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Campeonato de vida

| La pelota, fiel compañera de Marcelo Capalbo, es la excusa para que el basquetbolista escriba las enseñanzas del deporte.

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Miles de niños sueñan con ser estrellas deportivas de su país, se imaginan convirtiendo los tantos que le dé un campeonato a su club querido y firmando autógrafos a la salida de un vestuario. Marcelo Capalbo era uno de esos pequeños soñadores; pero a diferencia de la inmensa mayoría sus anhelos son una realidad. Por eso, ya retirado de su etapa de jugador y con 41 años, en su nuevo rol de escritor recorre los pasos que tuvo que dar para dejar de ser el niño criado en Malvín y convertirse en el base de la Selección Uruguaya de basquetbol, el camino del deportista que modificó la forma de jugar e incorporó velocidad y creatividad a cada contraataque. No le fue fácil y lo deja en claro en las 98 páginas de su libro Deleite (Editorial Fin de Siglo, $ 180). Tuvo que atravesar decisiones trascendentales: discernir en un verano y antes del comienzo de clases si deseaba dedicarse al fútbol o al básquet; abandonar los estudios en sexto de liceo por la exigencia de los entrenamientos; aceptar que no podía irse como juvenil a jugar a Italia por la falta de una legislación que le permitiera nacionalizarse y destruir todo preconcepto de quienes creían que con su baja estatura jamás podría triunfar en el deporte de gigantes.

En un relato en primera persona, a modo de autobiografía, Capalbo le integra sentimientos a cada anécdota. Involucra a la familia detrás del jugador y a la persona por detrás del deportista. No en vano una de sus maestras de Primaria es quien escribe el prólogo, y los epílogos están a cargo del exjugador Oscar Moglia y su primer entrenador, Enrique Parrella.

Las reflexiones se entremezclan con las historias de vida y deja relucir algunas críticas: al régimen dictatorial que gobernó Uruguay cuando Capalbo era un niño, al sistema educativo que no contempla el desarrollo de los deportistas profesionales y a aquellos que ven el juego como un ultimátum entre ganar o perder. Y concluye: "Hay que plantearse objetivos constantemente y saber que la verdadera enseñanza no está en el resultado sino en el camino que recorremos para alcanzarlos; sentirse ganador aunque el resultado no acompañe, sabiendo que se dio todo de uno, y también aceptar sencillamente que hay veces que no se puede". El deporte es, en definitiva, un Deleite.

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