leves esperándola, mientras su temblorosa mano desplaza un tembloroso vaso de whisky hasta su temblorosa boca, y de ahí a su abandonado hígado, esperando, esperando a que ella salga del baño... Aquí está mi señora, soberanamente serena y firmemente convencida de que el tiempo pasa para todos menos para ella" (Burton en la revista Vogue).

"Para Elizabeth, la culpa de que Richard bebiera demasiado la tenían sus `horas galesas`, brotes depresivos recurrentes que cada vez parecían exigir más alcohol. El caso es que ambos trasegaban más de la cuenta, hasta el punto de que cierta vez no pudieron asistir a una comida oficial celebrada en su honor, con doscientos invitados. Con todo, quien peor lo llevaba era Richard, que podía desaparecer durante horas. Elizabeth lo llamaba a voz en grito por el recinto presidencial, dotado de aire acondicionado, pero no contestaba nadie. Al final abandonaba la comodidad de su villa para recorrer las calles y callejuelas de Cotonou buscando a Richard en pequeños hoteles y bares africanos, donde a la mujer más célebre del mundo le costaba hacerse entender.

-¿Han visto a Richard Burton?, preguntaba en los bares.

-¿A quién?

-¡A Richard Burton!

-¿Es negro o blanco, señora?"

ella, la aspiradora. "Cuesta creer que alguien cuya reputación y subsistencia dependían de una belleza inmaculada la pusiera en peligro con sus excesos. Sin embargo, es posible que Elizabeth tuviera una relación amor-odio con su belleza: formaba parte de su identidad y era una de las razones de su enorme éxito, pero también era lo que le había robado su infancia y la había hecho prisionera de una vida irreal (...) En consecuencia, comía y comía sin parar: foie gras, montañas de chile con carne, pollo frito con puré de patatas y salsa, hamburguesas y patatas fritas, batidos malteados... Y aún así era hermosa. Bebía en exceso: Bloody Marys para desayunar, vodka a palo seco, cerveza, champán... y aún así era hermosa".

"El 4 de julio de 1973 (Elizabeth Taylor) emitió la siguiente declaración a mano: `Estoy convencida de que sería conveniente y constructivo que Richard y yo nos separásemos durante una temporada. Quizás nos hayamos querido demasiado` (...) Una vez que Elizabeth se hubo marchado de su lado, Richard acudió por primera vez a un médico para intentar desintoxicarse del alcohol. Por mucho que insistiera que no era alcohólico, sino un simple `borracho`, como su padre, que bebía por libre elección, debía de saber que era su última oportunidad de salvar su matrimonio y, probablemente, su vida".

"Después de Richard los hombres de mi vida solo estaban ahí para aguantar el abrigo y abrir la puerta. En el fondo todos los hombres que hubo después de Richard solo eran acompañantes".

"Al recibir la noticia del fallecimiento de Richard se desmayó. Más tarde dijo: `El día que murió yo aún estaba locamente enamorada de él. Creo que él también seguía queriéndome. Yo creía que siempre estaría ahí, al otro lado del teléfono. Aunque no estuviésemos juntos, sabía que aún estaba en el mundo (...) lo quise durante veinticinco años".

"Claro que de cartas de amor Elizabeth sabía algo. La última la recibió en Bel Air. Dado que Richard se la había mandado el 2 de agosto de 1984, llegó a los pocos días de su muerte (...) Era la última carta de Richard, la que escribió a escondidas en su estudio de Céligny, rodeado de sus libros. Era una carta de amor a Elizabeth, en la que le decía qué quería. Estar en su casa era estar con Elizabeth, y él quería estar en casa. Desde entonces, Elizabeth guarda la carta al lado de su cama".

Destino, alcohol y fuego

Cada uno de los 16 capítulos de El amor y la furia. La verdadera historia de Elizabeth Taylor y Richard Burton (Lumen), comienza con una cita textual de cada uno. Aunque breves, esas palabras resumen aspectos de sus personalidades y del escandaloso y problemático vínculo amoroso.

"Los dioses me van a castigar eternamente por haber recibido el fuego e intentar apagarlo. El fuego, por su puesto, eres tú". (R. Burton)

"Desde pequeña he creído que estaba predestinada; y si es verdad, mi destino era sin duda Richard Burton". (E. Taylor)

"Mi padre nunca decía que bebía mucho. Decía que era un hombre con un gran hábito bebedor". (R. Burton)

"Desde los diez años era una estrella infantil, sin intimidad". (E. Taylor)

"Me encanta no ser yo, no ser Elizabeth Taylor, sino la mujer de Richard Burton".

"Vivimos todos los días bañados por la luz de los focos". (R. Burton)

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